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"Nuestras" empresas públicas

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La nueva marcha bajo la consigna Verdad y Justicia del miércoles pasado, no solo acaparó las noticias en la prensa escrita, oral y audiovisual y fue motivo de enfrentadas intervenciones y cruzamiento de opiniones dentro y fuera del gobierno, sino que contribuyó a desplazar de la atención pública otros temas espinosos para la actual y la pasada Administración.

Por ejemplo, el escandaloso manejo que se ha estado haciendo de los entes autónomos. De las empresas públicas y monopólicas que a pesar de contar con esas características económicamente avasallantes, muestran tan malos balances que solo porque son del Estado no quiebran. Y también, únicamente porque sus autoridades ocupan los cargos de dirección por motivos meramente políticos, (no arriesgan capital) es posible que luego sean premiados con puestos de aun mayor jerarquía.

Lo hemos visto en el caso de Ancap, cuyo presidente durante casi todo el período, Raúl Sendic, hoy día es vicepresidente de la República luego de haber sido invitado a integrar la fórmula presidencial junto a Tabaré Vázquez. Otro tanto ha sucedido con quien comandaba Antel, Carolina Cosse, actualmente ministra de Industria. Ahora solo falta que lo premien al presidente de OSE, tras el papelón con la calidad del agua que se suministra a la población. Antiguo emblema del que los uruguayos podían vanagloriarse y ya no más.

La deficitaria situación de las empresas del Estado ha provocado públicos tirones de oreja a través del Ministerio de Economía y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, más que nada porque han disminuido sus aportes a rentas y no por otra cosa. Como si no fueran gobiernos de un mismo partido que se suceden en el poder, han elevado el tono de los cuestionamientos anunciando su decisión de incidir en la gestión de dichas empresas, al tiempo que se repiten caras como las antes mencionadas o la del actual dos veces ministro de Economía, Danilo Astori, vicepresidente en el período anterior, o la de Mario Bergara, hoy por segunda vez en el puesto de presidente del Banco Central después de haber presidido la cartera de Economía.

Quiere decir que a los nuevos directivos no les dan el suficiente crédito como para lograr una mayor eficiencia, un mejor control del gasto, generar ganancias, ejercer una supervisión estricta del plan de inversiones y ser más eficientes. Pretenden entonces los jerarcas, una supervisión estricta del plan de inversiones.

Cuando llovían los dólares con la soja a US$ 500 la tonelada, cuando los importadores estaban muy dispuestos a pagar generosamente por nuestras commodities, cuando los argentinos revolucionaban el agro y con su know how y experiencia estimulaban a nuestros productores, cuando los capitales andaban volando por estas latitudes viendo dónde invertir y la economía crecía año tras año, los desaguisados y los excesos de los entes autónomos no preocupaban, y menos si se trataba de ganar las elecciones y mantenerse en el poder.

Tampoco las advertencias de la oposición y de los economistas se tuvieron en cuenta. Y así Ancap insistió en negocios disparatados; Alur, cementeras, etc., y a pesar de la baja del petróleo, primer insumo de importación, el resultado de la empresa en el 2013, arrojó la mayor pérdida de su historia. El balance de Antel 2014 fue peor de lo previsto, tal como se podía imaginar con la empecinada actitud de su presidente Cosse, cuyo objetivo de máxima es el monopolio estatal. Por lo tanto, en lugar de aprovechar el tendido de cobre a disposición de la ciudadanía para acceder a internet, que había sido instalado y ofrecido por los cableoperadores, la posibilidad fue saboteada olímpicamente. Para que Antel controle todo, se embarcó en una inversión de más de US$ 500 millones con un plan con mucho de ambición y poco de sustentabilidad, en vez de haber permitido la convivencia de ambos sistemas, fibra y cobre, como pasa en muchos países del mundo, como ser EEUU. Aparte de meterse en otros negocios como la venta de entradas on line (Tickantel) que estaban en la órbita privada, justamente donde deben estar. Para no hablar del proyecto faraónico del Antel Arena, también por fuera de las competencias para las que fue creado el organismo.

Demencial sería que les diese por aumentar las ya elevadas tarifas que sufrimos, con tal de achicar el rojo de las cuentas. La actual conciencia sobre lo pernicioso de la inflación es la mejor protección ante ese peligro. Las inversiones son necesarias, pero no hechas de cualquier manera y menos el aumento de los gastos operativos sin ton ni son. Crecieron 29% en 2014 respecto de 2013 y el gasto en personal sube sin parar desde 2009. UTE ha tenido ganancias, pero también hay nubarrones en el horizonte.

Editorial

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