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Negocios con Venezuela

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La verdad es que muy poco se puede discrepar con las afirmaciones del expresidente Mujica sobre la tarea de intermediación, que en una sociedad capitalista tiene un rol prácticamente fundamental.

"Es una manera de ganarse la vida como cualquier otra", sostuvo. "¿O usted le pregunta a un intermediario, al de la barraca, si es colorado o es blanco? ¿Le va a preguntar al del frigorífico, que le compra ganado, si lo carnea y después lo vende?, por favor…".

"La actividad de intermediación existe en todas partes, los bolicheros, los vendedores, son intermediarios, el que vende trigo en el exterior también es intermediario, es una actividad como cualquiera", agregó.

No hay mucho para discutir. Lo que sí genera dudas es el escenario y los motivos por los cuales el actual senador Mujica expresó su pensamiento: el convenio entre Uruguay y Venezuela que se acaba de firmar en Río de Janeiro, que significa un "salvavidas" para Ancap por un lado, y la cancelación de deudas bolivarianas con nuestro país más la venta de una canasta importante de productos alimenticios, por el otro. La escasez que padecen los ciudadanos venezolanos es alarmante y se acerca la fecha de los comicios.

En el curso de la discusión en la Cámara de Representantes para su aprobación, el diputado Jaime Trobo, convertido en los últimos días en un ladrillo en el zapato de ciertos sectores del oficialismo, planteó una serie de interrogantes donde sorpresivamente aparecieron algunos empresarios privados muy interesados en la concreción de ese acuerdo, que había sido presentado como un tema exclusivo entre los respectivos gobiernos. Y más dudas, que menos nos gustan, que uno de los empresarios, Daniel Placeres, sea diputado nacional (MPP), conviva en la misma chacra que el expresidente, haya realizado 85 viajes en los últimos tres años a Venezuela y haya participado de reuniones en Caracas con el presidente Nicolás Maduro un mes antes de la firma del convenio, junto con otro correligionario-empresario, Omar Alaniz, ex integrante del Comité Central del MLN-Tupamaros, y también interesado en el éxito del acuerdo. Como que tiene negocios vinculados con las ventas de arroz y pollos al exterior, a través de una firma denominada Aire Fresco según denunció Trobo.

Está bien, la intermediación es una actividad legal. Pero lo cierto es que todos los negocios privados relacionados con Venezuela dan para ponerse nerviosos, desde que se destapó el escándalo de la valija de Guido Antonini Wilson incautada a su llegada a Ezeiza en un avión privado con 800.000 dólares en su interior (agosto de 2007), que el jefe de Gabinete argentino, Alberto Fernández, manifestó públicamente que tenían como destino a Uruguay o el semanario Búsqueda publicara, dos años más tarde, una denuncia del senador Ruperto Long sobre una venta de libros por más de 32 millones de dólares con un valor real en el mercado de solo US$ 500.000.

Si a eso le sumamos que en Venezuela solo existe una parodia de democracia, donde no hay organismos de contralor y mucho menos un Poder Judicial independiente; donde no existe la libertad de expresión y de prensa; donde se violan los derechos humanos, se apalean y matan estudiantes en manifestaciones y se apresan sin más a dirigentes opositores, donde la gente muere porque pasa hambre y las góndolas de los mercados están vacías. Que está inundada de petróleo pero tienen que importarlo para el consumo. Que tiene un presidente paranoico que vive denunciando conspiraciones mundiales contra su régimen o hablando mano a mano con un pajarito que es le reencarnación del difunto comandante Chávez, que la sensación de corrupción es insoportable, todo aquel que haga negocios con él, nos gusta muy poco. Salvo que todo sea muy transparente.

Pero bueno, es una opinión. Lo mismo que las palabras de Mujica: la intermediación es una forma de ganarse la vida. Ella, por sí sola, no es incorrecta. Y no importa el color o el pensamiento político de quien la realice. Bien pueden ser esos demonios neoliberales, que son para la izquierda los blancos y colorados que no dudan en aprovechar las ventajas impiadosas del capitalismo para su provecho o bien pueden ser esos sacrificados apóstoles del más puro fundamentalismo revolucionario izquierdista (con luchas de clases incluida), como los militantes del MPP y los tupamaros, que tampoco dudan en aprovechar las ventajas impiadosas del capitalismo para su provecho.

Eso sí, la intermediación debe ser lo más transparente posible. Y si se trata de un convenio entre países, mucho más. Está en juego el nombre de Uruguay.

Editorial

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