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Maniobra presidencial

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La apertura del presidente Vázquez para consensuar políticas de Estado y de largo plazo en la probable explotación de petróleo fue bienvenida. Su simbólica reunión con los expresidentes iba a dejar paso a reuniones con las autoridades de los partidos políticos de oposición. Pero terminó no siendo así.

A inicios de marzo habrá otra reunión con los expresidentes y recién luego, sin fecha confirmada aún, con los protagonistas partidarios.

En este esquema el planteo presidencial pierde su valor de apertura y buena disposición y gana protagonismo la mezquindad política. Todo el mundo sabe que de los expresidentes solo Mujica conserva un liderazgo activo y legitimado en las urnas en 2014. Tiene un importante peso interno en el Frente Amplio por haber sido allí el senador más votado. Pero ni Sanguinetti, ni Batlle, ni Lacalle Herrera fueron candidatos de primera plana en las últimas elecciones. Hablar con ellos es una señal muy importante sí, pero no puede nunca sustituir el diálogo y la negociación con los verdaderos representantes de la oposición hoy en día. Ellos son, en una perspectiva mínima, Lacalle Pou, Bordaberry y Mieres. En una más amplia, que implique también a los referentes de los sectores más votados, la lista incluye a Amorín y Larrañaga.

La mezquindad o el maquiavelismo político pasan por querer hacer creer que el presidente tiene voluntad de apertura al diálogo con dirigentes de la oposición cuando, en realidad, lo que está haciendo es conversar con innegables referentes de esos partidos y de la República toda, pero que fueron principales actores en el pasado. Quizá más cómodo, por causa del acostumbrado entorno de gerontocracia frenteamplista, Vázquez reprodujo una reunión de características similares a las que habitualmente ocurren en su fuerza política, porque de los expresidentes el más joven cumplirá 75 años en julio próximo.

La maniobra es entonces evidente: se ningunea a los que efectivamente son hoy los representantes de la oposición. Se copia la idea del "consejo de ancianos" que planteara Lacalle Pou en la campaña electoral en 2014, pero haciendo creer que ese consejo es también el idóneo para dialogar con la oposición, al punto de fijar dos reuniones con ellos antes de prever sentarse a dialogar y negociar con los partidos que no integran el Frente Amplio y tienen representación parlamentaria.

Lo que verdaderamente está esperando la ciudadanía, en el tema del petróleo pero sobre todo en temas mucho más urgentes e importantes, es un diálogo directo entre el presidente y las principales figuras actuales de la oposición. Las que el pueblo votó en 2014. Las que, notoriamente, son mucho más jóvenes que Mujica y Vázquez, y que representan a la otra mitad del país.

Porque son ellos, y no los expresidentes, los legitimados por el pueblo para tal tarea que implica, por ejemplo, acordar reformas fundamentales en educación y seguridad pública que reviertan la terrible involución colectiva que sufrimos y que hipotecan el futuro nacional.

La mezquindad política de Vázquez no es nueva. En el pasado, con el objetivo de deslegitimar y relativizar el peso fundamental que tienen los partidos de oposición en la representación del pueblo, optó por convocar a "congresos sociales" para escuchar a las "fuerzas vivas" que opinaron sobre temas de sociedad. No es novedad, por cierto, que en el tema educación hubo dos congresos en estos años, y está previsto un tercero con inicio en este 2016 de similares características. Y tampoco es novedad que la inmensa mayoría de las organizaciones no gubernamentales y actores sociales similares, muchas veces financiados directa o indirectamente por el Estado para poder subsistir, son ideológicamente afines a la izquierda.

Es decir que esta mentada apertura a las fuerzas vivas de la sociedad, en realidad lo que hace es ocultar una escucha interesada de los compañeros de ruta frenteamplistas que militan en ellas.

Lo que parecía una buena iniciativa de apertura simbólica, que daría lugar rápidamente a un diálogo formal con los partidos de oposición, se transformó en un instrumento de política menor. Lo que podía ser un antecedente positivo, como es acordar cuestiones vinculadas al petróleo para pasar rápido a temas más urgentes e importantes, se frustró. Sin desmerecer la segunda reunión prevista para inicios de marzo, sería una señal muy bienvenida que todos los expresidentes hicieran pedagogía política y explicaran allí que los representantes de la soberanía popular son los partidos políticos.

Editorial

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Tabaré VázquezEditorial

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