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Gobierno, fútbol y violencia

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Esta adquisición ubica al país en el primer lugar en la región, sobre la promoción de seguridad en los espectáculos públicos", fue la frase del subsecretario del Interior Jorge Vázquez, cuando en 2010 esa Secretaría instaló sus cámaras de vigilancia en el Estadio Centenario.

Se trataba de la concreción del proyecto de "Alta Tecnología", por un monto de US$ 12 millones (sí, doce millones de dólares) que fue votado por el Parlamento. Muchísimo dinero, pero los resultados ni se vieron: las cámaras garantizan muy poca seguridad y desde hace un par de años el Ministerio del Interior y la Asociación Uruguaya de Fútbol están enfrentados por la instalación de un nuevo sistema. Se puede decir que esa frase es solo una más de Jorge Vázquez y el Ministerio del Interior…

El tema de la violencia en el fútbol se ha convertido en una constante de las páginas policiales, aunque sería injusto cargarle todas las culpas. El fenómeno de la violencia es más grave y está instalado en la sociedad y lo del fútbol es solo una expresión más. Se ha perdido cultura, se han perdido valores, se ha perdido educación. Si no empezamos por ahí, cualquier solución que se intente tiene posibilidades ciertas de fracasar. Pero tampoco es cuestión de bajar los brazos y rendirse: un Uruguay sin fútbol es algo impensable. Y no solo por la pasión que despierta, sino también por lo que significa y moviliza: es una extraordinaria fuente de trabajo (no solo de futbolistas) y un producto de muy buena cotización comercial. Vale reflexionar un poco.

—La AUF es la organizadora del espectáculo, la dueña, y como tal es la primera responsable de la seguridad. Pretender que las nuevas cámaras de vigilancia que exige el Ministerio del Interior, en su carácter de autoridad nacional en la materia, sean pagadas por el Estado es descargar en todos los ciudadanos el costo de su adquisición e instalación. No corresponde. Lo que se le exige, debe asumirlo porque es su obligación.

—Se dice que los violentos en el fútbol no son más de 500 entre todas las hinchadas, aunque para un partido "de riesgo" (como puede ser un clásico) se destine muchas veces más de 800 efectivos policiales. Obvio que los paga la AUF o los clubes, pero lo cierto es que la sociedad se ve privada de esa vigilancia por varias horas, porque hay que estar en la previa y en la retirada del estadio. La enorme mayoría de los ciudadanos no puede quedar de rehén de un partido. El fútbol, no los ciudadanos que pagan sus impuestos, debe recurrir a guardias privados para colaborar con la policía, aunque la policía debe estar presente de cualquier manera: son espectáculos donde asisten miles de personas, incluso mujeres y niños.

—Hay que reconocer que la verdadera finalidad de los 800 policías que van al estadio no es proteger a los espectadores tranquilos e inocentes, sino impedir que los barrabravas con camisetas adversarias, separados en las tribunas, se crucen para golpearse, afloren armas blancas o de fuego y el saldo final pueda arrojar muertos o heridos. Concretamente: la policía va para evitar que se peleen y entonces los hacen entrar por puertas separadas, les quitan las banderas "trofeos de guerra" y los hacen salir a distintos horarios por rutas diferentes. Si evitamos la presencia de los energúmenos, los problemas disminuyen o desaparecen.

—Vinculado con ello está el hecho de que siguen existiendo las llamadas "entradas de favor" que son distribuidas entre los "pesados" de las hinchadas. Da la impresión de que son los mismos dirigentes que de alguna manera promueven la presencia de los violentos en los escenarios deportivos y son los propios dirigentes que, a través de sus abogados, se preocupan de "sacarlos" si son detenidos. Parece de principio terminar con la existencia de estas entradas y que todos paguen.

—Debe implementarse un Código de Penas que castigue duramente a los equipos cuyas hinchadas protagonicen actos violentos y aplicarlo a rajatabla. En el básquetbol, sin ir más lejos, equipos históricos como podrían ser Atenas, Goes, Welcome o Cordón, fueron suspendidos en su afiliación y descendieron de categoría. El fútbol pareció en un momento que iba por este camino, pero duró muy poco.

Si la AUF quiere que el fútbol vuelva, la AUF debe defender su espectáculo (sobre todo al "cliente") y demostrar claramente que tiene interés en ello. Debe acatar lo que le reclama el Ministerio del Interior y la Secretaría Nacional de Deportes, que son las autoridades nacionales, y buscar la manera de cumplir con los requisitos exigidos. No hay vuelta: la autoridad se respeta y más cuando tiene razón. El fútbol mueve muchísimo dinero y las cámaras que se le exigen no es un gasto, es una inversión para terminar con los violentos y que las familias vuelvan a disfrutar de una tarde en las canchas.

EDITORIAL

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