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Filgueira y la desconfianza

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Las declaraciones del exsubsecretario de Educación, técnicamente incuestionables, dejan sin embargo la sensación de que o no se ha aprendido nada de los errores de estos años, o que hay un dogmatismo político a prueba de machucones.

Fernando Filgueira es uno de los uruguayos más reconocidos a nivel internacional en materia educativa. Tras haber sido viceministro de Educación en este gobierno, y haber tenido una sonora ruptura con el presidente Vázquez, es ahora uno de los impulsores de Eduy21, una entidad que busca coordinar una propuesta suprapartidaria que permita resolver el acuciante drama de la enseñanza en el país. Sin embargo, la entrevista publicada por El País hace unos días, deja fuertes dudas sobre el alcance y el realismo de estos esfuerzos.

El diagnóstico de Filgueira es más o menos el mismo que vienen haciendo todos los expertos en el tema desde hace al menos 15 o 20 años. Hace falta aumentar el presupuesto, sí, pero el gran problema de nuestra educación es político, y está en que los sucesivos gobiernos no han logrado encarar una reforma del organigrama que permita un control central más fuerte de planes y sistemas de trabajo. Y, a su vez, otorgar más independencia a los liceos y centros de estudio para organizarse a sí mismos.

En ese sentido, las ideas y propuestas de Filgueira son idénticas a las que desde hace años viene proponiendo el Partido Nacional, pero que desde los estamentos educativos, intelectuales y sindicales, han sido siempre calificadas como "neoliberales", "mercantilistas", y toda esa serie de epítetos carentes de imaginación. Pues bien, si la propuesta de Filgueira es tan razonable y compartible, ¿dónde está el problema que revela esta entrevista?

Hay allí un par de cosas que generan incomodidad. La primera, una dificultad asombrosa para decir lo que se quiere sin necesidad de dar rodeos estériles y usar una catarata de palabras para concluir en lo obvio. Es como que el reconocido técnico tuviera temor de que lo que manifieste sea usado en su contra, y en forma permanente debe estar justificando y explicando lo que no hace falta. De hecho, una de las cosas destacables de la entrevista es la capacidad del periodista y los editores para encontrar un título entre ese mar de palabras que diluyen cualquier esbozo conceptual.

Un segundo elemento cuestionable es algo difícil de catalogar si como ingenuidad o falta de amor propio de parte del entrevistado. Consultado sobre por qué no pudo llevar adelante este tipo de reforma desde su cargo en el actual gobierno, Filgueira saca la pelota al córner, y hace todo tipo de filigrana para no decir lo que todos saben: que los intereses corporativos y políticos menores que manejan a la educación se impusieron de forma contundente ante los tibios intentos reformistas del presidente Vázquez. Pero ante la pregunta de si volvería a votar al Frente Amplio, el experto dice que probablemente sí, y que hay mucha gente en ese partido que comparte su visión.

Acá entramos en el meollo del asunto. Es difícil saber si se trata de un dogmatismo ideológico o de una especie de síndrome de Estocolmo, pero resulta asombroso que una persona inteligente, formada, y que ha dedicado su vida a la educación (por lo cual asumimos que debe tener pasión por el tema) pueda hacer declaraciones de este tipo.

Llevamos ya tres gobiernos del Frente Amplio, los tres con mayorías propias en el Parlamento, y todo lo que se ha hecho en materia educativa va exactamente en contra de lo que Filgueira propone. Es más, el último de estos gobiernos, el actual, usó de manera ostentosa a Filgueira en la campaña para convencer a una cantidad de gente preocupada por la educación de que ahora sí se iban a hacer las cosas bien y de manera técnicamente solvente. Eso para luego, a los pocos meses, propinarle una patada en las posaderas y volver a entregar el poder a las corporaciones de siempre y a gente con los folletines anclados en los 60, como el señor Netto y su barra.

Pero vamos a más. Si Tabaré Vázquez y José Mujica, los dos líderes más fuertes de la historia del Frente Amplio (tal vez más incluso que Seregni) no pudieron o no quisieron tomar las medidas que todo el que sepa un poco del tema entiende que hay que tomar, ¿es creíble que un nuevo líder pueda hacerlo? ¿O que un eventual segundo gobierno de Mujica vaya a remediar el desastre del primero? Y la respuesta claramente es que no. En el ínterin, son ya casi 15 generaciones de chicos cuyo futuro se ha hipotecado por ir a contramano de lo que la gente entendida tiene bien claro que hay que hacer. ¿No le duele eso a Filgueira? ¿No lo frustra? ¿No le genera una sensación de impotencia y de haber sido usado vilmente por políticos sin escrúpulos, aunque sean del partido de sus simpatías? Por lo visto no tanto como para decir las cosas con todas las letras, y apoyar a otros que sí están comprometidos con esos cambios. Una verdadera pena.

EDITORIAL

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