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La falsa escuadra de Miranda

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En los sectores republicanos del país, más allá de partidos, se vio con alivio la victoria de Javier Miranda en la elección interna del Frente Amplio. Pareció una señal de que incluso entre la masa más movilizada de ese conglomerado, volvían a primar los valores históricos compartidos por una abrumadora mayoría del país.

Los cuales en los últimos años habían sido avasallados por formas de ver la política asociadas a lo peor de la historia regional. Pero la alegría no duró mucho.

Desde entonces han habido expresiones de Miranda que generan decepción, cuando no pesimismo sobre su gestión.

Empezó con algunos comentarios un tanto camiseteros e infantiles respecto a la oposición. Y siguió con una defensa casi humorística sobre la conducta del vicepresidente Sendic, denunciando una conspiración en su contra por parte de los medios y los demás partidos por su condición de "pichón" de la renovación en el Frente Amplio. Cuando todos saben que si hubo alguien que conspiró contra el futuro político de Sendic, fue el propio expresidente de Ancap.

Pero estos comentarios no son tan graves, y son fácilmente atribuibles a una figura con poca experiencia en la política de trinchera, apurado por mostrar que su victoria fue positiva para sus propios compañeros. Pero luego hizo otros que, estos sí, son graves y generan inquietud.

Ocurrió en ocasión de asistir Miranda al programa Código País de canal 12, donde fue consultado por el periodista Aldo Silva sobre la situación en Venezuela. Ya de pique arrancó mal Miranda, cuando contestó de forma impertinente por qué se le preguntaba sobre Venezuela y no sobre Dinamarca. La respuesta de Silva fue tan elemental como implacable, porque Venezuela es un socio comercial y político importante de Uruguay, y porque sus problemas internos están causando una severa crisis en el Mercosur.

Ahí se profundizó la deriva argumental y hasta ética de Miranda. Sostuvo que "no hay dudas de que hay una crisis política grave" en Venezuela, y que "hay denuncias consistentes de violaciones a los derechos humanos que hay que tener en cuenta". Es más, afirmó que "tengo datos confiables que me dicen que sí, que hay violaciones a los derechos humanos". Pero se negó a entrar en el tema con un argumento de un relativismo y falta de honestidad intelectual asombroso. Dijo: "No me quiero aventurar en una discusión que me puede dejar en falsa escuadra, que me puede generar problemas en la interna, antes de asumir como presidente del Frente Amplio".

Esto es realmente grave. O sea que Javier Miranda acepta que tiene datos confiables de que se están violando los derechos humanos en Venezuela, pero prefiere no decir nada por miedo a que eso le afecte en un cargo político interno y coyuntural. Esto, viniendo de una figura que ingresa de forma reciente en la política sectorial luego de haber hecho carrera ante la opinión pública, justamente, como activista de causas de derechos humanos. Y cuando su principal activo promovido en la campaña era que se trataba de una figura nueva, independiente, sin compromisos, y que podía poner orden en esa jungla de intereses cruzados en que se ha convertido el Frente Amplio.

Ya vemos que no. Si antes de asumir ya se siente tan condicionado a dar su opinión, que tiene que morderse la lengua antes de opinar sobre el tema que ha sido la principal causa vital de su carrera política, ¿qué podemos esperar a futuro?

Pero además hay una conclusión terrible de esta declaración. Lo que Miranda está diciendo en el fondo es que es consciente de que en Venezuela se violan los derechos humanos, pero que no pude opinar porque hay sectores en el FA que pese a eso, están dispuestos a defender al gobierno de Maduro a cualquier precio. Y que esbozar una crítica le puede costar el cargo al que todavía no accedió formalmente.

Esto genera varias preguntas. ¿Qué tan fuerte ha sido el compromiso de Miranda en este tema a lo largo de los años? ¿Qué hubiera dicho Miranda o tantos otros activistas de derechos humanos en Uruguay si un dirigente de otro país se hubiera abstenido de opinar sobre el asunto en los tiempos complicados de la región, para no ganarse un lío político interno en su partido? ¿Vale la pena ser el conductor de una coalición en la que se sabe que hay gente que pone los derechos humanos por debajo de otros intereses políticos menores? Por no sugerir que lo que hay, al menos en varios casos, son intereses económicos.

Sería bueno que Miranda aclarara estas cosas. Si no, aquella alegría que ya mutaba en decepción, se convertirá definitivamente en tristeza.

EDITORIAL

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