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Errores que se pagan caros

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Cuántas veces se le advirtió al gobierno del error que entrañaba adoptar el papel de la cigarra. El de ese bichito inmortalizado por el talento de La Fontaine, que solo se dedicaba a disfrutar del buen clima veraniego.

Ahora que empezaron a cerrar fábricas nacionales y extranjeras, que aumentan los seguros de desempleo, que disminuyen las exportaciones, que baja el precio mundial de los "commodities" que vendemos, que los lecheros se encuentran en estado de pánico, aumenta la evidencia de lo mal que se aprovechó el período de bonanza.

Volvieron a ganar las elecciones, eso sí, ¿pero a qué costo futuro? Se despilfarró, se aumentó el gasto público sin ton ni son, se engrosó un Estado ya elefantiásico al que los uruguayos en general y la producción en particular, se ve obligada a sostener con lo que eso significa de carga tributaria, de encarecimiento del costo país. Lo cual se suma al descontrol en las empresas públicas, como se está constatando últimamente. Los absurdos y costosos negocios de Ancap, convertido en un quebrado holding que ha sobrepasado sin moderación alguna sus cometidos. El sideral aumento de su personal, la falta de inversiones imprescindibles en infraestructura, tanto en lo vial y en lo ferroviario, como para el suministro de agua potable.

Pero las críticas sobre lo que no se hizo, como ser la creación de un fondo para emergencias futuras, tal cual lo hiciera Chile, en vez de gastarse todo y terminar el año con un déficit del 3,5%, se agravan al observar lo que se ha hecho, o intentado hacer pésimamente. Abundan los costosos desaciertos, tales como el de Ancap o Pluna y el 30 de mayo pasado advertíamos desde esta misma página, sobre otra grave situación futura. La construcción de la regasificadora, que va en camino de ser otro fiasco mayúsculo. Que compromete al país en muchos millones de dólares y que tal como la central de ciclo combinado, también trancada, tiene visos de ser un oneroso fracaso.

Más allá del objetivo energético frustrado, existen los riesgos contraídos por el Estado al firmar un contrato altamente desventajoso, tras un discutido proceso de adjudicación. Para profundizar en este tema que preocupa, el diputado Pablo Abdala llamará a sala, en régimen de Comisión General, a la actual ministra de Industria, Carolina Cosse y de no conseguir los votos por falta de acompañamiento del oficialismo, ya que se requieren 50 votos, piensa promover una interpelación para la cual se tiene el necesario tercio en la Cámara. Aunque como de costumbre, la bancada frentista no encontrará mérito para sancionar a los suyos. Pero al menos servirá para poner la lupa sobre lo que ocurre y no perder la esperanza de que se reaccione con algún acierto. Vale la pena transcribir el planteo de Abdala, para tener mejor consciencia respecto de este proyecto de inversión por unos US$ 1.150 millones.

El gobierno ha dicho y repetido que exigiría el cumplimiento del contrato y si no, ejecutaría la garantía por US$ 100 millones. El Estado estaría cubierto y asumiría el control de las instalaciones y activos construidos. Sin embargo, el contrato habilitó a GNLS, (Gas de France y la japonesa Marubeni) que anunció que se retira luego de 160 días con la obra parada al 5 de agosto, a ceder sus derechos sobre los activos a favor de sus acreedores, sin consentimiento de la empresa estatal Gas Sayago. En caso de rescisión, por incumplimiento de GNLS, Gas Sayago deberá pagar por las obligaciones de GNLS si los activos están en garantía, para hacerse de los mismos. Ancap y UTE firmaron una fianza solidaria por la que garantizan todas las obligaciones en forma genérica, ilimitada e indivisible y renuncian a la inmunidad soberana.

No hay seguridad de que Gaz de France responda por las obligaciones de GNLS, según la gerencia de Gas Sayago, dado que la razón social cambió dos veces, antes de ser GNLS SA y no estaría la firma con relación a esta última. Una consultora contratada para evaluar las propuestas había recomendado no adjudicar, pero se siguió adelante. La oferta ganadora además de no ser la más barata, propuso como constructora a la brasileña OAS, (vinculada a los escándalos de Petrobras y motivo aducido para retirarse), no tenía mayores antecedentes en construcciones off shore.

A decir verdad, más que de una planta, se trata de un muelle y el gasoducto que va desde el barco a las cañerías por donde llega el gas. Otro despropósito parece ser el barco que se mandó construir con capacidad para 10 millones de BTU diarios, cuando entre el consumo de Ancap, 200 mil BTU, y UTE, en la peor de las condiciones, se llegaría a 4 millones de BTU al día. La apuesta será venderle a la Argentina, ¿pero por cuánto tiempo?

Editorial

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