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¿Dictador pro tempore?

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La discusión que se ha plantado en el Mercosur sobre el traspaso de la presidencia pro tempore del bloque es mucho más un síntoma de los problemas que acarrea desde hace un buen tiempo, que un episodio que pueda analizarse en forma aislada.

La decisión que se tome ciertamente es relevante en sí misma, pero mucho más importante para el futuro de Uruguay es levantar la mira y ver qué es lo que está pasando en el mundo y por qué estamos tan lejos.

El Mercosur en su creación hace 25 años tuvo un comienzo prometedor, pero su derrotero en lo que va del presente siglo ha sido sencillamente descorazonador. En toda su existencia solo ha firmado 3 acuerdos comerciales, más simbólicos que relevantes desde el punto de vista económico. No han funcionado, como ha sido notorio, los organismos internos de resolución de controversias y, por si fuera poco, todavía se creó con el Parlamento del Mercosur un engendro lesivo de las nacionalidades que componen el acuerdo.

En este contexto se produjo en 2012 una cuestionable suspensión de Paraguay y el mucho más cuestionable aún ingreso de Venezuela, aprovechando inescrupulosamente la exclusión aviesa de la patria de Solano López. Tan compleja fue la situación en su momento que las secuelas llegan, tangibles, y el actual entuerto se encuentra en cuarto intermedio hasta el día de hoy.

Lo cierto es que por un buen tiempo ni siquiera se sabía a ciencia cierta, qué países integraban el Mercosur. Al mismo tiempo, por esos mismos años, Chile, Perú, Colombia y México acordaron integrarse en la Alianza del Pacífico, un acuerdo que ha logrado en menos de un lustro lo que el Mercosur no logró en un cuarto de siglo, es decir la casi completa verdadera libre circulación de bienes y capitales y una plataforma de lanzamiento al mundo. Este último aspecto es crucial: los bloques comerciales sirven si cumplen el objetivo de mejorar las condiciones en que cada uno de sus miembros puede insertarse en la economía global, de lo contrario terminan convirtiéndose en una trampa para el subdesarrollo.

Desde los más remotos tiempos de la historia humana todas las civilizaciones que prosperaron lo hicieron a través del comercio. Este hecho incuestionable sigue siendo válido actualmente, ya que es el comercio el que a través de la división del trabajo y la especialización, permite aumentar la productividad, mejorar los salarios y las condiciones de vida de los seres humanos. Si a partir del siglo XIX y hasta el presente la pobreza en términos porcentuales viene disminuyendo en todo el mundo, es gracias al funcionamiento de la economía de mercado. Se podrá cuestionar distintos aspectos del sistema, pero lo que es seguro es que con cualquier otra forma de organización de la economía hoy seguiríamos en la miseria.

Uruguay ha caído en la trampa del Mercosur y lo peor es que el propio gobierno no es consciente de esta situación. Hasta el canciller, de esfuerzos encomiables en favor de la apertura comercial pese a la oposición de su propio partido, derrapó en este asunto al afirmar que Venezuela es una "democracia autoritaria". Llamemos a las cosas por su nombre, en el país caribeño hay una dictadura atroz, dirigida por un dictador que estrangula hasta el hambre a su pueblo, con la peregrina idea de que podrá mantenerse en el poder utilizando un desvencijado Poder Judicial, desconociendo a la mayoría opositora en el Parlamento.

No es una "democracia autoritaria", basta de eufemismos, es una cruel dictadura aunque la hemiplejia moral característica de la izquierda vernácula le impida reconocer esa verdad más evidente.

El tema en la agenda es si Uruguay debe pasarle la presidencia pro tempore del bloque a Venezuela. Nuestro gobierno es favorable a esa posición, al igual que el país interesado; Argentina ha tenido una posición ambigua (presidente en contra y canciller a favor) y Brasil y Paraguay se oponen.

El conflicto se origina en que el Mercosur aún no se animó a sancionar a Venezuela como lo hizo en un caso mucho más dudoso con Paraguay. En ese momento, Paraguay no asumió la presidencia pro tempore porque, de acuerdo a los demás países, "no están dadas las condiciones democráticas". La única salida honrosa para la tradición democrática del Uruguay es pedir la sanción de Venezuela y de esa forma, zafar de la vergüenza internacional de quedar defendiendo a la dictadura de Maduro, que se hunde irremisiblemente en el fango de su estrepitoso fracaso dejando en sus últimos pasos una larga sombra de desolación, hambre y muerte.

EDITORIAL

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