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La destitución de Dilma

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Quién hubiera dicho en el 2014 que aquella presidenta y candidata a la reelección, Dilma Rousseff, tan enérgica y segura de sí misma, que venció aunque por poca diferencia, a su contrincante del PSDB, Aécio Neves, iba a tener que abandonar el Palacio del Planalto, solo dos años después.

La destitución de Rousseff por el Congreso es un hecho que impacta y sale de lo común, aunque no sea algo inédito en el vecino país, donde la Constitución prevé los mecanismos legales para llegar a una instancia semejante, en casos excepcionales. Es bien conocido el caso del presidente Collor de Melo, quien para evitarse la desagradable experiencia que tuvo que enfrentar Dilma en el Parlamento, prefirió adelantar su dimisión. Curiosamente, a pesar de ese mayúsculo traspié volvió luego al ruedo político y consiguió ser electo como parlamentario. Sorpresas de la política. Y como no hubo votos suficientes, para que Rousseff quedara inhabilitada por 8 años como se planteaba, como sí los hubo para destituirla, es muy posible que volvamos a verla en las trincheras (políticas) a esta combativa mujer que hasta último momento no dejó de pelear, insistiendo en ser víctima de un golpe y ser inocente.

Aun cuando su propia personalidad, no condice con la de alguien fácil de engrupir y de ser engañada alevosamente por su entorno, tanto al ejercer la Presidencia, como al ocupar el cargo de Ministra de Minas y Energía durante el gobierno de su amigo Lula y luego Jefe de Gabinete. Al mismo tiempo en que los monstruosos sobornos en la esfera de la estatal Petrobras y las obras públicas, miles de millones de reales iban a parar a las arcas del PT. El partido con el que llegaron al poder, Da Silva primero y Dilma después. Además de a las cuentas bancarias de correligionarios e intermediarios, en un escandaloso carrusel. No deja de ser llamativo escuchar a Dilma, a Lula y su gente, pontificar sobre la defensa de los derechos impulsados por su gobierno, al trabajo, a la salud, a la jubilación, a la vivienda, a la tierra, sin jamás escucharse una reflexión, un arrepentimiento, por el robo de esas enormes cantidades de dinero. Dinero que debía haberse canalizado para cumplir con esas inquietudes sociales de las que reclaman absoluta paternidad.

La historia de este proceso que cumplió con toda la serie de etapas exigidas por la ley, comenzó en noviembre de 2015. Fue a partir del pedido de un grupo de juristas a la Cámara de Diputados, para abrir un juicio político a la presidenta por maniobras fiscales irregulares y maquillaje de las cuentas del Estado en 2014 y 2015.

A la vez, la independencia y la decidida actuación del Poder Judicial, que no se acobardó ni ante políticos importantes ni empresarios poderosos, pone de relieve la integridad del sistema judicial brasileño, capaz de poner al descubierto y castigar la inmensa corrupción en el sector político y el empresariado.

Ahora el Supremo Tribunal Federal, pasa a ser el próximo escenario, ya que la defensa de Rousseff pretende la anulación del juicio, mientras sus acusadores más duros apelan a la Corte para que Rousseff sea inhabilitada para ejercer cargos públicos, como se hizo anteriormente con Collor. La incertidumbre continúa, entonces, aun cuando no parecería muy factible que se produjera un enfrentamiento de poderes.

Por otro lado, la sociedad ha tenido un rol gravitante. Harta ya de la podredumbre en las altas esferas, empezó a expresarse en forma masiva por las calles al tiempo que Dilma iba cayendo estrepitosamente en el apoyo ciudadano. Ese reclamo se mantiene hoy y Michel Temer, el nuevo presidente que forma parte de un entorno también duramente cuestionado, con varios integrantes de su partido bajo la mira de la justicia, tendrá que preocuparse de responder a esa profunda demanda popular, si bien en dos años no es fácil erradicar prácticas enquistadas a todo nivel.

Y no será esta la única ardua tarea por delante, ya que el gobierno del PT ha dejado a este riquísimo país sumergido en una fuerte recesión y con 12 millones de desempleados. Con elecciones municipales para el 2 de octubre, seguramente las medidas más impopulares, como la reforma de las jubilaciones o la rebaja del gasto público, Temer las querrá dejar para después, pues será complicado obtener el apoyo de partidos que no querrán perder votos en los comicios apoyando leyes poco simpáticas. Sus reconocidas dotes de hábil negociador serán puestas a prueba, mientras su principal aliado, el PSDB, lo presiona para no desviarse del plan de austeridad previsto. Brasileños, uruguayos y toda la región, apostamos por una pronta recuperación del gran vecino.

EDITORIAL

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