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El desaforado clientelismo del FA

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EDITORIAL

El Frente Amplio llegó al poder denunciando un clientelismo de los partidos tradicionales que hoy parece cuento de niños en comparación con el brutal aumento de la burocracia y su política de hacer “favores” a los compañeros.

El Frente Amplio llegó al gobierno en 2005 en medio de una ola de promesas, entre las cuales destacaba la de liquidar lo que llamaba el "modelo clientelista" impuesto por los partidos tradicionales. Hablaba de terminar con un sistema basado en el clientelismo, es decir en una política de distribución de beneficios y servicios para favorecer ciertos intereses particulares. A cambio, se decía, los partidos Nacional y Colorado se beneficiaban del voto del ciudadano agradecido por ese derrame de favores a costa del presupuesto estatal.

Sin entrar ahora a analizar a fondo tales acusaciones, podría suponerse que ante el inmenso aparato clientelista montado por el Frente Amplio en los últimos doce años —que superó con creces cualquier desborde del pasado— la izquierda guardaría recato en torno al tema, pero no es así. Al contrario, causa estupefacción comprobar que sus voceros, sean políticos profesionales o aspirantes a serlo bajo el rótulo de sindicalistas, académicos o analistas presuntamente neutrales, siguen denunciando excesos de otros tiempos sin reparar que tres gobiernos consecutivos del Frente Amplio batieron los récords de clientelismo.

Para empezar está el descarado aumento de la burocracia —al menos 70.000 nuevos funcionarios agregados en algo más de una década para repletar las planillas del Estado— que debiera llenar de vergüenza a sus responsables. Según estadísticas oficiales, cuando Tabaré Vázquez llegó al gobierno por primera vez, en 2005, se convirtió en jefe de unos 230.000 funcionarios públicos. Hoy encabeza una administración pública con unos 300.000 funcionarios. Una cifra en la que no se incluyen los empleados del llamado "Estadito paralelo", esa multitud de empresas públicas que se rigen por el derecho privado, en donde se contrata "a dedo" al personal y se pagan sueltos dignos de un sultanato.

Ni que hablar de lo que significó en los últimos años el ministerio de Desarrollo Social con su postura asistencialista y desde donde se reparte dinero a cambio de nada. O también de la creación de decenas de organismos —una maraña de siglas que atiborran el organigrama del Estado— cuyos objetivos y realizaciones se conocen poco aunque sí se sabe que emplean a cientos de nuevos funcionarios. A ello se agregan situaciones como la de Ancap, con el alud de contrataciones registradas bajo la égida de Raúl Sendic, o los escándalos que hoy surgen a la luz en una ASSE burocratizada al extremo y siempre dispuesta a hacer favores a los "compañeros", aunque en medio esté un asunto tan sensible como el cuidado de la salud pública. O el caso del Fondes, que bajo el invocado manto del noble corporativismo se perdió una millonada de dólares para beneficiar a pura demagogia a grupos afines a la izquierda. Y un largo etcétera.

Un ejemplo de cómo todavía la izquierda machaca sobre los males del pasado, hablando del clientelismo de otrora sin reconocer que esa plaga ha alcanzado su apogeo en la era del Frente Amplio, puede verificarse en un libro publicado el año pasado, bajo la firma del presidente del Banco Central, Mario Bergara, con colaboraciones de técnicos de diversas especialidades. El libro se titula "Las nuevas reglas de juego en Uruguay", una neta apología a la obra de los gobiernos frentistas. El propio Bergara cierra el primer capítulo de la obra con una mención al "manejo clientelístico y elitista del poder" que fue sustituido según él por un "acceso más democrático, transparente y abierto a reglas mejor especificadas". Una sustitución que hoy, en medio de un alud de denuncias contra el FA, parece difícil de probar.

Las frases de Bergara son a pesar de todo bastante medidas (recuérdense sus problemas por hablar de política desde un cargo que le impide hacerlo), pero no es el caso de sus colaboradores en el libro. Sería imposible recolectar todas las citas vinculadas al tema, pero para que el lector se haga una idea hay economistas que escriben allí que el Frente impulsó con éxito "un modelo de desarrollo sustitutivo del clientelista". Hay también cientistas políticos —entre ellos uno extranjero— que denuncian el "carácter endémico del clientelismo" en Uruguay excluyendo a la izquierda del análisis. Peor aún: aseguran que la izquierda logró que en nuestro país "la elite detuviera sus prácticas clientelistas".

A la luz de los excesos cometidos por la izquierda en este rubro, si no son capaces de reconocerlos y hacer una autocrítica sobre el desaforado clientelismo frentista, más valdría que callaran, tan sueltos de lengua como son para descubrir la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

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