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Demasiado serio para obviarlo

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Como están las cosas, la impresión es “el que calla otorga”. O simplemente, es un chocante reflejo del nivel de impunidad en el que se sienten inmersas estas personas que han llegado a los más altos cargos.

Puede parecer algo trasnochado lo que publi- ca la periodista María Urruzola, en el capítulo que más trascedencia pública ha tenido en su reciente libro sobre Eleuterio Fernández Huidobro. Se habla allí de los delitos supuestamente cometidos en plena recuperación de la democracia, a partir de 1985 hasta finales de la década de 1990, por integrantes del MLN. Los que finalmente alcanzaron el poder por medio de los votos, luego de haber sido derrotados en su intento de tomarlo por las armas. Actualmente todos ellos o la mayoría, habrán prescrito, ya que el plazo es de 10 años y como mucho, quince o veinte, según el crimen.

Sin embargo, nunca es tarde cuando de buscar la verdad se trata y sobre todo, si sirve para contraponer los hechos denunciados al edulcorado relato que la izquierda se ha preocupado y ocupado, de vender. Con profusa literatura, con los textos de estudio, en cursos y clases de forma de impregnar los cerebros de los estudiantes con una historia reciente que en realidad es una tremenda farsa. Pero eso sí, muy bien orquestada y gracias a ella, para la juventud y para los de escasa memoria, que son muchos en esta tierra, las acciones terroristas protagonizadas por los tupamaros, hoy amalgamados en el Frente Amplio junto con el Partido Comunista, el Socialista y varios otros que conforman la llamada "colcha de retazos", la sedición habría sido parte de una heroica lucha en contra de la opresión, la dictadura y a favor de los derechos humanos.

Cuando lo cierto es que sus andanzas; secuestros, bombas, robos, asaltos y asesinatos, ocurrieron en un país democrático que se vio sorprendido e inerme ante la oleada criminal que empezó a desparramarse por todos lados, aterrorizando a una sociedad completamente desprevenida. A excepción de ciertos sectores estudiantiles y gremiales, donde hacía tiempo se actuaba para encender la mecha de la violencia y plantar un relato tergiversado de la situación política.

El escándalo que provoca el reciente volumen se debe a la gravedad de lo denunciado. La aseveración por parte de gente vinculada a la organización subversiva indica que volvieron a delinquir luego de recuperada la democracia. Esa que el Uruguay perdió debido al accionar tupamaro y la consecuente salida de los militares de sus cuarteles.

De acuerdo al libro, la gente del MLN volvió a asaltar y robar a fin de hacerse de dinero para financiar la campaña política del MPP. Radios, semanarios, militantes, locales y todo el aparato que le permitió a Mujica llegar a la presidencia, se habría beneficiado con la plata proveniente de estas fechorías. Y lo peor es que se trata de revelaciones que no son nuevas. Otras personas ya habían levantado el velo, como Adolfo Garcé en su edición del 2006, Fernando Leicht en su trabajo sobre Jorge Zabalza en el 2007 y otros libros como el de Haberkorn o el de Amodio Pérez hace menos tiempo, dieron cuenta de estos episodios. El mismo Zabalza, quien ya se había manifestado con anterioridad sobre el asunto, tranquilamente volvió a asegurar que en efecto se había decidido a nivel de la cúpula del grupo, conseguir recursos de la manera que fuera.

Y la evidente connivencia con los terroristas vascos de la ETA con cerca de mil muertos a sus espaldas, hecha explícita en los disturbios del hospital Filtro para impedir la repatriación de algunos de ellos, que terminó con un uruguayo muerto, es de suficiente entidad.

Por lo tanto, con ya algún legislador en el Parlamento, bajo un sistema democrático de gobierno, otra vez habrían cometido acciones criminales para autofinanciarse de acuerdo a su particular criterio, sin ningún respeto por la legalidad.

Aunque haya pasado demasiado tiempo para que la justicia pueda actuar, como dijera Javier García en su columna del sábado pasado, "el delito prescribe pero no la moral". Y ante la importancia de lo que se ha puesto en duda, dirigentes como Mujica no deberían tomarlo a broma.

Si se trata de perjurios, desde la banca en el senado que hoy ocupa, debería enfrentarlos con seriedad y hacer las denuncias de difamación que correspondan. Como están las cosas, la impresión es "el que calla otorga". O simplemente, es un chocante reflejo del nivel de impunidad en el que se sienten inmersas estas personas que han llegado a los más altos cargos, desde la Presidencia a Ministerios como el de Interior o Defensa.

Así como las ironías de parte de los acusados están fuera de lugar, también sorprende negativamente la pasividad que al respecto se observa en los sectores políticos, los cuales parecen tan anestesiados como la sociedad misma, ante dichos sucesos.

EDITORIAL

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