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Crisis en la pesca

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La empresa Fripur cerró su planta de producción en medio de la tristeza e incertidumbre de sus trabajadores. Una trabajadora le dijo a El País que había pasado buena parte de su vida en la empresa: "Fijate —dijo— que yo críe a mis hijos, trabajando en esta empresa, me casé, pasé de todo acá.

Todo lo que tengo ahora es lo que construí en base al trabajo en Fripur y ahora con 51 años voy a tener que salir a buscar trabajo de lo que sea, no sé dónde caeré". En la empresa trabajaban 960 personas.

La compañía, establecida en 1976 y uno de los pioneros en muchos aspectos del sector pesquero uruguayo, se presentó a concurso voluntario de acreedores hace un año.

De acuerdo a la información del Banco Central, a junio, Fripur le adeudaba al Banco de la República créditos vencidos en gestión de cobro por 4 millones de dólares; créditos morosos por 31,1 millones de dólares; y deudas castigadas por atrasos por 3,4 millones de dólares. A ello se suman créditos vencidos con otros bancos.

En total, la deuda con el Banco de la República ascendería a 38,5 millones de dólares.

¿Cómo es posible que se haya llegado a este punto y así? Quizás, esa será otra de las preguntas sin respuesta en la complicada relación que tradicionalmente ha existido entre el Banco de la República y el sector pesquero. Más allá de la especial situación de Fripur en el ambiente político.

Fripur no es la única empresa pesquera en apuros, pero su cierre, con sus importantes consecuencias financieras y laborales, la hace un caso especial. Sobre todo porque es una advertencia de las dificultades más amplias que enfrenta el sector pesquero.

Esos desafíos tienen causas más generales y, lo decisivo, causas directamente asociadas con la evolución del sector pesquero uruguayo.

La pesca de captura se encuentra en permanente estado de turbulencia por diferentes circunstancias sobre las cuales los países y los armadores tienen poco o ningún control. Esos factores incluyen la naturaleza de las especies explotadas, cuya dinámica depende de las corrientes, la salinidad, la temperatura y los nutrientes en aquellos espacios acuáticos. A ello se suma que los principales recursos capturados por la flota uruguaya son compartidos con nuestros vecinos. Finalmente, las características de las pesquerías las hace muy vulnerable a la "tragedia de los bienes comunes". Las consecuencias son conocidas: sobreexplotación y caída de la productividad de las capturas.

Otro desafío que adquiere cada vez más relevancia es el notable desarrollo de la acuicultura.

Por una parte, todo indica que la demanda por productos de la pesca continuará aumentando a buen ritmo en el largo plazo. Por la otra, la capacidad de producción de los mares y océanos es menos elástica, especialmente cuando aumenta la cantidad de pesquerías sobreexplotadas. En cambio, en los últimos tiempos se ha producido una expansión de la acuicultura. La producción de este sector creció de 36,3 millones en el 2002 a 66,6 millones en el 2012.

Finalmente, se aprecia un aumento del número de países que exportan productos pesqueros en el mundo.

La competencia en los mercados de la pesca globales está cambiando sustancialmente y el sector de la pesca de nuestro país debe ajustarse a esos cambios para sobrevivir.

Los problemas del sector en nuestro país son conocidos y de larga data.

Abarcan desde su dependencia de un número limitado de especies tradicionales compartidas (merluza, corvina y pescadilla), hasta la tendencia de disminución de las capturas, una flota pesquera cada vez menos eficiente, y las malas relaciones laborales. Estas últimas desembocan en periódicas huelgas autodestructivas que se traducen en significantes caídas de las capturas.

No es razonable esperar un aumento importante del volumen de la pesca de captura porque la mayoría de las especies objetivo de la flota pesquera uruguaya se hallan plenamente explotadas. Por lo tanto, la única estrategia viable para el desarrollo del sector es concentrarse en exportar productos con una mejor proporción de valor agregado. Pero no sucede así. La mayoría de las exportaciones siguen siendo, como hace décadas, el pescado y los filetes congelados.

Mientras el competitivo mercado mundial de los productos pesqueros cambia en forma rápida y dinámica, en el Uruguay el sector ofrece el panorama de una actividad industrial estancada en el tiempo.

Editorial

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