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Contradicciones en política exterior

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La política exterior que lleva adelante el Ejecutivo está teniendo serias dificultades en la interna del Frente Amplio. Es un problema grave que puede tener consecuencias para la economía del país.

El argumento de los sectores frenteamplistas opuestos al rumbo del presidente Vázquez y del canciller Nin Novoa refiere a las bases programáticas del "Tercer Gobierno Nacional del Frente Amplio 2015-2020", que fueron aprobadas en marzo de 2014. Allí se hace hincapié en la inserción internacional del país en función de la unidad del Mercosur. Se trata, en definitiva, de disposiciones programáticas que van en consonancia con la vieja idea de la patria grande latinoamericana que una parte de la izquierda cree que es el destino natural del Uruguay. Esa fue la política exterior de José Mujica y, por ella, como bien dijo el expresidente en la crisis con Paraguay, "lo político está por encima de lo jurídico".

En una de las partes que trataba del avance comercial que ya en 2014 mostraba la Alianza del Pacífico, y que tiene como principales protagonistas a Chile, Perú, Colombia y México, el programa del Frente Amplio señalaba que "se reconoce el espacio comercial de la Alianza del Pacífico, al que Uruguay pertenece como miembro observador. La pertenencia plena a este mecanismo solo será posible en la medida que no confronte con nuestros objetivos de integración y negociación en el Mercosur".

Así las cosas, el Movimiento de Participación Popular, la lista 711, el Partido Comunista, Casa Grande y el Partido por la Victoria del Pueblo señalaron la semana pasada en la reunión de la agrupación de gobierno, que la iniciativa del Ejecutivo de flexibilizar el Mercosur contradice este programa con el que el Frente Amplio ganó las elecciones.

Todos estos sectores más radicales de la izquierda también señalaron su escepticismo con respecto a la firma de tratados de libre comercio. "La estrategia debería pasar por fortalecer alianzas necesarias para ganar poder de negociación". Aquí el mensaje es claro y refiere a los intentos de Cancillería por promover este tipo de acuerdos, como es el caso actual con Chile. Recientemente y luego de un viaje a ese país, el propio senador Mujica había declarado en el mismo sentido, cuando dijo que no creía en los tratados de libre comercio bilaterales.

El objetivo es siempre el mismo: no "cortarse solo". Los avances en negociaciones de aperturas comerciales deben ir siempre de la mano de la voluntad de Brasilia, Buenos Aires y Caracas, que son las capitales importantes del Mercosur. La agenda alternativa para estos grupos es una "agenda proactiva hacia el Mercosur" que podría "relanzar el debate sobre política industrial, tratamiento regional de asimetrías, infraestructura, estándares de protección ambiental y laboral en sintonía con lo ya acordado en el marco de la declaración socio- laboral del Mercosur".

El problema es que en plena campaña electoral, mientras que el programa de gobierno afirmaba esta primacía del Mercosur, otra parte de la izquierda decía algo distinto. El actual subsecretario de Economía, por ejemplo, afirmaba en ese entonces en un debate sobre propuestas económicas organizado por el Banco HSBC, que "en materia de inserción hay que explorar la asociación con otros bloques comerciales. El Mercosur debe funcionar muy bien, así como está hoy es una traba para Uruguay". Pero por ese entonces nadie en la izquierda se detuvo sobre esas contradicciones: lo importante era ganar las elecciones a cualquier costo.

Hoy que Brasil sufre en una crisis política y económica enorme, que Argentina se plantea una política exterior muy distinta a la del período kirchnerista, y que Venezuela vive un descalabro social y económico cada vez más grave, el Mercosur es una traba gigantesca para el desarrollo nacional.

El planteo de apertura al mundo del canciller Nin Novoa es entonces tan necesario como razonable. Ya hubo que salir del ámbito del TISA por decisión del Frente Amplio. ¿Qué pasará cuando en unas semanas más lleguen a buen puerto las negociaciones de libre comercio con Chile? ¿No será votado en el Parlamento por esta izquierda ideologizada que repite el verso de la patria grande y aspira a ser una provincia argentina más o tal vez una especie de Cisplatina del siglo XXI?

De la mayor apertura al mundo depende nuestra prosperidad económica, sobre todo en este contexto de fuerte crisis regional. Ojalá que esta vez el país no pierda el tren del progreso, como ya ocurrió en tiempos de Vázquez y Gargano con Estados Unidos.

EDITORIAL

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