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La contienda peruana

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Difícil encontrar un mejor adjetivo para describir a las elecciones peruanas, del domingo pasado, que el de “reñidas”.

El suspenso y la emoción para los dos contrincantes debe de haber sido superlativo, hasta que el jueves finalmente ya nadie en el Perú dudaba de quién sería el próximo presidente de Perú. Pablo Kuczynski, un economista liberal de 77 años, de apellido impronunciable, con conocida trayectoria dentro y fuera de fronteras, a quien los peruanos hábilmente han bautizado como PPK.

Solo entre la huestes de Keiko se resistían a reconocerlo hasta que se abrieran las 173 actas electorales que quedaban en el tribunal electoral. Algo si se quiere comprensible, ya que en la primera vuelta los fujimoristas ya habían probado el dulce sabor del triunfo, al obtener 73 de las 130 bancas de diputados en el Congreso. Y también era seguramente amargo, tener que reconocer que por segunda vez -la primera fue en 2011 frente a Ollanta Humala- no había podido llegar al sillón presidencial, esta vez por una diferencia de unos 41.000 votos.

La hija de Fujimori lleva un nombre que así como le atrae votantes también los repele por su apellido. La siguen aquellos que recuerdan cómo su padre fue el primero en darle un golpe de verdad al terrorismo que se había instalado en el país, o los que saben que Alberto Fujimori resolvió con impresionante eficacia el rescate de los rehenes atrapados en la embajada de Japón y ha recibido el apoyo de los que piensan que sería un gobierno que mejoraría la seguridad ciudadana, uno de los primeros temas de preocupación de la gente.

Un porcentaje de los indecisos, esos que pensaban votar en blanco o no votar, acudió a las urnas ante el panorama de desconfianza que generó la aparición de un audio trucado, con el fin de desviar la atención sobre las investigaciones de la DEA contra el secretario general del partido, por lavado de dinero. Un escándalo que despertó reminiscencias de los métodos fujimoristas. La división en el electorado peruano quedó claramente reflejada el domingo y al mismo tiempo implica que el triunfo de PPK tiene mucho de fortuito, porque no todos sus votantes lo acompañaron por considerarlo el mejor candidato, porque comulgan con sus ideas y porque confían en su capacidad de economista internacional, así como comulgan con sus convicciones democráticas y liberales.

Por el contrario, hay muchas más diferencias en el enfoque macroeconómico, en la visión socioeconómica de PPK vis a vis la agrupación izquierdista liderada por Verónika Mendoza, que le prestó sus votos con tal de impedir que Keiko se alzara con la victoria, que con su reciente adversaria. Tanto el futuro presidente como Keiko, consideran que el gran peligro que enfrenta Latinoamérica es el virus del populismo estilo chavista que bastante se ha esparcido ya por el continente, produciendo inmenso daño en las naciones que caen bajo esos cantos de sirena, tal como se puede apreciar, por ejemplo, en la rica y a la vez paupérrima Venezuela.

Donde no solo se ha extendido la pobreza, sino el crimen y las violaciones al estado de derecho, a las instituciones y a las libertades individuales. Mientras que Perú lleva años de crecimiento y mejoras sociales, ocupando un lugar de liderazgo entre los países sudamericanos.

O sea, que en estas elecciones la mayor contienda no ha sido entre dos puntos de vista y enfoques políticos opuestos de los contendientes, sino que la verdadera oposición ideológica la tiene PPK dentro de un sector de sus propios votantes. Quienes así como lo respaldaron en esta ocasión, seguramente le van a tratar de cobrar caro sus votos, más allá de que no haya sido un arreglo de coalición sino fruto del sistema de balotaje. Seguramente no le van a dar ni un minuto de tregua y sabedor de su debilidad en el Congreso, PPK se ha preocupado desde su primera alocución, en hablar de tender puentes, de escuchar y dialogar, resaltando la importancia de la unión de los ciudadanos para sacar adelante al Perú y mejorar la vida de todos los peruanos.

Deberá negociar y consensuar para poder gobernar pero se trata de alguien reconocido como una persona más componedora que antagonista, así que lo suyo habrá de ser un hilar fino de continuo. Aparte de los problemas políticos, PPK deberá lidiar con un país que a pesar de haber crecido al 9%, ahora un envidiable 3%, tiene aún grandes deudas sociales. Hay desigualdad, crimen y disconformidad con la salud, el transporte, la educación y si bien han subido la plata y el oro, hay problemas de caja para financiar el gran plan de infraestructura prometido por el nuevo mandatario.

EDITORIAL

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