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La Concertación en dificultades

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El Partido de la Concertación en Montevideo es una herramienta política y electoral que puede tener muy buenos resultados. Pero si es mal utilizado puede terminar hundido en la vergüenza y el ridículo.

El proceso electoral de mayo de 2015 tuvo enormes dificultades. Los candidatos a priori más firmes de los partidos tradicionales, Jorge Gandini y Ney Castillo, terminaron siendo sustituidos por figuras sin tanta trayectoria electoral para la opinión montevideana. Por si fuera poco, en escasos meses, Novick, una figura desconocida hasta ese momento, logró marcar un perfil renovador, opositor y claro en Montevideo. La ciudadanía prefirió claramente esa opción independiente dentro de Concertación, y por ello nueve de los 13 ediles electos por ese partido lo fueron en listas que apoyaron su candidatura a la Intendencia.

El gran desafío de estos meses para la Concertación debía de ser entonces definir cómo pararse frente al gobierno frenteamplista de Martínez. Porque sabido es que tras la conjunción electoral opositora se mantienen estructuras partidarias importantes, y que en el caso, además del Partido Nacional, se logró el apoyo de la ciudadanía de Montevideo para gobernar dos alcaldías en zonas densamente pobladas. Desde ese pie de apoyo político plural, con responsabilidades de control en la Junta Departamental, de representación de la oposición en la opinión y del ejercicio de poder en alcaldías, se hacía muy necesaria una coordinación profunda de esfuerzos para potenciar las chances de una alternativa seria y creíble para la capital.

Lejos de tomar ese rumbo, las denuncias cruzadas que se han conocido en estos días sobre posibles votos afirmativos en la Junta Departamental que habilitarían un endeudamiento de la Intendencia para sustentar obras para la administración Martínez, a cambio de cargos en el gobierno municipal, dejan en realidad muy mal parada a la Concertación.

Por un lado, porque dan la sensación de que no hay ninguna coordinación entre los ediles electos por distintas candidaturas a la Intendencia de ese partido. Están en un costado los nueve de Novick con sus divisiones, y en otro costado los cuatro electos que apoyaron a Garcé, sin diálogo real entre ellos. No hay agenda común, no hay posición política acordada, no hay temas prioritarios comunes para tratar. Es decir, no hay nada que haga pensar que están funcionando como una bancada electa con la idea de fortalecer una oposición en Montevideo hecha de esfuerzos electorales múltiples, tal como la gente votó cuando se planteó apoyar a ese partido en la elección municipal. Por otro lado, porque dan la sensación de un sálvese quien pueda individual, en donde importa mucho más la suerte de tal o cual compañero o sector para acomodarse en la función pública, que un debatido y profundo análisis de qué es lo mejor para Montevideo y qué señales se da a la opinión pública sobre la fortaleza de la alternativa en la capital.

Por si todo esto fuera poco, distintos operadores políticos de Novick recorren medios de prensa y visitan departamentos del Interior con la idea, siempre presente, de que la Concertación debiera extenderse fuera de Montevideo.

Nunca queda claro si se trata de una voluntad que potenciaría los acuerdos entre blancos y colorados de esos departamentos visitados, o si es una voluntad que en realidad quiere sondear hasta qué punto hay base política para llevar a Novick como candidato presidencial de una especie de Concertación diferente a la actual, que pasaría a estar al servicio de quien fuera un circunstancial candidato por Montevideo, y que competiría entonces contra los partidos tradicionales en 2019.

En todos los casos, esas voces que pretenden hacer de la Concertación un instrumento en distintos departamentos pero que no se preocupan por apoyarse en las estructuras y autoridades partidarias blancas y coloradas que ya existen, están naturalmente llamadas a fracasar. Porque en su apuro están olvidando la génesis misma de la iniciativa política de la Concertación, que fue la de promover un acuerdo entre partidos ya existentes para un programa y acción electoral común. Nunca fue la de potenciar un partido nuevo sin verdadero sustento ideológico, político y social.

Es así que el estado actual de la Concertación deja la sensación de vergüenza ajena, porque no respeta la idea original para la cual fue pensada como herramienta electoral. Pero, sobre todo, deja la sensación del ridículo, porque está mostrando estar lejos de ser una alternativa seria para Montevideo.

Editorial

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