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2019 como "circunstancia crítica"

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¿Por qué la elección de 2019 se vuelve circunstancia crítica para nuestro país? Porque nos enfrentaremos a una opción meridianamente clara, no solo en términos políticos, sino en cuanto a qué país queremos a través de esa elección.

En un best seller reciente de la literatura económica, "Por qué fracasan los países" Daron Acemoglu y James Robinson argumentan que las instituciones son las determinantes de largo plazo del desempeño económico de los países. Descartan otras teorías, como la geografía, la cultura o la ignorancia y analizan numerosos casos en que la diferencia entre lo que denominan "instituciones económicas inclusivas" o "instituciones económicas extractivas" determina la suerte de una sociedad.

Insisten en un punto particularmente importante para cualquier país en cualquier época, y es que ese destino, de prosperidad o pobreza, no estaba determinado de antemano por ninguna razón inamovible. Es más, muchas veces, tanto el poder encauzarse en un camino virtuoso de crecimiento o en un círculo vicioso de pobreza depende de una circunstancia crítica ("critical juncture") que determinó los acontecimientos posteriores.

Quizá el ejemplo más contundente que manejan en su libro sean las consecuencias que tuvo la inesperada y decisiva victoria de los ingleses contra la Armada española en 1588. De haber ganado los españoles, habrían consolidado el monopolio del comercio atlántico y puesto en jaque a la Reina Isabel I, pero el triunfo inglés abrió este comercio para los británicos y, por una cadena de hechos impredecibles en ese momento, condujo cien años después, a la Revolución Gloriosa de 1688 y con ello, al desarrollo de la revolución industrial que convertiría al Reino Unido en la primera potencia global.

Los argumentos de Acemoglu y Robinson vienen a cuento de la realidad que vive nuestro país y, en particular, respecto de las elecciones nacionales que viviremos en 2019. Una elección en un país democrático responde efectivamente a las características que describen los autores mencionados, brinda a la sociedad una alternativa que en algunos casos puede determinar rumbos bien diferenciados y con consecuencias de largo plazo. De haber tenido otra suerte electoral algunos de los personajes más recordados de la historia universal (para bien o para mal) nunca habrían pasado de ser una nota al pie y se hubieran evitado transformaciones revolucionarias y exitosas y, del otro lado, también se hubieran evitado guerras o conflictos terribles.

¿Por qué la elección de 2019 se vuelve una de esas circunstancias críticas para nuestro país? Porque nos enfrentaremos a una opción meridianamente clara, no solo en términos políticos, sino en cuanto a qué país queremos a través de esa elección colectiva, con nítidas preferencias culturales, institucionales y de valores.

Supongamos, siguiendo a las principales encuestadoras, que nos enfrentamos en noviembre de 2019 a la alternativa de escoger entre Luis Lacalle Pou y José Mujica, para ponerlo en negro sobre blanco. Luego de 15 años de gobiernos frentistas nos toca elegir por validar un rumbo que a pesar del crecimiento económico, producto de la coyuntura internacional (como lo demuestra el crecimiento similar de otros países de nuestro continente) sabemos y sentimos en el día a día, que estamos viviendo peor que antes. La seguridad es un problema que afecta a todos, con la vida en riesgo palpable; la educación amplía las desigualdades sociales en vez de reducirlas, comprometiendo el futuro en forma desoladora; la salud no brinda respuestas en tiempo y forma a los uruguayos, demostrando el fracaso de la reforma de Olesker, y un largo etcétera que el lector conoce y padece.

Pero más importante aún es qué realmente desea el pueblo uruguayo. ¿Nos conformamos con la mediocridad, el despilfarro, el clientelismo, la corrupción y la desidia que han caracterizado a los gobiernos del Frente Amplio o aspiramos a algo mejor para nuestra sociedad? ¿Vamos a aceptar de brazos cruzados que el desastre que fue el gobierno de Mujica se adueñe del poder, para terminar de destruir lo bueno y noble que todavía queda en nuestro país?

Vamos a vivir una "circunstancia crítica" en 2019, de la que dependerá el futuro del Uruguay. Podemos seguir por la debacle en la que vamos o podemos ponerle el hombro al país para sacarlo adelante. Si el hartazgo se encuentra con la esperanza en 2019 se abre un camino de optimismo y regeneración nacional.

Vaya si valdrá la pena asumir la responsabilidad que le cabe a cada uno de nosotros, y a todos como sociedad, para lograr un cambio que abra las puertas al país que soñamos, merecemos y podemos alcanzar.

EDITORIAL

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