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Entre la cautela y el radicalismo

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Los datos del crecimiento de la economía uruguaya en el primer trimestre del año estuvieron alineados con las expectativas de los analistas, incluidos los del Ministerio de Economía.

En la comparación interanual, el crecimiento del primer trimestre de 2015 fue de 4% frente al mismo período de 2014, mientras que el crecimiento desestacionalizado contra el último trimestre del año pasado fue de 0,6%.

Estas cifras, sumadas a las expectativas para el segundo trimestre (oficiales y no oficiales) confirman un proceso de desaceleración que no se detendrá, por el contrario, tenderá a acentuarse durante el año en curso. Cuando se analiza el desempeño de los sectores de actividad se observa que la tasa agregada esconde comportamientos disímiles. En relación al último trimestre de 2014, el índice de volumen físico muestra variaciones negativas en sectores claves como el agropecuario, la construcción y, particularmente fuerte, en la industria, con una caída de 4,4%. La agropecuaria es esencial para las exportaciones, la construcción para el empleo y la industria para la generación de valor agregado. En tanto, crecieron los sectores comercio y hotelería, transporte y comunicaciones y electricidad, gas y agua.

En declaraciones a El País sobre los nuevos datos el ministro de Economía Danilo Astori manifestó que "el segundo trimestre va a mostrar un poco más de desaceleración, que es lo que Uruguay está viviendo ahora" y agregó que "es un estímulo para seguir trabajando con mucho cuidado en política económica y fiscal". De esta forma el ministro sigue la línea de cautela que lo ha caracterizado, al menos en sus manifestaciones, desde que reasumió el cargo en marzo de 2015. Deberá refrendar esta actitud en hechos concretos, y la oportunidad es naturalmente la elaboración del presupuesto nacional que entrará en poco tiempo más al Parlamento para su discusión.

Al ser este el tercer gobierno del Frente Amplio con mayoría absoluta en el Poder Legislativo, hay hechos estilizados de las administraciones anteriores que marcan pautas para lo que vendrá. La oposición estará pintada, ya que su opinión no incidirá en un debate que se dará al interior de la "fuerza política" gobernante. Dentro del oficialismo se delinean dos posiciones: la de los moderados que prefieren ser cautos y no arriesgar la estabilidad macroeconómica con un aumento del gasto imprudente, y la de los radicales, para los que nunca es mal tiempo para seguir engordando al Estado.

La posición de los radicales fue expresada sin tapujos por el presidente de la Cámara de Representantes (y una figura ascendente dentro del MPP) Alejandro Sánchez, en una entrevista con El País el sábado pasado: "En un país como Uruguay donde no hay plata para todo, hay quienes tienen un enorme miedo al gasto, la oposición sin lugar a dudas. El problema es que nos contagiemos de ese miedo, que nos contagiemos en el Frente Amplio de ese terror de que no se puede gastar".

El tema no es cuestión de valentías insensatas, pasa sencillamente por lograr la sostenibilidad de las cuentas públicas. No se trata de quien tiene miedo o no, sino de ser consciente que la fiesta terminó y ya venimos resaqueados por el aumento sideral del gasto de los años anteriores, que de no moderarse nos llevará a una situación muy compleja.

El astorismo tampoco tiene muchas credenciales para hablar, ya que aceptaron mansamente que les pasaran por arriba en los dos presupuestos anteriores y en cada rendición de cuentas. El primer round en esta administración, además, que fue la discusión sobre si debía construirse el Antel Arena, fue una demostración más de la intrascendencia de la opinión de Astori y una nueva derrota para los moderados.

Por tanto, ante la actual composición de la bancada parlamentaria oficialista es difícil pensar que pueda salir de allí un presupuesto razonable para las actuales circunstancias. Es vital comprender que los derroches del pasado fueron posibles por una fortuna extraordinaria en las condiciones internacionales que permitieron que la economía uruguaya siguiera creciendo a buen ritmo, lo que ahora no va a ocurrir.

Ante la debilidad consabida de Astori y su ductilidad para admitir cualquier zafarrancho, el presidente Vázquez deberá ejercer plenamente su liderazgo en este tema, como parece decidido a hacerlo. Es casi la última carta que le queda al Uruguay para no encaminarse hacia el precipicio con los ojos abiertos.

Editorial

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