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Bolívar y un pueblo desesperado

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La reacción de nuestro gobierno frente a la violación de los derechos humanos en Venezuela es vergonzante y solo puede fundarse en la existencia de ideas transpersonalistas y compromisos reñidos con caros principios históricos.

Simón Bolívar dejó escrita en la Carta de Jamaica una breve frase: "rara vez la desesperación no ha arrastrado tras de sí la victoria". Se refería a que los pueblos desesperados siempre terminan alcanzando la libertad.

La represión, los presos políticos y la corrupción del gobierno de Maduro se enfrentan a un pueblo desesperado. Que no tiene eco en nuestro gobierno, que cada vez que se ha rasgado las vestiduras en nombre de la libertad y sus derechos lo ha hecho con una lamentable expresión hemiplégica.

El Frente Amplio solo apuesta a la democracia pluralista para llegar al poder. Pero en la esencia su ideología totalitaria se mantiene; durante estos años, poco respeto ha tenido por el Estado de Derecho, y lo ha utilizado como instrumento para consolidar en forma creciente el deseo de permanecer indefinidamente en el poder.

El socialismo y el marxismo poco tienen que ver con lo que la sociedad uruguaya entiende por libertad: concepto que por otra parte bien definido y protegido está en nuestra Constitución. Veamos: Alfredo Zitarrosa uno de los artistas más destacados del Uruguay era un comunista confeso; su mensaje se filtraba con sutileza en canciones de contagioso ritmo y sentimiento como el candombe "Doña Soledad" y la litoraleña "María Pilar" en las que se preguntaba al pasar "qué es lo que quieren decir con eso de la libertad"; "y de qué nos sirve la libertad". Y eso lo planteaba en tiempos en que nuestra democracia no sufría los atentados de los radicales tanto de un lado como del otro.

Eso explica las diferencias internas que existen en el Frente Amplio, porque lo que muchos entienden por libertad, nada tiene que ver con la tolerancia y la convivencia entre mayorías y minorías. El partido único es la respuesta y la concentración de poder la forma de imponer una verdad unilateral por la violencia o el funcionamiento del sistema.

La reacción que nuestro gobierno ha tenido frente a la violación de los derechos humanos en Venezuela es vergonzante y solo puede fundarse en la existencia de ideas transpersonalistas y compromisos políticos reñidos con los principios históricos de nuestra política exterior.

Esta posición es insostenible. Hablar de diálogo con el gobierno de Maduro es un acto de cinismo; mucho más cuando se invoca el principio de no intervención en lugar de recordar que nuestros países están obligados por cláusulas democráticas en varios Tratados vigentes.

El régimen del gobierno venezolano es un fascismo tropical respaldado por Fuerzas Armadas cómplices en la creación de un narco Estado, apoyado por milicias entrenadas por cubanos que, como pago del petróleo recibido, gobiernan Venezuela desde adentro. Basta citar que Chávez eligió morir en la Habana y la sucesión se cocinó entre "compañeros" fuera del país.

La verdad es que no cuesta esfuerzo identificar un Estado donde se respetan los Derechos Humanos, que no teme a la expresión de las urnas y que hace de la tolerancia el motivo de su expresión política. De igual forma que nunca podría ser reconocido un gobierno cuyo Presidente anuncia públicamente que lo "que no consiga por los votos lo alcanzará por las armas".

¿Pero adónde hemos llegado? Nuestro gobierno ¿no puede decir claramente que la libertad de pensamiento y de expresión integra nuestra mejor esencia democrática? ¿Quién ignora que cada palabra es negociada entre los integrantes del Poder Ejecutivo y el propio Frente Amplio? ¿El gobierno uruguayo siente que cumple con sus compromisos haciendo una "exhortación" al gobierno de Maduro cuando se mata a la gente, no hay alimentos ni medicinas y se violan todos los derechos humanos? ¿Quién define nuestra política exterior? ¿El Pit-Cnt? ¿Qué estaban haciendo en Venezuela dirigentes sindicales autodesignados veedores de una elección fraudulenta rechazada por el pueblo y la comunidad internacional? ¿Eso no es intervención?

Que quede claro: los representantes de la central sindical son simples partidarios de un gobierno fascista bolivariano que reprime salvajemente; ¿podrían ellos decir sin ingresar en el ridículo que todas esas víctimas son parte de una oligarquía financiada por el terrorismo político de los EE.UU.? ¿Quién en nuestro país puede justificar la violencia de un gobierno que pretende imponer la elección de una constituyente con un carnet para cada ciudadano?

El cinismo moral es tal que Nicolás Maduro manda matones a violentar el Parlamento, sustituye sus funciones por un Poder Judicial sumiso a sus dictados, viola los derechos humanos de un pueblo desesperado como refería Bolívar. Mientras tanto, la voz de nuestro gobierno no se oye con la firmeza que hace a todo país respetable.

El precio que el pueblo venezolano ha pagado hasta ahora es inaceptable. No es un tema de ideologías, es una definición de la dignidad humana.

EDITORIAL

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