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Bergara contra la "patria financiera"

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Ese fetichismo casi fisiocrático que opone “mundo financiero” y “mundo productivo” podrá ser creíble en un dirigente del Pit-Cnt, pero no en alguien con la formación de Bergara.

El presidente del Banco Central, Mario Bergara, viene impulsando reformas para matar lo que se ha dado en llamar el secreto bancario en Uruguay. Ante algunos cuestionamientos publicó una columna en El País donde ataca a quienes lo critican, y aspira a hacer algunos comentarios sarcásticos, al filo del humor. El contador y economista Bergara, como columnista, es un buen contador y economista.

A grandes rasgos, Bergara plantea tres cosas para defender su accionar. Primero, que debido a la crisis en los países ricos, los tiempos en que Uruguay podía beneficiarse de un sistema bancario "opaco", son historia. Segundo, que el secreto bancario beneficia a quienes tienen dineros sucios, y que defenderlo en aras del derecho a la intimidad y privacidad de las personas, ni se justifica, ni tiene mayor sentido.

Y por último hace una consideración política en el sentido que desde que su partido llegó al poder, habría habido un cambio de paradigma, pasando de lo que llama "una patria financiera" a la que "se subordinaban otros sectores", a tener un "enfoque integrado" casi mágico, donde todos los sectores se coordinan de manera productiva, honesta, humana, social (sobre todo social) y ainda mais.

Lo de que los tiempos han cambiado, es verdad. Los mismos países que crearon los paraísos fiscales con sus normativas impositivas, ahora pretenden eliminarlos para poder echar mano a ese dinero y tapar los agujeros producto de su gasto desmedido. Ahora bien, ¿esto es consecuente, es a largo plazo?

Porque alguien podría argumentar que con las tasas impositivas que tienen esos países, la tentación (y el premio) de escapar a su voracidad es cada vez mayor. Y en un mundo con figuras como Trump y Putin, ¿es realista creer que se podrán implementar políticas globales sensatas? Al menos, es discutible, pero tampoco debería ser esto el eje de discusión.

La clave del asunto, más allá de sarcasmos, viene en el segundo punto.

Lejos de ser una frivolidad digna de ser sacrificada, como dice Bergara, el derecho a la intimidad y privacidad son parte imprescindible de un sistema republicano. Es natural que Bergara, obsesionado con su especialidad, no entienda esto. Pero la clave de la democracia es que el fin nunca justifica los medios. Y el mejor fin imaginable, del cual no parece estar nada cerca dar recursos para que los políticos sigan gastando de forma miope y al filo del delito (¿alguien dijo Ancap?), no justifica dar herramientas al poder para que pueda hacerle un análisis colorrectal al patrimonio del ciudadano. Rico o pobre, no importa.

Si algo se sabe en el mundo de las leyes y la política es que todo el que tiene un poder, eventualmente abusa de él. Por eso los rígidos sistemas de pesos y contrapesos que han sido la receta de éxito de la democracia liberal. Además, siguiendo el razonamiento de Bergara, con el avance tecnológico y de la globalización, el hecho de ofrecer un sistema que respete la privacidad e intimidad de la gente honesta, lejos de ser una carga, es razonable creer que pasará a ser un activo cada vez más cotizable.

Pero es en el último argumento donde Bergara patina más, y deja entrever sus nada veladas ambiciones políticas. Y es cuando sale con esas sanata sobre la "patria financiera".

La industria financiera es una industria como cualquier otra. Perdón, es mejor que muchas otras, ya que genera puestos de trabajo de altísima calificación y salarios. Los países matan por ser sede de estas industrias, mucho más que de la celulosa o la soja. De hecho, el Brexit comenzó como una reacción británica a la voluntad de Bruselas de limitar esa industria en aquel país. Bobos, los ingleses, no son.

Pero además, no existe esa contradicción entre industria financiera y otros rubros, ni esta exige la "subordinación" de ningún otro sector. Por el contrario, el tener una masa crítica de gente formada en finanzas, y los capitales que suelen acompañarlos, solo potencia el desarrollo de otro tipo de negocios. Ese fetichismo casi fisiocrático que opone "mundo financiero" y "mundo productivo" podrá ser creíble en un dirigente del Pit, pero no en alguien con la formación de Bergara. Alguien que, además, con su esquema de letras en pesos a 13% de interés, es el jerarca favorito de cuanto especulador hay en la vuelta.

Es posible que el mundo vaya al fin del secreto bancario. Difícil saberlo. Pero si nos vamos a subir a ese carro, debería ser argumentado de manera solida y consistente, como bien podría hacerlo Bergara si lograra desprenderse de consignas primarias y que no parecen respetar mucho la inteligencia de la gente.

EDITORIAL

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