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Amigos que respetan el Derecho

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El Uruguay siempre ha defendido -y lo sigue haciendo- el derecho del pueblo judío a tener su territorio. Ha rechazado todas las agresiones que Israel recibió, ya fueran militares, terroristas o políticas. Seguimos siendo amigos, pero el Derecho hay que respetarlo.

El Estado de Israel ha enseñado que la capacidad de llevar adelante un proyecto de país depende de su decisión y fortaleza en defender su territorio y los derechos que los principios y las normas del Derecho Internacional le reconocen.

Durante años Israel ha tenido el respaldo del Uruguay con su voto en Naciones Unidas desde su creación como Estado. El derecho a su existencia siempre fue defendido por nuestro país, y cada vez que sufrió una agresión o fue víctima de un acto de violencia o terrorismo, como en el caso del atentado a la AMIA, la solidaridad del pueblo y los gobiernos del Uruguay se expresó con contundencia y claridad.

Tan es así, que el primer monumento en Sudamérica que recuerda el holocausto del pueblo judío fue inaugurado en 1994 en el Uruguay con la presencia del primer ministro Shimon Peres. Esto hace a la amistad entre dos pueblos y sus sucesivos gobiernos, siempre regida por la referencia ética más importante que es la vigencia del Derecho y de la Solución Pacífica de las Controversias.

Sin embargo, en estos días la relación se ha deteriorado por la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU (14 a favor con la abstención de los EE.UU.) que acompañada por Uruguay "reitera que Israel ponga fin de inmediato y por completo a todas las actividades de asentamiento en el territorio palestino ocupado, incluida Jerusalén Oriental, y que respete plenamente todas las obligaciones jurídicas a ese respecto".

La situación es preocupante porque el primer ministro Netanyahu anunció que Israel no cumplirá dicha resolución, y dispuso represalias diplomáticas contra doce Estados de los quince que integran el Consejo. Por otro lado argumentó, enfilando directo contra el presidente Obama, que "los amigos no llevan sus amigos ante las Naciones Unidas".

Lamentablemente el primer ministro israelí está equivocado. Los amigos fortalecen sus vínculos cuando no ocultan sus discrepancias y, sobre todo, cuando en temas tan sensibles como la paz internacional defienden el mismo derecho que se invoca cuando un Estado amigo es agraviado.

El Uruguay siempre ha defendido —y lo sigue haciendo— el derecho del pueblo judío a tener su territorio. Ha rechazado todas las agresiones que Israel recibió, ya fueran militares, terroristas o políticas. Sin embargo, más de diez resoluciones del Consejo de Seguridad (la última la 1850 de 2008) coinciden en la necesidad de encontrar una solución biestatal con Palestina basada en las fronteras de 1967. La opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia la recoge, así como la Hoja de Ruta del llamado Cuarteto (ONU, EE.UU., Unión Europea y Rusia) que no ha podido avanzar.

Por tanto, no es de extrañar la aprobación de esta cuestionada decisión que reitera que "los asentamientos por parte de Israel en el territorio palestino ocupado desde 1967, incluida Jerusalén Oriental, son una flagrante violación del Derecho Internacional y un obstáculo para una solución biestatal".

Nadie en la comunidad internacional ignora que la solución al conflicto entre Palestina e Israel no puede reducirse a una simple negociación entre dos Estados. Y menos aún puede desconocerse que la seguridad internacional involucra a varios factores, entre ellos actos terroristas despreciables tanto colectivos como individuales cometidos por ciudadanos o instituciones de varios Estados.

A pesar de eso, todos los esfuerzos deben buscar el respaldo de la comunidad internacional dentro de un forzado equilibrio de poder que busque en el Derecho su mayor legitimidad. Los conflictos violentos son tan viejos como la historia del hombre, fundamentalmente porque las alianzas de amistad y sus rupturas han demostrado que nunca son permanentes, y que los intereses de los grandes Estados no admiten sensiblerías o romanticismos vacíos de contenidos.

Los actores en los distintos escenarios globales de los últimos siglos siempre han buscado en el Derecho una forma de solucionar, aunque fuera transitoriamente, sus diferencias. Y para eso existen órganos multilaterales como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se podrá discrepar con sus decisiones, pero invocar la amistad para evitar dar cumplimiento a las obligaciones jurídicas de los Estados solo tiene como resultado la ignorancia del Derecho. Y a partir de allí toda la comunidad internacional ingresa en la incertidumbre que la inseguridad jurídica consagra.

Seguimos siendo amigos de Israel y de tantos otros Estados, pero como en nuestros propios hogares, la mejor forma de consolidar los afectos es cumplir con las obligaciones que asumimos.

EDITORIAL

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