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Reforma del Estado

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La abuela de las reformas

@| El presidente Tabaré Vázquez, al igual que sus antecesores se propuso elaborar y ejecutar la Reforma del Estado, él, como sus antecesores, sólo se quedaron en la intención y en los titulares del tema, pues quisieron ser ambiciosos en sus propuestas y en los tiempos para ejecutarla, por eso es bueno tener en cuenta esos fracasos y los antecedentes elaborados por quienes conociendo el tema, armaron un cronograma de trabajo acorde a la situación del país, la dimensión de sus instituciones y a la mentalidad de sus ciudadanos.

Hoy dada la antigüedad de la intención de reformar el Estado, pasó de ser la “Madre de todas las reformas” a ser la “Abuela de todas las reformas”.

En su momento escribí varios artículos y estudios, basados en mi experiencia y conocimientos y en los estudios de Jean François Ravel, que en su libro “Le Rejet de l’Etat” (El Rechazo del Estado), reúne un conjunto de ensayos referidos en su gran parte al Estado, en su conocida línea de pensamiento antisocialista y pro liberal. Puedo no compartir ciertas ideas pero se prestan a la discusión fructífera. La sola lectura del prefacio permite al lector llegar a precisas conclusiones:

1) Hay que colocar al Estado en el sitio que le corresponde. No es posible que el Estado, como Dios, esté por todas partes, se ocupe de lo más grande y de lo más insignificante, se entrometa y decida sobre cualquier cosa, hasta con el propósito deliberado o inconsciente de hacer olvidar que en una democracia moderna debe haber múltiples centros intermedios de decisión, como el ciudadano, la familia, las asociaciones de vecinos, las empresas, los sindicatos, los gremios profesionales y los grupos de opinión; aparte de los partidos políticos, por supuesto. Por eso debemos proponer alternativas válidas, originales y poco costosas para privatizar y/o desmonopolizar aunque sea parte de lo que el Estado ha intervenido en el curso de los años. Desnacionalizar lo que ha tomado de más, para atender a tiempo completo lo que descuida en el menos.

2) Además, hay que separar el Estado político del Estado administrativo. Es indispensable clarificar, de una vez por todas, la imprecisa frontera donde un nuevo ministro selecciona un grupo de funcionarios, distinguiendo entre el equipo político que el ejercicio democrático del voto autoriza a dirigir la administración y el equipo administrativo en sitio que debe obedecer al poder político, pero manteniendo su estabilidad, ascensos, prestaciones y jubilaciones, de conformidad con las normas establecidas.

3) Hay que lograr que el Estado sea igual para todos. Es un desiderátum de la democracia. El Estado ha ido transformando las necesarias reglas de juego en forma arbitraria, quedando al capricho del funcionario el permiso, la averiguación, la multa, etc. La discrecionalidad administrativa se presta a los mayores abusos, salvo que cada decisión esté convenientemente fundamentada y el administrado disponga de los recursos de alzada.
Para Revel la meta no es rechazar el Estado sino el estatismo, o sea la enfermedad que hace al Estado incapaz de cumplir sus funciones por pretender asumir tareas que pertenecen a la sociedad civil y a los individuos. Por eso dice que hay demasiado Estado y demasiado poco Estado, porque éste se ha apropiado de una cantidad creciente de sectores de la vida social, no con el deseo de hacerlo marchar mejor sino de acrecentar su poder y en cambio descuida tareas estatizadas fundamentales. Esta inclinación es una perversidad de todos los gobiernos.
La alternabilidad de los partidos políticos en el gobierno, ha demostrado que la gran mayoría de los uruguayos es independiente y que por lo tanto los partidos políticos necesitan estructuras de mediación para lograr un diálogo fructífero con el ciudadano. De allí la importancia de las organizaciones intermedias para el Estado, el Gobierno y los partidos.
La hipertrofia del Estado es un problema contemporáneo y solucionable, por lo que la reforma del Estado es una prioridad absoluta de la democracia uruguaya.

Si en este gobierno se pudiera concretar un diagnóstico de la situación del Estado y y se pueda comenzar a darse el proceso de transformación del Estado uruguayo, se debería sentir realmente satisfecho, estoy seguro, se podrán generar las fuerzas indispensables en la sociedad civil capaces de plantearse la continuidad de la misión en futuros períodos constitucionales.

Por todo lo expuesto se hace imperativo, una reforma del Estado, sabiendo que dirigirla a una política social es una tarea abierta al conflicto que no se podrá lograr mediante el consenso, teniendo en cuenta las diferencias ideológicas que marcan el rumbo de los integrantes del gobierno.

La lucha por el progreso humano, sin embargo, como lo prueba la historia, es una zanja de conflicto, obligada a abrir si se quiere imponer la justicia de esta tierra de todos sea con la palabra de Cristo o con la de Lenin.

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