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Mario Piaggio Soto

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@|1963 – Tercero de liceo en Maturana. El nuevo profesor de matemáticas y filosofía es un cura joven, flaco, medio pelado; con grandes lentes, de sonrisa afable. En los recreos conversa con nosotros; no es mucho mayor, y rápidamente genera una corriente de simpatía. Habla nuestro idioma, sin eufemismos, entiende la revolución hormonal que nos invade, nos ayuda a entender el mundo y entendernos…sugiere, no impone; relativiza las culpas, no amenaza con castigos eternos. Un cura distinto, próximo, justo en el momento en que lo necesitábamos.

- Mamá: hay un cura nuevo en el colegio, muy joven, muy buen tipo…
- ¿Sí? ¿Cómo se llama?
- Mario Piaggio
- ¡Ah…claro! …debe ser Piaggio Soto…Me había comentado la Bebita. Es el hijo de una amiga de ella, de las que juegan al póker…era estudiante de ingeniería, con novia, y de repente… ¡le cayó la vocación como un rayo, lo iluminó el Espíritu Santo…!

Fueron dos años fundamentales en nuestra formación, y salimos del colegio con sus reflexiones y consejos en los corazones…50 años después, nos reencontramos, con largas vidas vividas, con muchas canas y kilos demás, pero con la enorme alegría de hacernos amigos; a tal punto que fue el compañero cero falta de nuestras gratificantes reuniones alrededor de una parrilla. Mario participaba activamente, y siempre nos brindaba sus sabias y jugosas palabras; conversábamos, polemizábamos y a veces nos rezongaba. Y sabemos que él disfrutaba mucho de esos momentos, porque somos el producto de su trabajo en esta tierra, y el valoraba enormemente el espíritu de amistad y de unidad de esta patota salesiana. A tal punto que supo comentarlo en alguna de sus homilías dominicales.

El año pasado tuvo el coraje de aceptar una polémica con 7 de nosotros sobre algunos comentarios del Papa Francisco y los curas casados, en la que tiramos sobre la mesa viejos cuestionamientos, reproches y algunas herejías. Terminamos maravillados de su profunda e inquebrantable fe, y también admirados por su lucidez, apertura mental y tolerancia.

Hoy, el querido Mario llegó al lugar para el que se preparó durante toda su vida. Pero acá, seguirá viviendo para siempre en los corazones de su querida Patota Salesiana.

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