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Luto y conmoción

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La sociedad de los valores muertos

@| Ya no se trata de la pedofilia, la desnutrición, el trabajo y la explotación infantil, el tráfico de órganos o los secuestros extorsivos de niños.
Ya no se trata siquiera de la prostitución infantil, ni de la violencia intradomiciliaria. 

¡No!... Se trata de una crisis de valores y códigos sociales perdidos, que hoy hacen que una sociedad (Uruguay) se enlute y conmocione por el secuestro, tortura y violación (durante dos días) de una criatura inocente de tan solo nueve (9) años. 

¿Rabia? ¿Impotencia? ¿Cómo definir lo que se siente cuando el delito pasa de violento a abominable? 

¿A dónde hemos llegado/caído como pueblo, que nos acostumbramos a la inseguridad, la violencia, el delito, con la impunidad y menosprecio que la justicia “garantista” tiene para este tipo de casos, trágicamente cada vez más comunes? 

Mirar a otro lado, el “no te metas”, el desprecio al esfuerzo y trabajo del otro, que en solo un segundo ve trastornada su vida por un malviviente ya sin códigos, que parece disfrutar del daño, la cizaña, lo bizarro que es matar, pegar, lastimar, aunque la víctima ceda, quede inmóvil o se deje ultrajar. 

Aún en fervor y defensa de los DDHH, y por supuesto oposición a la tortura, reconsideraría preceptos como la castración química y la cadena perpetua para este tipo de casos, donde es sabido no hay recuperación del sujeto, en centros que no son de rehabilitación y de penitencia, sino escuelas del crimen; donde se padece hacinamiento, tortura, violaciones, forjando un sujeto que al salir con resentimiento social, sin oportunidades y con una etiqueta pierde su humanidad y se torna una escoria social. 

Perdimos la otrora defensa de los más débiles y vulnerables (niños, ancianos, mujeres, personas con discapacidad) y debemos reglamentar hoy cosas de sentido común y valores morales como exigir un asiento por decreto para personas con restricciones motrices, embarazadas o mayores de edad, o prioridades en filas... absurdo. 

Drogas, corrupción, viveza criolla, mala educación, un coctel peligroso para una neosociedad marcada por el morbo y lo bizarro de las redes sociales, los reality shows y la pornografía.
Todo es parte de lo mismo, vivimos tras rejas, alarmas y perros. El gobierno se jacta que vivimos mejor aunque no puedas salir tranquilo de tu casa, tu hija/o no pueda ir a la esquina, y ejecutan empleados sólo por el placer de hacerlo. 

Nadie mide la sociedad por lo que ha perdido en valores, respeto, tolerancia; lo miden en consumismo como si un auto, un plasma, tarjeta de crédito o las colas los fines de semana a los balnearios sean señal de una mejor calidad de vida. Asentamientos, cantegriles, “ajustes de cuentas” y el caso de la niña, la triste gota que derrama el vaso lleno de la decadencia social de una sociedad llena de derechos que ha olvidado sus deberes.
¿Culpa? Sí, de todos; somos cómplices con la indiferencia, la omisión y los fanatismos políticos, religiosos y hasta deportivos que cuestan vidas en marco de lo políticamente incorrecto. 

Uruguay está en crisis, ya no basta solo que lluevan garrafas, comandos hagan golpes en asaltos, un vicepresidente quede en tela de juicio por inoperancia (sino corrupción); aplaudamos que el Presidente anterior y la Vice ahora se expresen con malas palabras, o aplaudamos un político por ser travesti y no por su gestión. Estamos cayendo bajo como pueblo, y una muerte deja en evidencia que estamos enfermos, negando la realidad que nos avasalla mientras esperamos con suerte zafar otra semana que no seamos los siguientes en un dato estadístico. 

El monstruo que hizo esto no es ajeno a la sociedad que lo permite.

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