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Luces y sombras

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Fin de semana a todo Rock

@| El Viernes 1 y Sábado 2 tuve el honor y privilegio de concurrir al Montevideo Rock, en el marco de los Festivales de la Convivencia organizados por la IMM.

Para aquellos que vivimos el rock más allá de sentarnos en casa a escuchar Spotify, la propuesta fue gran oportunidad para reencontrarse con amigos, agitar con las bandas que seguimos a todos lados y escuchar a aquellas que no forman parte asidua de nuestro repertorio. A pesar del temor inicial ante la cercanía de los escenarios, el sonido fue bueno en ambos y sólo padecías la fusión sonora de los distintos shows al caminar por el pasillo central de la Rural.

Destaco lo bueno porque creo somos muy rápidos al condenar las cosas que salen mal y nos cuesta un poco más destacar aquellas que colman las expectativas. Fallas organizativas las hubo, sin lugar a dudas, en especial teniendo en cuenta la concurrencia masiva que se esperaba; pero confío los ajustes necesarios serán realizados para la ya anunciada edición 2018.
Pero lamentablemente, el que falló fue el público. O parte del mismo, para no ser injusta con una mayoría que entiende y disfruta del clima que se crea en un recital. Porque en medio de la fiesta, de la felicidad de las bandas y los espectadores, hubo momentos en las dos jornadas, donde el humo de las bengalas opacó los shows.

Me es difícil entender como, transcurriendo el año 2017, aún persiste la concepción absurda de que la pirotecnia es parte del clima del rock, junto con la peligrosa creencia de que una bengala en un lugar abierto no representa peligro alguno.

Quiero creer que todos tenemos presente lo sucedido hace casi 13 años, un 30 de Diciembre en el barrio de Once, Buenos Aires, cuando el local República de Cromañón sirvió de trampa mortal para 194 almas y convirtió en víctimas a sobrevivientes y allegados de todos aquellos que supieron ingresar al local en la noche de la tragedia evitable. Pero para recalcar el peligro del uso de pirotecnia en espacios abiertos, quiero recordar a Miguel Ramírez, quien el 9 de Mayo de 2011 falleciera a consecuencia del impacto de una bengala durante el recital de la banda La Renga en el Autódromo Roberto Mouras de La Plata, el 30 de abril de ese año. Al finalizar el primer tema Miguel, de 32 años y padre de dos hijos, es alcanzado por una bengala en la parte derecha del cuello, causándole lesiones que posteriormente derivaran en su fallecimiento.

Es por eso que hago uso de este medio para recordar a las víctimas de ésta tendencia absurda. La pirotecnia es un arma y su uso en el rock un peligro que estigmatiza a los recitales ante el ojo público y pone en peligro tanto a la audiencia como a los propios músicos, un precio extremadamente alto a pagar por querer llamar la atención o ser dueños del ‘agite más grande’.
La seguridad del público asistente a un espectáculo musical no sólo es responsabilidad de los organizadores del evento, quienes sin lugar a dudas deben constatar no se ingrese con elementos peligrosos al recinto. Es también responsabilidad del propio público, y de los músicos, quienes como referentes cargan sobre sus hombros el deber de condenar aquellas conductas que ponen en peligro a los asistentes, en lugar de hacer apología de la pirotecnia.

El viernes al atardecer, Pablo Silvera de Once Tiros cantaba “Como voy a respirar, si no queda más aire” mientras el humo de la pirotecnia interpretaba de manera literal la lírica de la banda y dificultaba el disfrute del show. Para un futuro con festivales masivos donde la convivencia se la protagonista, es necesario concientizar sobre los peligros del uso de materiales explosivos y erradicar a los mismos del rock. Por un disfrute sin humo, sin fuego, que el calor de la gente es más que suficiente.

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