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El diputado de Pluna

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Además de honestidad y ética, que no deberían reivindicarse en la actividad pública porque deberían ser cosa normal y no la excepción, de tanto en tanto es bueno tener recato. El vedetismo y la soberbia juegan malas pasadas y hay circunstancias en que se nota la ausencia de un amigo sincero que aconseje “quédate tranquilo que el horno no está para bollos”.

Además de honestidad y ética, que no deberían reivindicarse en la actividad pública porque deberían ser cosa normal y no la excepción, de tanto en tanto es bueno tener recato. El vedetismo y la soberbia juegan malas pasadas y hay circunstancias en que se nota la ausencia de un amigo sincero que aconseje “quédate tranquilo que el horno no está para bollos”.

El escándalo de Pluna dejó dos jerarcas procesados: el ministro de Economía Lorenzo y el presidente del BROU, Calloia. También 3 empresarios. A los gobernantes les costó el cargo como era obvio. La primera reacción de Calloia fue andar de carcajadas en un glamoroso partido de tenis diciendo a las claras que le importaba un pito lo que había pasado. En el caso de Lorenzo la reacción oficialista fue hacer una caravana de respaldo a su persona, y designarlo jefe de campaña del astorismo. Estaba claro que la intención era dar una clara señal de desacato político a la Justicia. Este desacato no tiene efectos jurídicos pero si de despecho a una decisión que puede cuestionarse, pero no desafiando la autoridad de la Justicia desde el propio gobierno.

Como si fuera poco ahora, y para profundizar esa intención, se proclamó a Fernando Lorenzo como primer titular a la Cámara de Diputados del grupo de Michelini. No solo le faltó recato y mesura al sector político, sino que también le faltó lo mismo al propio Lorenzo que con clara intención de burla anduvo de discursos hablando de la ética y la corrupción como si nada tuviera que ver con el escándalo. Fue procesado por abuso de funciones, delito que su partido quiere eliminar ahora para beneficiarlo, pero que bien que usaron para cuestionar y agraviar a cuanto dirigente de otro partido se le aplicó antes. Es un delito, parece, impecable para tirárselo a otro mientras no sea Lorenzo u otro jerarca frentista. Si el acusado es opositor es un corrupto, si es Lorenzo, se lo promueve a diputado.

La soberbia del ex ministro que además posa de víctima de un escándalo que nos costó cientos de millones de dólares es insoportable. Pero ¡qué tienen en el grupo de Michelini? ¿La máquina de fabricar soberbios?

Faltó a la cita la humildad necesaria frente a los uruguayos que pagamos mucha plata por el abuso de funciones de Lorenzo, dinero que debió estar destinado a los hospitales o a la seguridad. En este episodio hubo abuso de poder, irregularidades de todo tipo, avales y remates truchos, testaferros, fue una estafa millonaria que aún no terminó. Lo que no debería agregarse es el desacato político a la Justicia que procesó a Lorenzo, mientras su grupo político para enfrentar esa decisión lo quiere colocar en la Cámara de Diputados y otorgarle fueros, porque está claro que el proceso sigue abierto y una vez electo, si lo es, adquiere inmunidad. Ese parece ser el objetivo de esta maniobra, porque está claro que objetivamente es la consecuencia de esto.

Desafiar una decisión judicial desde el oficialismo con soberbia, postulando a un procesado por el escándalo de Pluna como si nada hubiera pasado es propio de la petulancia y de una forma no republicana de actuar.

La dictadura amordazó a la Justicia y la sometió al poder de las bayonetas; ahora aparece esta forma moderna de pisotearla, que es usar el poder político mal entendido para demostrar que se ríen de ella.
Esta postulación es un desacato a la Justicia, pero de guantes blancos.

Como el delito cometido.

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Javier García

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