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Diferencia fundamental

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La política exterior de los países, especialmente de los más pequeños en términos de territorio, recursos y población, debe ser de largo plazo, estar fundada en un amplio consenso nacional y tener como su principio rector el respeto al Derecho Internacional. Esta perspectiva se funda en el más sano realismo político.

La política exterior de los países, especialmente de los más pequeños en términos de territorio, recursos y población, debe ser de largo plazo, estar fundada en un amplio consenso nacional y tener como su principio rector el respeto al Derecho Internacional. Esta perspectiva se funda en el más sano realismo político.

El papel que tuvo nuestro país en el ingreso de Venezuela al Mercosur es un ejemplo de falta de realismo político. Otra instancia es el anuncio de que nuestro gobierno tiene la intención de crear una alianza estratégica con China. El ministro de Relaciones Exteriores proclamó al retornar de su reciente viaje a aquel país: “China llevó la relación con Uruguay al nivel de asociación estratégica y eso nos va a dar sin lugar a dudas, muchos beneficios y muchas ventajas”.

No parece una declaración muy prudente. Por varios motivos.

Podríamos comenzar por la obvia asimetría entre los dos socios en esa alianza.

El Uruguay tiene una población de algo más de tres millones de habitantes; China tiene 1.4 mil millones de habitantes (18,7% de la población mundial). El Uruguay tiene un territorio que abarca algo más de 176 mil kilómetros cuadrados; China tiene un territorio de 9.6 millones de kilómetros cuadrados (7,2% de la superficie del globo). Montevideo tiene algo más de un millón de habitantes; en China, Pekín, una entre muchas, tiene más de diez millones.

El valor del producto bruto interno de nuestro país es de 53.443 millones de dólares; el de China es de 10.866.444 millones de dólares. El valor del producto bruto interno chino es 203,3 veces más que el del Uruguay.

A lo que se debe agregar otros elementos de la estrategia de las relaciones internacionales, como el tamaño de las fuerzas armadas y que China es una potencia nuclear.

Existen otros aspectos que también deberían haberse tomado en cuenta antes de utilizar el término “estratégica” para referirse a nuestra política respecto de la potencia económica y militar que es China.

Uno de ellos son los conflictos que esa potencia tiene con sus vecinos del mar de la China Meridional que la enfrentan con Filipinas, Vietnam, Malasia, Taiwán, Brunei y otras potencias que tienen intereses en esa región. Incluyendo a los Estados Unidos, Japón y Australia (países con los cuales el Uruguay tiene vínculos importantes). Las medidas que ha tomado China en esa región contradicen directamente la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Hace unos días la Corte Permanente de Arbitraje falló a favor de Filipinas en una acción que este país presentó contra China. El mar de la China es uno de los puntos críticos en el escenario mundial.

Es evidente la asimetría entre el peso económico y político de China y el de nuestro país. Tenemos, lógicamente, prioridades y agendas de política internacional diferentes en temas clave.

En este contexto hablar de “asociación estratégica”con China es un ejemplo de peligrosa grandilocuencia y desubicación política.

El idioma castellano es de una gran riqueza y existen mejores formas de describir una política de aproximación comercial que ufanarse de haber negociado “asociaciones estratégicas” que bien podrían terminar sepultándonos debajo de tantos anunciados beneficios.

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Juan Oribe Stemmer

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