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Desviando la mirada

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Tres noticias golpearon al gobierno esta semana. Tres hechos que tocaron lugares muy sensibles del discurso oficialista. Sin embargo, los portavoces del gobierno y su periferia mediática prefirieron criticar a quienes las difundieron, antes que explicar bien las cosas. Un recurso que se ha vuelto demasiado habitual, pese a que no parece estar siendo muy efectivo a los ojos del gran público, del electorado.

Tres noticias golpearon al gobierno esta semana. Tres hechos que tocaron lugares muy sensibles del discurso oficialista. Sin embargo, los portavoces del gobierno y su periferia mediática prefirieron criticar a quienes las difundieron, antes que explicar bien las cosas. Un recurso que se ha vuelto demasiado habitual, pese a que no parece estar siendo muy efectivo a los ojos del gran público, del electorado.

El primero tuvo que ver con el Ministerio de Defensa. En momentos en que el Frente Amplio busca conciliar visiones radicalmente distintas sobre el rol de las Fuerzas Armadas, El País informó el pasado lunes de un aumento salarial importante para funcionarios de confianza de esa cartera, justo cuando el presidente Tabaré Vázquez estaba fuera del país.

La respuesta fue furibunda y varios jerarcas y legisladores acusaron al diario de mentir y “operar” para la oposición. Un periodista del canal estatal de TV, arrancó su informe diciendo que “el ministro desmintió a El País”, curiosamente (o no) dando más crédito a un burócrata que a sus colegas. Lo raro fue que el propio ministro, un hombre sobrio y moderado, no llegó a ser ni la mitad de contundente y categórico que el periodista.

El diputado Asti incluso publicó un gráfico que ilustraría sobre un complot conjunto entre El País y la oposición. Si el lector no ubica al diputado, no se sienta mal. Su carrera política ha sido tan opaca como su comprensión del rol de los medios. Tal vez lo pueda recordar como aquel funcionario a cargo de las finanzas de la IMM cuando se firmó con Adeom el convenio en pleno 2002, del que los montevideanos todavía pagan el costo. En los hechos, más allá de detalles formales como qué es una partida salarial y que no, o si los beneficiarios eran civiles o militares, la noticia era 100% verdad.

El segundo caso fue el de los gastos con tarjeta corporativa de Ancap del vicepresidente Sendic. Tras la difusión del detalle de estos pagos, que en otros países con más amor propio hubiera determinado la salida inmediata de un jerarca, Sendic, pero sobre todo algunos correligionarios como Javier Miranda o el diputado Carballo, dijeron que todo era un complot de “la derecha” y los medios.

Ese combo no falla. ¿Realmente se puede tener tan poca autocrítica? ¿Se puede culpar a un medio por difundir en qué gastó el dinero de todos el jerarca de una empresa pública para cuya capitalización urgente hubo que aumentar los impuestos? Esto se volvió todavía más grave cuando el propio vicepresidente hizo una conferencia de prensa y admitió unos gastos que después resultaron ser el 10% de lo efectivamente consumido.

Tal vez el tercer caso fue el más sensible para este diario. Fue la noticia de la muerte a causa del frío, de un indigente en una plaza del barrio capitalino de Palermo. Más allá de informar sobre el doloroso episodio, el artículo intentaba explicar la compleja situación de los vecinos, que desde hace años denuncian que tienen vedado el acceso a ese espacio público, tomado por un grupo de personas sin hogar, y cuya convivencia con la gente de la zona no sería la mejor.

La reacción pública, en vez de espantarse con que una persona hubiera muerto de frío en este país que tiene un Ministerio de Desarrollo Social con 2 mil empleados y un presupuesto más que millonario, fue por la supuesta falta de corazón del diario, al centrar la nota en el aspecto de convivencia. Como cada vez que algo así sucede, eso motivó una autocrítica a la interna.

Es verdad que hubo algún párrafo de esa nota que daba la sensación de que los vecinos casi que festejaban la muerte de un ser humano ya que eso habría permitido “recuperar” la plaza. Y, aunque algunos tengan dudas, la redacción de El País está integrada por seres humanos, con sentimientos casi normales y corazones aún latentes. Entonces, ¿cómo pasó eso?

La explicación viene por el lado de que el periodista que fue al lugar de los hechos (cosa que algunos colegas y burócratas deberían intentar antes de juzgar), seguramente quedó impactado por la reacción de los vecinos con quienes habló. Que el diario llevaba ya publicadas tres notas previas sobre la situación de esa plaza tomada por gente sin hogar en situación de alto riesgo y hábitos agresivos. Y que la pieza se terminó a último minuto, esperando por una confirmación del Mides sobre que la muerte de esa persona se debió al frío. Reacción que llegó recién 24 horas después, y solo porque salió publicada en el diario. Esa es la historia detrás de la nota. Y la explicación, aceptable o no según el lector, de que tuviera un párrafo que seguramente no fue resuelto de la mejor forma.

Como se ve, hay un patrón común en todo esto. Noticias que afectan a un gobierno, que son difundidas por los medios de prensa, pero que por algún motivo terminan en que los que deben dar explicaciones son los propios medios, y no los jerarcas en falta. Nosotros asumimos errores, hacemos autocrítica, y explicamos nuestro proceder. ¿Por qué costará tanto que quienes son representantes de la gente y custodios temporarios de los recursos públicos, hagan algo mínimamente parecido?

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Martín Aguirre

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