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Despotismo sindical

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El desprestigio de los sindicatos es cada vez mayor. Se conocen resultados de encuestas que ubican a los sindicatos en el fondo de la tabla de confiabilidad. La responsabilidad de esto -que es un hecho- recae primordialmente sobre las dirigencias. En el Uruguay de hoy gran parte de los sindicatos tienen una dirigencia infatuada, ignorante y despótica. Decir esto no es políticamente correcto pero es la pura verdad.

El desprestigio de los sindicatos es cada vez mayor. Se conocen resultados de encuestas que ubican a los sindicatos en el fondo de la tabla de confiabilidad. La responsabilidad de esto -que es un hecho- recae primordialmente sobre las dirigencias. En el Uruguay de hoy gran parte de los sindicatos tienen una dirigencia infatuada, ignorante y despótica. Decir esto no es políticamente correcto pero es la pura verdad.

Esta situación representa un serio problema, primero para los sindicatos, pero en último término para el Uruguay, para la sociedad uruguaya. Los aludidos -no por este artículo periodístico, que es poca cosa, sino por la censura generalizada de la opinión pública- van a defenderse diciendo que se trata de una campaña de prensa orquestada por la derecha (a veces es al revés: una campaña de la derecha orquestada por los medios de prensa). Esfuerzo inútil.

El Uruguay entero vio por televisión cómo los funcionarios del INAU pateaban prolijamente en el piso a los jóvenes confiados a su cuidado mientras el jefe de su sindicato y vicepresidente del Pit-Cnt, Joselo López, observaba la escena recostado a la pared. La desconfianza y la irritación popular se multiplicaron cuando la dirección en pleno del Pit-Cnt nos dijo que, no obstante el hecho de que la Justicia ordinaria hubiese procesado a Joselo, ellos iban a nombrar una comisión -especie de tribunal propio- para estudiar si el tipo había obrado mal o no. La Justicia que está para juzgarnos a todos, a ellos no les merecía confianza. Después, naturalmente, no hubo comisión ni nada.

El nivel de la educación pública ha caído a abismos inimaginables; una de las causas de ello es la influencia determinante que tienen sobre la educación (o contra la educación) los sindicatos, a partir de la ley de educación de Tabaré Vázquez (primer gobierno). Esto está la vista, todo el mundo lo sabe; lo calla el Frente Amplio (para no perder votos y, también, por un tanto de vergüenza al saberse responsable). Tampoco los otros partidos han sido suficientemente enfáticos al respecto. Transcribo de una entrevista realizada al eminente profesor e historiador Benjamín Nahum, publicada en Brecha el mes pasado: “es que estoy viendo que la condición docente ha caído a niveles deplorables. Me basta ver a los dirigentes de la Federación Nacional de Profesores para darme cuenta cuán lejos están, al menos algunos, de ser docentes”.

El mundo sindical es el espacio del revoleo de poder y de la intimidación, tanto hacia adentro para alinear a todos detrás de la dirigencia, como hacia fuera, hacia la sociedad, hacia los chiquilines sin clases, la basura sin recoger apestando en la puerta de las casas, la gente sorprendida sin ómnibus en las paradas o sin reparto de supergás en el frío del invierno.

El daño que ha infligido la actual dirigencia sindical mediocre y presuntuosa es doble: al país y al movimiento sindical. Haciendo benévola omisión de los casos directamente inmorales que todos conocemos y a los que se les está dando trámite en los juzgados, los dirigentes sindicales han conducido a los gremios hacia objetivos exclusivamente materiales y monetarios. La cultura del trabajo, el respeto por la discrepancia, la consideración por la población en general y por los valores que no cotizan en metálico se han abandonado. Lo que quieren dejar bien claro es quién manda.

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Juan Martín Posadas

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