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Comercio + Competitividad

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El aumento y la diversificación de las exportaciones es el cimiento principal de un proceso de crecimiento sostenible y de baja vulnerabilidad. Siempre hay un componente importado en la producción, por lo cual se hace difícil e inestable -aun en los países grandes- aumentar permanentemente en base al consumo interno.

El aumento y la diversificación de las exportaciones es el cimiento principal de un proceso de crecimiento sostenible y de baja vulnerabilidad. Siempre hay un componente importado en la producción, por lo cual se hace difícil e inestable -aun en los países grandes- aumentar permanentemente en base al consumo interno.

Crecer requiere del aumento de las importaciones y estas de las exportaciones. Exportar, es el resultado de mejorar la competitividad. Son asuntos que felizmente se están incorporando a la discusión en el seno del gobierno, luego de una década en que fueron conceptos olvidados. No obstante, subsiste el peso de una visión autárquica que no reprueba los costos innecesarios que impone la protección nacional de bienes y servicios no competitivos. Un ejemplo es Ancap, que produce etanol con un costo de producción que es 4 veces mayor al de importación.

Hacer disponibles los insumos y servicios necesarios para la producción al menor costo posible, mejora tanto al consumidor como al exportador, facilitando el aumento de la productividad, del empleo, las remuneraciones, el volumen y valor del comercio. Las imperfecciones del comercio a escala mundial, impiden lograr los óptimos, pero siempre hay espacios para negociar aperturas. Existe una importante movida de liberalización comercial de la cual hemos estado ausentes: abrir mercados, realizar alianzas, diversificar exportaciones y bajar aranceles. Nos hemos encerrado en un Mercosur proteccionista y omiso.

Hacia fines de los años 50, el viento se puso de frente y no fuimos capaces de ajustarnos a la caída de los precios de posguerra luego de un largo ciclo de altos precios, parecido al que hemos vivido recientemente. No existió claridad para mejorar la competitividad, diversificar y aumentar las exportaciones para compensar la caída de los precios de exportación. Con bajos volúmenes y precios en descenso, se hizo imposible seguir cargando con el peso de una industria subsidiada y un estado enorme y de baja productividad. La utopía de preservar lo que había quedado obsoleto, nos costó décadas de atraso. Hoy en día -seguramente con mucho mejores oportunidades que en los 60- las miradas de buena parte del poder político tienen visiones parecidas a aquellas, en el sentido de pretender mantener lo que no volverá a existir. Los precios de nuestras exportaciones han caído, las cantidades también lo harán y la prudencia nos debería llevar a mejorar la competitividad, recortar costos, ampliar mercados y diversificar y aumentar el comercio.

Nuestra historia es rica en postergar la corrección de las estrategias frente a los deterioros del contexto externo, lo cual acentúa los ciclos y se transforma en una debilidad crónica para el crecimiento. En esta coyuntura, el discurso del gobierno va por buena senda, poniendo mayor énfasis en la competitividad y comercio. Lo que resulta más discutible son las medidas que se proponen. No vamos a mejorar demasiado la competitividad multiplicando gabinetes y burocracias, mientras las políticas macroeconómicas que son los mayores obstáculos queden intocadas. El Estado impone costos innecesarios y anticompetitivos.

Las tarifas de las empresas públicas, la baja productividad de la gestión, los malos resultados de las políticas sociales, los niveles salariales que no guardan relación con la productividad, la burocracia, los trámites innecesarios, el atraso cambiario.

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Joaquín Secco García

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