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Tiempos del todo vale

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El triunfo electoral de Dilma Rousseff en Brasil fue tomado como propio por figuras importantes del Frente Amplio. Quedaron con ello casi más desbordadas de fruición que por el posicionamiento del presidenciable Tabaré Vázquez en las casi simultáneas elecciones uruguayas.

El triunfo electoral de Dilma Rousseff en Brasil fue tomado como propio por figuras importantes del Frente Amplio. Quedaron con ello casi más desbordadas de fruición que por el posicionamiento del presidenciable Tabaré Vázquez en las casi simultáneas elecciones uruguayas.

Esta circunstancia hace importante explorar algunos pormenores de lo que aconteció en el vecino país. Es interesante en tal sentido un comentario de João Mauricio Carneiro publicado días atrás en el diario “O Globo” bajo el título “Nueva lucha de clases”. Señala Carneiro que el vasto bagaje de recursos de propaganda y marketing usualmente utilizado para estimular el consumo, a partir de los años Cincuenta empezó a ser empleado con el objetivo de convencer al elector de que cierto candidato presenta atributos superiores frente a la concurrencia. Las campañas norteamericanas son ejemplo de audacia en el uso de los instrumentos más intensos para atraer corazones y mentes. Empezó en los Estados Unidos la estrategia de deconstrucción del adversario, colocando en él estereotipos dirigidos a masificarlo en el imaginario del ciudadano común. El adversario pasa a ser colocado en el nivel de un enemigo. “Derrotarlo ya no basta. Es necesario exterminarlo”, sostiene Carneiro quien agrega: ”En Brasil ha sido empleado por los marketineros petistas con más intensidad desde la elección de Dilma en 2010. Los tiempos románticos de Lulalá o Lula paz y amor, que movilizaban multitudes en torno de una utopía, se acabaron. A partir del mensalao, que desgarró la cortina de la ética, ese modelo ya no era tan eficaz. Entró en escena la propaganda belicista y se revela el verdadero ADN del PT que el marketinero João Santana supo identificar muy bien. Es el sindicalismo de resultados, cuna del Partido de los Trabajadores. Todo vale la pena para llegar al poder. No importan los medios”.

Observa Carneiro que “la táctica fue presentar a la candidata Dilma como la madre de los pobres y oprimidos”. Entretanto Aécio fue presentado como “el playboy de la derecha que sacaría la comida de la mesa de la nueva clase media y entregaría el país al capital extranjero. Lógicamente ninguno de los estereotipos es verdadero, pero repetidos exhaustivamente por la propaganda del PT se cuelan en el córtex de los electores desprevenidos”.

El periodista de “O Globo” dice que promovieron una verdadera lucha de clases fuera de época y de lugar. Se trata de un fenómeno “que está dividiendo al país”. Agrega: “Karl Marx y Friedrich Engels no imaginaron que al crear este concepto para designar la confrontación entre lo que consideraban los opresores (la burguesía) y los oprimidos (el proletariado) serían la referencia para una verdadera masacre ideológica de propaganda política en Brasil”.

Cierra Carneiro su comentario destacando que el marketing puede ser una forma excelente de apuntalar la democracia disminuyendo el riesgo de que los electores compren gato por liebre, pero “no debe ser usado para manipular nuestras emociones e incitar al fundamentalismo”.

Toda similitud con acontecimientos recientes de Uruguay, no parece ser casualidad. Los estereotipos cultivados aquí por la izquierda con vistas al proceso electoral, lucen demasiado similares a los argumentos descriptos por Carneiro: al adversario se lo lleva a nivel de enemigo y todo vale en la carrera para llegar al poder.

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