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Obras de una mujer impar

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La célebre novelista británica del siglo pasado, P.D. James, dueña de una caudalosa obra con enigmas policíacos, seguida por incontables lectores en el mundo, levantó el vuelo el pasado jueves 27 de noviembre, en su casa de Oxford, a los 94 años.

La célebre novelista británica del siglo pasado, P.D. James, dueña de una caudalosa obra con enigmas policíacos, seguida por incontables lectores en el mundo, levantó el vuelo el pasado jueves 27 de noviembre, en su casa de Oxford, a los 94 años.

Dada la seducción que siempre despertó en sus lectores, cabe recordarla como una de las plumas más leídas a través de los años. Nos parece lo más adecuado evocarla desde su libro titulado “La edad de la franqueza”, sus apuntes diarísticos, que completó con minuciosas incursiones en el pasado, recuperando las distintas etapas de su vida.

Phyllis Dorothy James evocó en ese libro los días de la infancia y de la juventud, los años de la guerra, la maternidad, y su lento y largo aprendizaje literario, según cuenta. En estos capítulos de “La edad de la franqueza”, abunda en comentarios sobre numerosos escritores, que van desde a Forster, a Jane Austen, pasando por las hermanas Brontë, George Eliot y Virginia Woolf.

No pasó por alto en esas páginas libros de los escritores ingleses de este momento, y así nos informa que no le gustaron, difundidos libros como “El dios de las pequeñas cosas”, de Arundathi Roy; piensa que es una imitadora de Salman Rusdhie y del Premio Nobel de origen indio, V.S. Naipaul, aunque sin el talento de estos. Y desliza este comentario: “Si tuviese que alentar a un joven a que leyese o disfrutase de la narrativa contemporánea, dudo de que comenzaría regalándole a él o a ella los libros seleccionados para el premio Booker”.

P.D. James debe su fama (lo sabe el lector) a novelas policíacas como “Un impulso criminal”, “Muertes poco naturales”, “Intrigas y deseos”, “Mortaja para un ruiseñor” o “Muerte de un forense” (Ediciones B) y, en consecuencia, habló de las diversas corrientes de este género. En su caso, la planificación de una novela le llevaba entre nueve meses y un año, y más tiempo aún, escribirla. Sostenía P.D. James que para un novelista ninguna experiencia es inútil y que es la realidad, el mundo en torno, quien lo nutre de historias.

El día de la aparición de “Cierta clase de justicia”, recuerda que disfrutó mucho escribiéndola, debido a su especial interés por las leyes penales.

Pasando a otros asuntos, hallamos en sus diarios este breve apunte sobre la muerte de la princesa Diana: “Hermosa, obstinada, complicada, destructiva y condenada, cuesta creer que ella hubiese podido encontrar la felicidad”. Un paseo por el Muro de Berlín le trae a la memoria a los escritores Graham Greene y John Le Carré. Sentía una suerte de recelo por el “socialismo hedónico de Tony Blair”. Y, en fin, consideraba que el Dr. Johnson era el más importante hombre de la literatura inglesa; lo definía como un “erudito que dedicó la vida entera a la causa de las letras”.

Integrante vitalicia la Cámara de los Lores, también formó parte del consejo administrativo de la BBC. Y disfrutaba de manera muy especial, contó, de los pequeños actos literarios en las librerías modestas de Londres, cuyo destino, decía, es el de estimular la lectura, difundir los libros y crear nuevas bibliotecas.

Escrito con serena emotividad, ese libro memorialístico de P.D. James la muestra íntima y rigurosa, y muy atractiva para al lector, gracias a sus agudas y sagaces observaciones, y sus recuerdos narrados con una franqueza ejemplar. Así era ella.

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Rubén Loza Aguerrebere

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