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Diálogo con Octavio Paz

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El centenario del nacimiento del Nobel mexicano, Octavio Paz, se cumplió el lunes 31 de marzo, con especial resonancia internacional. Octavio Paz murió hace dieciséis años. Poeta y ensayista, fue uno de los mayores intelectuales de nuestra lengua y afortunadamente su voz nos sigue hablando, enriquecida por el paso del tiempo.

El centenario del nacimiento del Nobel mexicano, Octavio Paz, se cumplió el lunes 31 de marzo, con especial resonancia internacional. Octavio Paz murió hace dieciséis años. Poeta y ensayista, fue uno de los mayores intelectuales de nuestra lengua y afortunadamente su voz nos sigue hablando, enriquecida por el paso del tiempo.

En su vasta obra abundan obras esenciales como son los ensayos de “El laberinto de la soledad”, “El arco y la lira”, “Hombres en su siglo” y “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, o sus poemarios “Las peras del olmo” y “La llama doble”. Un clásico, como Octavio Paz, es inagotable e inmejorable. En recuerdo de Octavio Paz, reproduzco el diálogo mantenido con él, en oportunidad de su visita a Montevideo. Y la pregunta inicial, fue precisamente, sobre nuestra ciudad:
—¿Montevideo, qué es para usted?
—Para mí Montevideo fue primero un nombre, una geografía y una literatura.
—¿Puede decirme por qué?
—Desde muy joven leía a los poetas uruguayos; sobre todo leía a Herrera y Reissig. Entonces había una disputa entre quiénes preferían a Lugones y Herrera y Reissig.
—¿A cuál prefería?
—Yo era partidario de Herrera y Reissig.
—¿Por qué motivos?
—Era un poeta muy interesante: introdujo su imaginación de manera muy importante en América Latina.
En este punto, y dado el abanico abierto de los intereses del ilustre Premio Nobel de 1990, cambiamos de tema y pasamos nada menos que a la libertad. Le pregunté sobre ello, y su inmediata respuesta fue la siguiente:
—Mi libertad empieza y termina también ante la libertad de quien está frente a mí. Para que yo sea libre es necesario que mi interlocutor sea libre.
—¿De qué manera ello se logra?
—Para eso es necesario que lo respete, que no lo condene.
—¿Y cuáles son los enemigos de la libertad?
—El peor enemigo de la libertad intelectual son las excomuniones, de las iglesias que sean.
Acto seguido pasamos a la filosofía. La pregunta inicial fue dónde nacía la filosofía. Y su respuesta fue:
—Nace del asombro.
—¿Por qué del asombro?
—Porque cuando el hombre se asombra ante el universo, empieza a filosofar.
—¿Y la poesía donde nace, en usted, que es esencialmente un poeta?
—También del asombro. Y la belleza y el horror, y sin duda la reflexión.
—¿Cómo nace la poesía?
—Nace de la necesidad.
—¿Qué es el acto de escribir?
—Es un acto de amor, es una vocación.
—¿De qué manera la intuición poética coopera con la reflexión?
—La poesía y el pensamiento son hermanas y viven en comunicación. Los poetas no olvidan que la lírica nunca se desliga de la interrogación.
—¿Hábleme de la modernidad?
—Nació cuando algunos hombres, ante el espectáculo atroz de la realidad histórica de su época, usaron la sonrisa. Cervantes, fundador de la novela moderna, nos lo enseñó. Antes el hombre reía; con él aprendimos a sonreír.
—Aprender a sonreír es aprender a ser libres, dijo usted en su discurso, al recibir el Premio Nobel literario.
—Sí; aprender a dudar es aprender a pensar, y aprender a sonreír es aprender a ser libres.

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Rubén Loza Aguerrebere

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