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El día irreal, trece años

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El escritor inglés Martin Amis sostiene que el siglo XXI nació hace trece años. Y se cumplen hoy. Trece años de un momento sin olvido. Porque el 11 de septiembre de 2001 nos situó a todos en un mundo diferente, ya que, dice Martin Amis, “causó un derrumbe moral, planetario”. Y redujo a nada la distancia entre la realidad y el delirio.

En su libro “El segundo avión” (Anagrama/Gussi), escribe Martin Amis que el 11 de septiembre del 2001 fue “la apoteosis de la era moderna”. Lo explica con estas palabras: “Aquel segundo avión parecía afanosamente vivo, y animado por la maldad”. Pocos días después de que los aviones pilotados por terroristas se embutieron en las Torres Gemelas reduciéndolas a escombros y provocando tres mil muertos, el escritor estadounidense Don DeLillo visitó el lugar del desastre. En su libro “En las ruinas del futuro” analizó diversos aspectos del desastre físico y emocional de esa brutal agresión a la libertad. Buscó sintetizar emociones y describió los hechos del dolor y de las víctimas de aquella jornada a la que definió como “irreal”. Decía Don DeLillo: “Cuando decimos que algo es irreal, queremos decir que es demasiado real”.

A propósito de los terroristas islámicos, el mencionado escritor agrega: “el Apocalipsis no tiene lógica, y ellos han traspasado los límites de cualquier desquite motivado por la pasión. Aquí se trata del cielo y del infierno”. Acto seguido, menciona algunos momentos del horror: “Los teléfonos móviles, los zapatos, los pañuelos aplastados contra los rostros de hombres y mujeres que corren. Los cúters de sobremesa y las tarjetas de crédito. Los papeles que salieron despedidos de las torres y atravesaron el río volando hasta los patios de Brooklyn: informes financieros, currículos, fórmulas de seguro… Hojas de papel incrustadas en el hormigón. Papeles que rebanan los neumáticos de los camiones y permanecen allí encastrados”.

Sabemos, hoy, que los lugares de auxilio estaban vacíos porque no había pacientes. Casi todos habían muerto. Sabemos que hombres y mujeres (lo escribió DeLillo, en “El hombre del salto”) se buscaron para saltar al vacío con las manos entrelazadas. Los vimos caer por TV.
Aquel día sin olvido asistimos a la guerra entre el pasado y el futuro. Martin Amis escribe que: “el fundamentalismo militante se halla inmerso en una tardía fase medieval de su evolución”. Y desde esa posición, fue que el 11 de septiembre de 2001 enfrentó, aterrador, al mundo libre y democrático.

El 11 de septiembre, hace trece años, fue un día de antítesis de la Ilustración. Los autores de aquella masacre que incrustaron un avión a casi mil kilómetros por hora eran moralmente “bárbaros”, pero no eran sofisticados en su demencia, eran suicidas que despreciaban la vida y la muerte. No lo olvidemos.

Aquel martes, cuando estalló ante nuestros ojos la apoteosis del mal, nos parece todavía increíble. Ocurre así, al margen del tiempo. Fue, sigue siendo, un día difícil de asimilar. Y es que el alma tiene sus necesidades. Por ello no hay que olvidarlo. Y también, tratar de entender y hasta temer por nuestra especie.

Por ello escribo sobre ese día, año a año. Hoy lo hago mirando una foto, donde estoy en el jardín de las desaparecidas Torres Gemelas, y quisiera que hubiera una tinta cenicienta para mojar la pluma y así recordar el “día irreal”.

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