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La hemiplejia moral

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El Gabinete del Dr. Tabaré Vázquez tomó con sorpresa la declaración del Frente Amplio en apoyo al gobierno de Nicolás Maduro.

El Gabinete del Dr. Tabaré Vázquez tomó con sorpresa la declaración del Frente Amplio en apoyo al gobierno de Nicolás Maduro.

“No es lo mismo -declaró uno de los nuevos Ministros- la posición del futuro gobierno que la del Partido político que integramos. Son dos cosas diferentes”. Y para confirmar la idea el Dr. Vázquez agregó: “soy el futuro presidente y como gobierno, nuestra posición debe representar la de todos los uruguayos, no solo a nuestra fuerza política”.

Respaldamos esta actitud, porque es una señal de que la política exterior se orienta a interpretar principios que deben prevalecer, incluso, sobre la visión de un partido político por más que se encuentre en el gobierno.

La “democracia chavista” del presidente Maduro está cercana al colapso.

Lo dijimos en varias oportunidades, porque los regímenes que sacrifican la libertad tienen un destino científicamente previsible, simplemente, porque son meros accidentes históricos resultantes de la barbarie del dictador de turno. Y eso vale porque la libertad hace a la dignidad humana, a los derechos fundamentales de las personas que no pueden resumirse a interpretaciones tropicaloides que frívolamente filosofan sobre las fallas del mal llamado “neoliberalismo”.

Muchos gobiernos de América Latina creen que la democracia se limita a la legitimidad de una elección. Y si bien la voluntad popular es la base del sistema, este deja de ser una garantía para las libertades si las Instituciones republicanas se debilitan, si la Justicia se interpreta como el brazo legal de la “clase dominante” o si las discrepancias, expresiones y protestas de la oposición se miran como movimientos desestabilizadores que atentan contra los intereses del “pueblo”.

Una parte de la sociedad no puede vivir amenazada en sus vidas y en sus bienes, aterrada y sujeta a la fuerza de un Gobierno que apresa, mata y tortura a todos aquellos que cometen el pecado de disentir y discrepar con sus orientaciones en el marco de la Constitución y la ley.

La democracia no es un “traje de medida” para los autoritarios, y menos para los que la definen en función de una hemiplejia moral que mira la realidad de sus países con un ojo tapado.

El Derecho es el escudo de los débiles; el que preserva los derechos de todas las personas y la integridad de cada Estado. Cuando no rige, ambos se encuentran a merced del más fuerte; del que impone su razón y se siente intérprete de una verdad revelada, y que en consecuencia, se siente habilitado a disponer de los demás en nombre de su fanatismo ideológico, religioso o étnico.

No se trata, entonces, de juzgar conductas en función de los intereses que uno defiende, sino de ajustar las opiniones y las acciones a principios que van más allá de lo que se piensa como lo mejor para una sociedad. No hay una sola excusa que pueda invocarse para apuntalar un ideal que implique el sacrificio de las libertades; y menos aun, que se disfrace una expresión totalitaria invocando la vigencia de una “democracia” cojitranca pa-ra suprimir las libertades o quitar la vida de los que molestan al reclamar sus derechos constitucionales.

Es el mismo Maduro que irrumpió en el Paraguay indignamente acompañado, para torcer una decisión de su Parlamento de someter y destituir al presidente de la República a través de un Juicio Político previsto en la Constitución. El mismo que presionó a las Fuerzas Armadas paraguayas para resistir una decisión, que no derivó en una sola privación de libertad ni reprimió manifestación alguna.

En cambio, en la convulsionada Venezuela de hoy, los muertos y presos políticos se cuentan por decenas. Los líderes de la oposición están presos sin el debido proceso y todo indica que se seguirá recorriendo el mismo y trágico camino. A tal punto que hasta el propio Mujica ha dicho que “no es bueno que existan presos políticos”.

Sin embargo, basta que cualquier gobernante de “utilería” levante la bandera del socialismo igualitario del Siglo XXI para que se denuncien conspiraciones de otros gobiernos y se pueda justificar el afloramiento de sus instintos carniceros; y que se arrase con todas las libertades, la Justicia y los derechos humanos de todo un pueblo.

El Poder en manos de iluminados “próceres” es una serpiente adormecida, que una vez que encuentra un “chivo expiatorio” muerde enloquecidamente a los que tienen el atrevimiento de reclamar por sus libertades.

La tolerancia nunca fue una virtud de las izquierdas radicales, porque para los marxistas el que representa a la “clase dominante” es un hereje que no merece pensar ni vivir.

Por eso, los socios del chavismo-castrista han ingresado en una versión carnavalesca de la retórica socialista. Y por tanto no tienen el mismo celo que tuvieron con el Paraguay para poner en práctica la cláusula democrática en Venezuela. Una vez más la máquina mató al inventor.

Lamentablemente el precio lo pagan los derechos humanos de todos los integrantes de la sociedad. Seamos claros: donde no hay libertad hay dictadura. Y donde el autoritarismo prevalece no hay libertades a medias.

Últimamente en estos novedosos gobiernos populistas los mitos han sustituido la plenitud de las instituciones republicanas. Y eso, porque los mitos, como todos sabemos son más peligrosos que la mentira, y que una vez instalados son capaces de sobrevivir sin enfrentarse a la realidad o tener que dar explicaciones.

A esta altura, el Sr. Maduro no solo se enfrenta a un pueblo que quiere libertad, sino que ya percibe que el mito que construyó el coronel Hugo Chávez no lo puede preservar ni el canto de un pajarito inspirador.

Nunca fuimos golpistas, por tanto, ni queremos que se intervenga en nuestros asuntos internos ni vamos a propiciar ninguna salida institucional en Venezuela porque ella es privativa de cada Estado en ejercicio del principio de autodeterminación.

Pero eso sí, nuestro silencio no va a acompañar a los que hacen de la hipocresía política una forma de vida.

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Sergio Abreu

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