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Los blancos y el momento

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Sergio Abreu
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Los gobiernos populistas se resisten a abandonar el poder. Para eso recaudan como capitalistas y gastan como socialistas sin disciplina con Presidentes no serios que crean problemas serios. Estos gobiernos no resisten los números de la macroeconomía, los resultados de la educación y el nivel de desempleo de la mano de obra no calificada. Utilizan el Estado para potenciar su clientelismo, se sumergen en una palabrería vacía que responsabiliza al mercado de todas las desigualdades y se corrompen involucrando Ministros, jerarcas, grupos políticos, sindicatos y corporaciones de forma tan solapada como eficiente.

Todos estos populismos en diferente expresión se defienden a lo "barra brava", mienten y reaccionan con insultos y "cantinfladas" según cada personaje y construyen el mito de una derecha opositora enemiga de los pobres y explotadora de los trabajadores. En la casa de esa marquetinera izquierda conviven violentos, estalinistas, socialistas, cristianos, anarquistas y varios grupos con más siglas que votantes. Algunos se disfrazan de socialdemócratas para sustraerse del desgaste del marxismo y del socialismo venezolano del siglo XXI pero no se atreven a condenar públicamente sus atrocidades.

Los gobiernos populistas autoritarios tienen como referencia al castrismo y el chavismo basados en que lo político está por encima de lo jurídico; eso explica que se rasguen las vestiduras acusando de golpistas a los que de acuerdo a sus Constituciones destituyen a Presidentes luego de someterlos con todas las garantías a un juicio político.

El Uruguay es un socio particular. Su gobierno hace como el tero grita en un lado mientras tiene su nido en otro. Firma con Chile un Tratado pero no logra su aprobación legislativa; se somete a los sindicatos y declara servicios esenciales para disimular, condiciona a la Justicia y se exonera por ley de la obligación de pagar las sumas fijadas por sentencias firmes o laudos arbitrales que fallaren en su contra. La comisión de ética del FA se pronuncia contra la conducta del Sr. Sendic y el Presidente acusa de bullying a la oposición. El Consejo de Ministros se reúne en el interior recibe reclamos de los habitantes, no admite una sola crítica de la oposición y hasta es cercado por el Sunca en Nuevo Berlín trasladando hacia allí más gente que habitantes tiene la ciudad. El libro que escribieron dos ex senadores del Frente Amplio en el 2003 sobre Ancap, quedó como un cuento de niños ante los resultados arrojados por los que gestionaron el Ente en los últimos doce años y a la inexplicable pérdida de 800 millones de dólares provocada por los nebulosos negocios con el delirante Presidente caribeño.

Ante este panorama, en que lo expuesto solo es una muestra, ser oposición suena fácil; alcanza con estar en la vereda de enfrente como estuvo el Frente Amplio hasta que llegó al gobierno y hacer como aquel dicho italiano "piove governo ladro !!

Sin embargo, esa no ha sido la posición histórica del Partido Nacional. La cultura de la coalición tiene un fuerte arraigo en sus filas porque gobernó solo 8 años en la década del sesenta y 5 años desde 1990-1995. Los demás 104 años gobernó el Partido Colorado y el Frente Amplio, y este registra hoy más años en el gobierno que el Partido Nacional durante todo el Siglo XX hasta la fecha.

Sin embargo, parece que las estrellas se desalinean ante la oportunidad que se le presenta al Partido Nacional. Se ganó en alianza con Nardone en 1959, se volvió a ganar por muy poco en 1962, Wilson fue el candidato más votado en las elecciones de 1971 pero no alcanzó. Vuelta la democracia luego del Pacto del club Naval el líder natural del Partido se enteró de los resultados preso en un cuartel.

A pesar de eso el Partido Nacional ganó las elecciones en 1990 sin mayorías y con socios ambivalentes. Las iniciativas legislativas enfrentaron dificultades: algunos blancos opositores, un batllismo reticente y un Frente Amplio intransigente. No obstante y luego de años el gobierno del Partido Nacional se recuerda como una gestión moderna, coherente y de medibles resultados.

¿Porqué escribimos esto? Porque la mayoría del pueblo quiere cambiar de gobierno y el Partido Nacional es la fuerza política con mayores posibilidades; en otras palabras, es la opción de quienes quieren apoyar dirigentes creíbles, honestos y preparados que integren un Partido sólido y respetado.

Sin embargo, algunos dirigentes en lugar de fortalecer las autoridades partidarias y responder a las expectativas de los miles de jóvenes que compitieron en un admirable ejemplo de convivencia cívica, han ocupado el centro de la opinión pública con enfrentamientos, declaraciones y ajustes de cuentas que no han tenido otro resultado que debilitar al Partido y comprometer sus posibilidades electorales.

El Frente Amplio agradecido; mientras tanto, el Sr Sendic renunció ante un silencio acordado y cobrará su subsidio, el Presidente instaló su doble discurso interno y ataca hasta con argumentos infantiles al Partido Nacional, la corrupción sigue su curso, la Salud colapsa, se comprueba que el Uruguay Puede lo Menos (UPM) aunque el Presidente diga que puede lo más, los vecinos gobiernos del sur nos ignoran, los derechos humanos siguen defendidos desde la hemiplejía moral, los alumnos de hoy ya son los desempleados de mañana etc. etc y; y cuando se eleva la mirada hacia el Partido Nacional, este parece envuelto en especulaciones sobre candidaturas y dirigentes pendientes de las encuestas y alejándose del deseo de cientos de miles de uruguayos que están dispuestos a acompañar el candidato creíble de un Partido confiable

El Partido está hipotecando su victoria y es lamentable que cuando puede presentarse como una opción de gobierno seria y organizada —que no es mucho pedir— la atención pública se termine concentrando en enfrentamientos que siembran la desazón y el descreimiento.

No se trata de juzgar a nadie ni de ejercer rectorías morales improcedentes. Esa actitud de soberbia nada construye y ni siquiera es democrática; pero es el sentimiento que acosa, no sólo a los nacionalistas, sino a los que mascando silencios o expresando su enojo esperan otra cosa del Partido que hizo de su divisa la hermosa tarea de "defender las leyes". Es el propio Estado de Derecho que tendremos que restaurar con un gobierno política y éticamente sólido en condiciones de preservar la armonía necesaria para marcar el rumbo con claridad.

Tan simple como eso, pero parece que algunos todavía no lo han comprendido.

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