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Repensar las inspecciones

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Pablo Da Silveira
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Ahora que empieza a haber consenso sobre la importancia de convertir a los centros de enseñanza en auténticas comunidades educativas, es bueno ir asumiendo todo lo que implica esa conclusión. No se trata de cosas que vayamos a hacer mañana, porque de momento tenemos unas autoridades educativas que se han revelado incapaces de dar el primer paso: modificar el régimen de elección de horas docentes. Pero es bueno ir fijando el rumbo para cuando se pueda avanzar.

El sistema de inspecciones que hoy existe en ANEP es un serio obstáculo para la construcción de comunidades educativas. Primero, porque es tan asignaturista como el propio currículum. Segundo, porque es individualista: la llegada de un inspector de aula es un problema para el docente que le toca, pero el resultado de esa inspección no afecta en lo más mínimo la evaluación del director, ni de sus colegas, ni del centro de enseñanza como un todo. En tercer lugar, el actual sistema de inspecciones ha tenido una deriva histórica que lo ha alejado de lo pedagógico y lo ha convertido básicamente en una instancia de control burocrático. Un sistema de inspecciones alternativo puede construirse de varias maneras, pero lo importante es que esté edificado sobre algunos principios básicos.

En primer lugar, la tarea inspectiva debe tener un carácter integrado. No se trata de averiguar cómo da sus clases un profesor de física u otro de matemáticas, sino de evaluar cómo funciona el centro de enseñanza en su conjunto. Eso incluye a todos los miembros de la comunidad docente, al equipo de dirección, a la infraestructura y al vínculo con las familias. Una consecuencia de este giro es que la tarea de inspección de una comunidad educativa no puede recaer sobre una sola persona.

En segundo lugar, la tarea inspectiva debe estar centrada en las condiciones de aprendizaje. No se trata únicamente de una evaluación burocrática que permita saber si se están respetando ciertas normas o si los papeles están en orden. Se trata de verificar si se dan las condiciones para que los alumnos puedan aprender.

En tercer lugar, los efectos de la inspección deben ir más allá de lo individual. Si un docente de física no está dando clases de una calidad aceptable, esa no es únicamente una debilidad de ese docente sino del equipo de trabajo al que pertenece. Y si la calidad de sus clases es excelente, ese será un punto fuerte de toda la comunidad educativa. Una consecuencia de esto es que la evaluación que se haga del desempeño de un director no podrá ser independiente de la evaluación que se haga del trabajo de sus docentes.

Por último, un buen sistema inspectivo debe ser dinámico. No se trata de recoger una impresión aislada en un momento dado. Se trata de tener un plan de trabajo con metas bien definidas, de evaluar el grado de cumplimiento de esas metas, de fijar objetivos de mejora, de verificar si la comunidad educativa cuenta con las capacidades necesarias para alcanzar esos objetivos y, en el caso de que no sea así, tomar las decisiones necesarias para fortalecerla.

Un ejemplo de esta visión es el llamado "modelo escocés": equipos multidisciplinarios de inspectores que se instalan durante una semana para evaluar el funcionamiento de una escuela o un liceo, acordar un plan de mejora con la comunidad docente y asegurar que lleguen los medios necesarios para ejecutarlo.

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