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Desde adentro

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álvaro ahunchain
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En tiempos de confinamiento, permanecer en nuestras casas puede llegar a convertirse en una metáfora de volvernos hacia dentro de nosotros mismos.

La vida pública se minimiza en la misma proporción en que se magnifica el mundo privado. Esto puede ser satisfactorio cuando nos rodean nuestros afectos. También en tanto nos permita desarrollar actividades otrora postergadas, como leer, escribir, pintar. Pero hay otras condicionantes que pueden convertir al confinamiento en una experiencia insoportable. Estoy convencido de que la extrema virulencia que se lee en twitter, por ejemplo, ya no solo tiene que ver con las estrategias de comunicación de los extremismos políticos sino que va más allá. El insulto, el desprecio, más que ataques hoy son placebos para exteriorizar angustias. Siempre hay alguien a quien culpar, de quien burlarse, a quien menoscabar. Parece que la única manera de calmar la ansiedad fuera mediante la estigmatización del prójimo, por su color político, su camiseta de fútbol o simplemente por haber declarado algo inadecuado. Es un circo romano de todos contra todos, que sustituye espadas por teclados pero se vale de una similar saña destructiva.

A contrapelo de esa realidad triste, hay gente que apuesta a embellecer los vínculos, a poblarlos de amor y humanismo. Me refiero sobre todo a los artistas de este país, que podrían sumarse a la enajenación del miedo pero, sin embargo, están dándonos lo mejor de sí mismos: sus creaciones e interpretaciones.

Pienso en Gonzalo Moreira y sus hijos, haciendo esa entrañable versión de El País de las Maravillas, una de las canciones más hermosas de la música popular uruguaya de todos los tiempos con que Gonzalo, el autor de la letra Horacio Buscaglia, y una generación de artistas queridos nos enseñó a "no dormir la siesta" en la oscuridad de la dictadura.

Pienso en el fantástico trabajo de interpretación de textos que hacen los amigos de la Comedia Nacional a través de las redes sociales, y destaco especialmente el cuento de García Márquez interpretado con mucho humor por Stefanie Neukirch.

O en la original iniciativa de Amor en cuarentena, una experiencia dramática que se vehiculiza a través de Whatsapp, con dirección de Ximena Echeverría y actuación entre otros de Gustavo Saffores, Noelia Campo, Nacho Cardozo, Rogelio Gracia y Victoria Rodríguez.

O los Conciertos Tinker, creados por Gerardo Grieco, con la finalidad no solo de llevar a los músicos uruguayos a los hogares en condiciones de alta calidad técnica, sino también procurando que en un futuro se puedan generar alternativas de monetización de su trabajo.

Son solo algunos entre muchísimos ejemplos de una comunidad artística que responde a la pandemia con lo mejor de sí, operando en forma muy efectiva para que el encierro solo sea físico y ya no espiritual.

El público uruguayo debería tomar nota de estas actitudes, sobre todo para cambiar el chip, cada vez que se oye por ahí un desprecio infundado hacia los creadores compatriotas, de parte de quienes suponen que el entretenimiento empieza y termina con Netflix o con las frivolidades de cierta tevé porteña.

El día que podamos salir del confinamiento, será una gran oportunidad de reencontrarnos con nuestros creadores. No la desaprovechemos.

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