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Regalo de fin de año

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Mientras un par de chorros asaltan un cuartel y se roban fusiles de guerra, mientras la “familia del taxi” sigue su alegre lucha contra Uber, mientras se acumulan muertos en las rutas por señalización deficiente (pero la Unasev arrecia su combate al alcohol), así, de golpe, en Anchorena explotó la bomba: Macri y Tabaré terminaron con 10 años de pelea entre Uruguay y Argentina.

Mientras un par de chorros asaltan un cuartel y se roban fusiles de guerra, mientras la “familia del taxi” sigue su alegre lucha contra Uber, mientras se acumulan muertos en las rutas por señalización deficiente (pero la Unasev arrecia su combate al alcohol), así, de golpe, en Anchorena explotó la bomba: Macri y Tabaré terminaron con 10 años de pelea entre Uruguay y Argentina.

Se trata sin duda de la noticia más importante en mucho tiempo, y un regalo de fin de año que ni el propio presidente Vázquez esperaba tan de sopetón. Pero además es un gesto que dice muchísimo sobre uno de los grandes dramas que han afectado el desarrollo de nuestra región: la hipocresía y el doble discurso.

Arranquemos por la primera de estas tres noticias. El anuncio de Macri de derogar el decreto de su digna predecesora que prohibía a empresas argentinas hacer transbordos en puertos uruguayos, representa un alivio vital para la actividad económica que dio razón de ser a nuestro país.

Pero además ha sido un regalo inesperado para un Vázquez que venía siendo testigo de una tensión grave en la relación entre las dos empresas que manejan las terminales capitalinas, que competían por los restos de la carga que aterrizaba en Montevideo, y que le estaban exigiendo una definición al gobierno, entre ellas que podía tener un impacto de varios millones de dólares. No tanto como Ancap, pero andaba ahí.

Con el puerto de Montevideo sucede algo parecido que con la producción rural en Uruguay. Son las dos actividades económicas más genuinas, naturalmente competitivas y estratégicas de nuestro país, pero la mayoría de la gente ni sabe cómo funcionan ni el impacto que tienen en su vida diaria. Por ejemplo, el hecho de tener esos transbordos, hace que no sólo sea rentable un negocio que da trabajo calificado a mucha gente y deja millones al país, sino que abarata y facilita la salida de las exportaciones uruguayas.

Dicho al pasar, esto es así por la ley de puertos, una de las pocas privatizaciones concretadas en los famosos “90”, y que nadie ha sugerido nunca volver atrás.

Pero esta simple medida de Macri, que se suma a otras como el levantamiento del cepo cambiario que ha revitalizado ya el turismo en Uruguay, deja en evidencia lo miope e hipócrita de su digna predecesora en materia económica y de integración.

En los 10 años pasados nos hemos cansado de escuchar discursos y ver gestos del otro lado del río sobre la importancia de la integración, sobre la hermandad latinoamericana, sobre lo crack que era Artigas y lo indignos que hemos sido de su legado. Y lo peor es que algunos “genios” de este lado compraban ese discurso y hacían de claque para sus impulsores.

Pero a la hora de los hechos, ese palabrerío chocaba con una realidad bien diferente.

Por un lado, motivados por el rencor por lo que sentían como una traición al apoyo que le habían dado a Vázquez para llegar a su primer gobierno, el matrimonio Kirchner llevó adelante una estrategia calculada de acoso y combate contra Uruguay en el frente turístico y financiero. Nos acusó de paraíso fiscal en cuanto organismo internacional pudo e intentó destruir nuestro puertos y zonas francas. La aguda diplomacia de José Mujica y su “esta vieja es peor que el tuerto” profundizó esa guerra.

Pero más allá de esas medidas dolosas de sanción, todo el esquema ideológico “K”, con su proteccionismo furibundo y su visión cerrada y desconfiada del mundo moderno, nos aisló, nos mató ramas enteras industriales que vivían de proveer a ese país, convirtió al amado Mercosur en un cajón fúnebre.

Y algo más grave. Hoy en día, los países en serio ya casi no apuestan a producir bienes por sí mismos, sino a ser parte de cadenas de valor internacionales que hagan más competitivos sus productos. Lo que se da en llamar el “comercio de tareas”. Esto se ve en Asia, donde si usted compra un TV chino, es probable que varias de sus partes sean hechas en Vietnam, o en Mianmar, el diseño sea tailandés, y la salida al mundo pase por Singapur. En vez de competir entre ellos, se potencian y ganan todos al final del día. Acá eso fue imposible en los últimos 10 años por la mentalidad cerrada y proteccionista argentina, que contó con el apoyo de un Brasil, que así lo está pagando ahora.

No deja de ser paradójico que mientras los paladines de la integración y el discurso de hermandad generaron esta realidad, hoy quien es señalado como el gran paladín del liberalismo egoísta y maléfico, incluso por varios dirigentes de nuestro propio oficialismo, sea el que de un plumazo y en pocos días cambie la cosa.

Y que el llamado primer presidente “progresista” de Uruguay se abrace nada menos que con un Macri como a un flotador, ante los vientos de crisis que empiezan a azotar a nuestro país. Como para romperle los esquemas mentales e ideológicos a más de uno.

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Martín Aguirre

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