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Provincia cascarrabias

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Martín Aguirre
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Son unos muertos, provincia nuestra, la tienen adentro". La frase, atribuida a Diego Maradona en una declaración imposible de comprobar, ha generado indignación en Uruguay. No es que se ponga en duda que la verborragia del "10", incluso ahora enlentecida hasta la desesperación por los años de maltrato neuronal, haya sido capaz de semejante ataque al orgullo patrio. Pero muchas reacciones locales ante la reciente elección argentina parecen darle la razón. Al menos en lo que tiene que ver con carácter provinciano.

Es que si bien es conocida la influencia que tienen las cosas que pasan en Argentina de este lado del río, el fanatismo que despierta la política de los vecinos en muchos uruguayos resulta incomprensible.

Por ejemplo, esta semana hubo festejos sonoros de parte de muchos militantes y dirigentes de la oposición en Uruguay (y también algunos oficialistas "tapados") por la victoria electoral del partido del presidente Macri. O, más bien, por la derrota casi terminal de Cristina Kirchner. Unos festejos acompañados de consignas en el sentido de que "si allá se pudo, acá también".

En la misma línea, muchos militantes y dirigentes del Frente Amplio expresaron su indignación por el fallo de las urnas argentinas, replicando ese discurso al filo de la tontería que describe al gobierno argentino actual como una restauración neoliberal sangrienta, que reprime y hambrea a su gente casi al nivel de un Videla. Como si los argentinos que lo votaron masivamente no tuvieran algún elemento de juicio más respetable que ellos para valorar esa situación.

Ya cuando la primera vuelta electoral argentina mostró el evidente fin de ciclo para la expresidenta, cuyo gobierno fue de los peores enemigos que haya tenido Uruguay en décadas en la Casa Rosada, un diputado del MPP se tomó el trabajo de salir a defenderla en las redes sociales, como si le hubieran pegado a la madre. Aunque sabiendo la defensa que hacen los dirigentes de ese sector del gobierno de Maduro, es difícil sorprenderse casi que con nada.

Lo cual no quita que nos hagamos la pregunta clave: ¿qué necesidad tienen los políticos y hasta las personas de a pie de Uruguay de ponerse la camiseta de un partido político argentino? Hay un par de explicaciones al respecto.

La primera tiene que ver con la penetración que tienen los medios argentinos en nuestra sociedad. Desde los canales de noticias, hasta los programas de chimentos, las polémicas de los vecinos parecen tener cada vez más presencia en nuestros medios. Algo con lo cual nuestra aún pacata y gris realidad nacional no parece estar en condiciones de competir. Por suerte.

La otra, parece vinculada a un sentimiento internacionalista que tienen muchos uruguayos a la hora de leer lo que pasa políticamente en el mundo. Hay por un lado una visión ideológica en muchos partidos de raíz marxista en Uruguay, que todavía cree que la lucha política es la misma en todo el mundo. Y que se debe tomar partido apasionado por un "cuadro" u otro cada vez que pasa algo, ya sea la "independencia" de Cataluña, el impeachment en Brasil, o las elecciones en Burkina Faso. Esto, claro, aunque lo que se conozca de esas realidades sea igual a cero, y a que la historia ha mostrado mil veces que esa receta global tiende a llevar a papelones más que a otra cosa.

Por otro, hay una visión regionalista bastante trasversal en nuestro sistema político, que nos hace ver lo que pasa en el continente en clave propia. El llamado de la "patria grande" es algo que late fuerte en muchos uruguayos de todos los partidos.

Ahora bien, esta visión peca de dos defectos básicos. La primera es que aunque diéramos por buena la lectura de que América Latina debería disponer de alguna unidad que nos permitiera un rol más influyente en el mundo, y que tiene características históricas comunes dignas de rescatar, a esta altura resulta casi estúpido ignorar que cada país tiene al menos 200 años de vida independiente. En los cuales cada uno generó su propio sistema político, muy distintos unos de otros: el APRA peruano, el peronismo argentino, el batllismo nuestro, o la concertación en Chile, son experimentos tan locales como imposibles de emparentar con nada ocurrido en la región.

Pero el segundo defecto es el más grave. Y es que por distintos motivos, el sistema político uruguayo es tal vez el más sano, representativo y estable del continente. Esto no es un ataque de chauvinismo, y el autor es el primero en reconocer los defectos y el rumbo de decadencia que este viene experimentando. Pero comparado a lo que pasa en Argentina, en Venezuela, en Brasil, el sistema político uruguayo sigue siendo un milagro.

Es difícil disimular una sonrisa reivindicativa desde Uruguay ante el fin de la "era K". Pero ¿de veras en Uruguay se puede creer que una figura "tirabombas" como la diputada Elisa Carrió es algo digno de envidiar? ¿Alguien en Uruguay se puede sentir políticamente seducido con un dirigente como Mauricio Macri? ¿Con Temer? ¿Con Dilma?

¿Tan huérfanos estamos?

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