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Contra las cuerdas

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Rope a dope. Así se llamaba la estrategia que usaba Muhammad Alí cuando, acosado por un rival, esquivaba golpes recostado contra las cuerdas del ring. Esa imagen se aplica bien a los esfuerzos que vienen haciendo el Frente Amplio y el gobierno, para intentar evitar el impacto de dos hechos que lo han forzado a encarar conflictos internos que hasta ahora venía manejando con solvencia.

Rope a dope. Así se llamaba la estrategia que usaba Muhammad Alí cuando, acosado por un rival, esquivaba golpes recostado contra las cuerdas del ring. Esa imagen se aplica bien a los esfuerzos que vienen haciendo el Frente Amplio y el gobierno, para intentar evitar el impacto de dos hechos que lo han forzado a encarar conflictos internos que hasta ahora venía manejando con solvencia.

El primero y más notorio es la crisis pre electoral en Venezuela y los choques del presidente Maduro con el ex canciller Luís Almagro. La tensión política endémica en aquel país, agravada ahora por el asesinato de un dirigente opositor, le explotó en la cara al partido de gobierno, ya que la intervención de Almagro desde su cargo en la OEA lo ha convertido en la bolsa de arena favorita de los bolivarianos y su retórica florida y ocurrente. “Almagro es una basura... con respeto de la basura”, dijo Maduro sin generar ni un esbozo de defensa de parte de sus correligionarios locales. Y la verdad es que la súbita conversión del ex canciller de aquella figura que defendía a capa y espada al proceso bolivariano y que era un paladín de las causas antiimperialistas, a este principista twitero, ha descolocado a más de uno.

Sobre todo a su mentor, José Mujica, que rápidamente le “soltó la mano” antes que nadie ponga en duda su apoyo fiel a Maduro. Y al propio Frente Amplio, que debió sacar con fórceps una lavada declaración donde se esquiva ágilmente toda referencia al lío venezolano, pero se reivindica un total “compromiso con los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos”.

Pero este compromiso parece ser selectivo porque, y entrando en el segundo impacto externo de la semana, la victoria de Mauricio Macri en Argentina no parece motivar el mismo tipo de respeto. Casi todos los dirigentes de peso del oficialismo han tenido opiniones fuertes sobre el resultado en el país vecino, y de más está decir que no han sido de alegría.

Como buen amante del boxeo, el que hizo la mejor finta fue sin dudas el presidente Vázquez, que de mostrar simpatías explícitas por Daniel Scioli, de golpe parece haber descubierto que varias de las propuestas de Macri son “de corte progresista”.

En las antípodas se mostró el senador Mujica, que no ha conseguido disimular su malhumor por la derrota kirchnerista, y ha pasado toda la semana diciendo a quien quiera escucharlo que Macri no va a poder gobernar, que el peronismo le va a hacer la vida imposible, y hasta que temía por la estabilidad institucional del país. Palabras de peso ya que Mujica es la excluyente autoridad mundial en materia de peronismo, y su gobierno logró tantos éxitos resonantes en el vínculo con Argentina.

Tal vez el más reflexivo ha sido el vicepresidente Sendic, quien afirmó que “para nosotros que somos de izquierda hay mucho para aprender de esto”. Palabras importantes, ya que se trata de una figura de peso y proyección del Frente Amplio que reconoce una identificación ideológica con el kirchnerismo, y que pone sobre la mesa la posibilidad de que el fenómeno Macri pueda tener una equivalencia política en nuestro país.

Lo primero que cabe preguntarse sobre las palabras del vicepresidente es en qué sentido fue “de izquierda” el período kirchnerista. Sin entrar en banalidades como los hábitos de consumo de la todavía presidenta Fernández, ese proceso que deja un país partido, peleado con medio planeta, y con un tejido productivo anémico, parece la contracara de otras “izquierdas” como la que gobernó en Chile o hasta Uruguay. ¿Es inteligente políticamente asociarse a lo que pasó en esta década en Argentina?

Pero lo de Sendic abre otra cuestión; ¿es el fenómeno Macri algo trasladable a nuestro país? ¿En que sentido? Porque se trata de una afirmación que tiene partidarios no solo desde el tono preocupado en el oficialismo, sino con una visión más por la positiva desde la oposición al Frente Amplio.

Sería de mal gusto recomendar aquí un libro de modesto éxito comercial escrito por dos columnistas de éste diario que trata el tema. Pero su tesis es oportuna; los procesos políticos vividos en estos años en la región tienen mucho más que ver con la historia particular de cada país, que con un péndulo ideológico “internacionalista”. Uruguay tiene un sistema político en las antípodas del argentino, y si no basta comparar a Tabaré Vázquez con Cristina, o a Macri con Jorge Larrañaga o Lacalle Pou.

Así como en un momento pudo ser rentable asociarse a los procesos políticos de Argentina o Brasil, hoy más valdría al gobierno alejarse todo lo posible de esas cuerdas, ya que, viendo lo que ocurre en esos países, ahí la chance de un knock out parece demasiado probable.

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Martín Aguirre

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