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El cortejo de la clase media

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Es un clásico de toda zafra electoral. Cada vez que se está acercando una elección, los partidos y sus candidatos empiezan a deshacerse en halagos y promesas para la "clase media". Sobre todo en Uruguay, el país de toda América Latina con mayor porcentaje de estratos medios, 60% según Cepal, y donde estos suelen ser quienes inclinan la balanza en las urnas.

Es un clásico de toda zafra electoral. Cada vez que se está acercando una elección, los partidos y sus candidatos empiezan a deshacerse en halagos y promesas para la "clase media". Sobre todo en Uruguay, el país de toda América Latina con mayor porcentaje de estratos medios, 60% según Cepal, y donde estos suelen ser quienes inclinan la balanza en las urnas.

Las menciones a este sector fueron abrumadoras en la semana que pasó. El candidato opositor, Luis Lacalle Pou llamó a "recuperar los valores de la sociedad integrada representados por la clase media". Dijo que esta "era una gran bisagra, y que hay una banda muy ancha de gente que se siente perteneciente a la clase media por encima de los registros económicos". También su candidata a ministra de Economía, Azucena Arbeleche, se refirió al punto, dijo que en los gobiernos del FA "se ha dado una mejor distribución del ingreso, pero no de oportunidades", y planteó algunas rebajas impositivas.

Algo parecido surgió del otro extremo del hemisferio político, donde el ex presidente Vázquez dijo que las medidas para apoyar a la clase media serán el eje de sus propuestas en los próximos días. Allí figuran también generosas promesas de rebajas del IRPF y medidas por el estilo.

¿Por qué surgen estas promesas ahora? El presidente Mujica, con su crudeza verbal habitual, dio una pista. "A veces se nos pasa la mano cuando pedimos ayuda a la clase media. No queremos despojar a nadie pero no queremos dejar gente tirada en la zanja". Y con ello puso el dedo en la llaga de uno de los problemas centrales del oficialismo. Según el consultor Oscar Botinelli, es en los sectores medios donde más votos ha perdido el gobierno. Y es palpable que esos sectores muestran una creciente molestia con algunas medidas aplicadas por el Frente, desde la reforma tributaria hasta la de la salud, como la falta de respuesta ante sus problemas más acuciantes, como la crisis en la educación pública, o la inseguridad.

Por ejemplo, en estos días se cumplen seis años del inicio de la reforma de la salud, y pese a que desde el gobierno se señala que ha tenido efectos positivos para la sociedad, a nivel de la gente de a pie lo que se escucha es un poco distinto. Por ejemplo en el caso de las mutualistas, instituciones que agrupaban masivamente a los sectores medios, la reforma ha resentido notoriamente la calidad del servicio. Esto porque no tenían la infraestructura para mantener el nivel de atención con el ingreso de miles y miles de nuevos usuarios que implicó la reforma. Por otro lado, es palpable el crecimiento que vienen teniendo los seguros privados, antes reducto de una elite muy minoritaria. Esto ha generado un nuevo costo sumado a la canasta de egresos de la clase media, como antes sucedió con la educación, con la seguridad, y otros rubros. O sea que pese a que los impuestos, ya de por sí altos, han subido en este período, crece la gama de servicios que la clase media debe pagar por fuera para mantener su nivel de vida.

La realidad es que los gobiernos de todos los colores siempre que han necesitado recursos han acudido al bolsillo de la clase media. Esto porque sus ingresos son mucho más simples de gravar que los de otros sectores sociales. Lo distinto en este caso parece ser que el golpe no se debió a una crisis, sino a un proyecto basado en la concepción de que la economía es un suma cero, y de que para mejorar a los más pobres, a alguien había que sacarle. Y es sabido que para muchos teóricos progresistas, la clase media es un reducto de gente conservadora y cuasi reaccionaria a la que ven con poca simpatía. Eso pese a que muchos de sus principales "cuadros" provienen justamente de allí. El problema aparece luego, cuando hay que pedirle una mano para ganar las elecciones.

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Martín Aguirre

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