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El chancho, el lomo, y el que rasca

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Martín Aguirre
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Los países son un reflejo de sus élites. Si las élites se comprometen con el desarrollo a largo plazo, se tiene un tipo de país.

Cuando se dedican a hacer plata y no les importa lo que pasa del muro de su casa para fuera... a no quejarse.

Esta frase la dijo el chileno Axel Kaiser durante una conferencia a principios de año. Y la dijo ante un auditorio abarrotado en "Piso 40" del World Trade Center, o sea, frente al menos de un sector significativo de la elite empresarial local. En aquel momento no pareció una frase para la historia, pero al leer la entrevista publicada ayer por El País con el expresidente de la AUF, Sebastián Bauzá, fue como si se la pusieran a uno frente a la cara, con un cartel luminoso.

Es que el panorama que cuenta Bauzá sobre el ambiente del fútbol a nivel regional, pero más especialmente sobre el tipo de vínculo que debió padecer con el gobierno de José Mujica, resulta tan revelador como deprimente. La coexistencia con gente como Figueredo, Leoz y Grondona en la Confederación Sudamericana, y lo que hoy se sabe de esos tiempos, es impactante. Pero también lo que narra sobre el tipo de convivencia padecida con Mujica, el (¿ex?) presidente del sindicato de futbolistas, Enrique Saravia, el "Pato Celeste", y el sector dirigencial que complotó para poner fin a su gestión en la AUF.

La realidad es que en algún momento hubo elementos como para dudar de la postura de Bauzá. El llamativo error de un banco de plaza atribuyéndole a su esposa una cuenta que habría recibido depósitos por US$ 120 mil, y la negativa cerrada del exdirigente a hablar con la prensa del tema, tiraban sombras sobre su actuación. Sombras que las últimas actuaciones judiciales han disipado completamente.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con las élites y el destino de los países a largo plazo?

Es que cada vez que se filtra información sobre lo que fue el gobierno del expresidente Mujica, se afirma la sensación de que el país estuvo cinco años entregado a un esquema de manejo absolutamente tóxico para cualquier esquema institucional. Siendo muy medido en los adjetivos. Y teniendo en cuenta el peso de ese sector en los últimos gobiernos, tal vez la influencia negativa haya que triplicarla.

Más allá de la creencia popular que afirma que el peso electoral del expresidente Mujica está en los sectores más excluidos, y que eso explicaría su escaso apego al valor institucional, la verdad es que una buena parte de la "elite" nacional fue sostén clave para su éxito político.

Por estos días se ha difundido la declaración del exdirectivo de la pesquera Fripur, cuyo final ha sido trágico y costoso para la sociedad uruguaya, donde proclama su adhesión incondicional a Mujica y, de paso, recuerda todos los aportes que hizo a su carrera política. También podemos recordar el apoyo explícito que recibió Mujica de gente como el propietario de uno de los restaurantes más exclusivos de Punta del Este y figura representativa del patriciado uruguayo. Habría muchos ejemplos de este tipo que resaltar, de gente de la elite económica y social del país, que se vieron seducidos por Mujica.

Pero hay otra elite que no merece quedar al margen. Y es el sector de dirigentes oficialistas que rodea al ministro Astori, en el cual figura buena parte de la academia y los sectores ilustrados de la sociedad uruguaya. Es verdad que Astori y su gente intentaron ser contrapeso de algunas de las medidas y actitudes más complicadas del "mundo Mujica" y su manera de entender la política. Pero cada vez que hubo un choque, la sensación que queda es que para ese sector primaron más los intereses electorales de su partido que la salud institucional del país. Podríamos mencionar desde el "Caso Pluna", hasta los impuestos inconstitucionales, pasando por Ancap y tantas otras ocasiones.

El meollo de la cuestión es que la actuación política de Mujica y su entorno ha estado marcada por un desapego a las reglas institucionales y de relacionamiento que hicieron de Uruguay un país único en la región. El "como te digo una cosa, te digo la otra" o "lo político está por encima de lo jurídico", son emblemas de una forma de entender la política que ya debía estar clara para la sociedad nacional a partir del "no sea nabo, Néber".

Hay que admitir que todos en algún momento tuvimos un afloje y una mirada simpática al estilo "disruptivo" que trajo Mujica a la política uruguaya. Aunque más no fuera por el mezquino disfrute que generaba ver la reacción algo histérica de ciertos estamentos almidonados de la clase política nacional. Pasados los años, se hace evidente la necesidad de un desagravio a esos sectores. Y un llamado a responsabilidad a esa elite que en su momento fue clave para crear la sociedad más inclusiva e igualitaria del continente. Porque, a diferencia de otros sectores de la sociedad, ella sí está en condiciones de valorar adecuadamente el impacto que algunas formas de manejar el poder político han tenido en la historia reciente del país.

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