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El Estado impotente

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Una manera muy gráfica de analizar la anatomía del estado, su organización, es pensar en círculos concéntricos que nos llevan -en el centro- a sus funciones esenciales y, al agrandarse las circunferencias, se incorporan sucesivamente las distintas competencias de menor importancia o gravitación.

Una manera muy gráfica de analizar la anatomía del estado, su organización, es pensar en círculos concéntricos que nos llevan -en el centro- a sus funciones esenciales y, al agrandarse las circunferencias, se incorporan sucesivamente las distintas competencias de menor importancia o gravitación.

Siguiendo ese método, analicemos tanto la anatomía como la fisiología de nuestra organización estatal, es decir su estructura y la manera como funciona. Por supuesto que a las funciones esenciales incorporamos aquellas que, si bien no son las clásicas, en nuestra evolución institucional han adquirido el rango de esenciales, tales como la Educación y la Salud.

En “el mero centro”, como dirían los paisanos, comenzamos por Seguridad, Defensa, y Relaciones Exteriores. ¿Qué panorama nos muestra hoy nuestro país en esas materias?

Impotencia frente al delito que amenaza a todas las regiones del país, a todos los niveles sociales, a todos los barrios y a todas las horas. Impotencia en la prevención, en la investigación y en el arribo a la instancia de juzgamiento. Los medios a disposición del Estado, en esta como en las demás actividades que despliega, son materiales, jurídicos y humanos. Se sabe que hay más policías, que tienen el armamento, los vehículos y los medios técnicos de mejor nivel y han sido mejoradas bastante las retribuciones. Falla la conducción política, tozudamente empeñada en un camino sin éxitos, prisionera de compromisos de carácter partidario, que se anteponen al bien público. Los medios jurídicos pueden ser modificados el día que quieran por los legisladores gobernantes, pero se niegan a oír las sugerencias de todos los demás.

En materia de Defensa, las tres armas están con equipamiento obsoleto y con retribuciones muy lejanas a las de la Policía. Eso sí, a la hora de ser mano de obra gratuita de la Intendencia de Montevideo o en las apuradas de las inundaciones y tornados, allí aparecen y están en primera línea los soldados, tan menospreciados y olvidados. Pero cuando se trata de invertir en navíos adecuados y con combustible suficiente, en radares y lucha antidrogas, en uniformes y armas modernas, la respuesta es negativa. No hubo y no hay. El Estado es impotente por no haber invertido en la hora de la prosperidad.

En Relaciones Exteriores -nuestro contacto político con el resto del mundo- aparece un canciller bien orientado pero que tiene un frente interno feroz, de ideologización de la política exterior que nos puede hacer perder las buenas oportunidades que tanto necesitamos. Gobierno impotente.

En educación no hay presencia monopólica del Estado pero la organización oficial ha fracasado por variadas causas, todas ellas imputables a la conducción cívico-sindical que nos gobierna. No hay manera de cambiar ni el más mínimo detalle, bajo pena de huelgas y paros implacables que le han doblado el brazo al Poder Ejecutivo en más de una ocasión. Estado impotente, Frente Amplio impotente cuando no cómplice.

Estos días se sabe de la situación del Fonasa. Teníamos una organización mutual para la atención de salud buena, con más de un siglo de experiencia. Necesitábamos poner toda la fuerza del Estado en el que, también por más de un siglo era su deber de solidaridad con los menos pudientes. Si en Tacuarembó y en algún otro lugar la atención pública era y es tan buena como en el sector privado, se trataba de seguir y multiplicar ese camino. Pues no. Estado impotente en lo que le correspondía por frenos sindicales y políticos. Frente Amplio impotente por incapacidad de pensar fuera del balde y por aquello del perro del hortelano. Sector privado en crisis por Estado meterete.

La función judicial, central al Estado de Derecho, pasa por un momento sin antecedentes. Parece no dar vergüenza a los gobernantes que en el Presupuesto no figure el capítulo destinado al Poder Judicial, castigado por independiente, por cumplir con su función. Estado impotente por acoso político.

En nuestro país, con recursos propios se construyó toda la red vial cuando el Estado tenía un presupuesto de obras públicas y se invertía pausada pero permanentemente. Hoy, luego de doce años de abundancia presupuestal (en otros rubros) no hay ninguna obra de importancia en construcción ni terminada y la mayoría de las rutas estás en estado calamitoso por falta de mantenimiento. Estado impotente por incompetencia de los ministros; Estado impotente para atraer inversores por trabas burocráticas. Ni Participación Público-Privada ni Ministerio de Transporte y Obras Públicas.

No alcanza el espacio para ingresar en la zona de mayor notoriedad de la actividad estatal, en la que no es natural que intervenga y en la que para desgracia se ha producido el más grande de sastre artificial. No hay inundación ni tornado que haya hecho más daño que la administración del Frente Amplio en Ancap, Antel, Pluna y demás emprendimiento-aventuras.

Miles de millones de dólares que se llevó el “barbudo” o que se fueron por el caño cuan- do necesitábamos carreteras, puentes, ferroca-rriles, liceos, escuelas, barcos de guerra, ambulancias, un Hospital de Clínicas medianamen- te decente, fondo anticíclico, reconstruir Dolores, etc, etc.

Azorados miramos este panorama, indignados contemplamos el despilfarro, impotentes ante la mayoría regimentada, la incapacidad gubernativa, la impudicia del gasto público, la inmoralidad de las connivencias con privados, la impunidad política, provenientes de quienes se dicen socialistas y por ende defensores del Estado, por quienes prometieron el país de primera y miran hoy la lata vacía de los uruguayos.

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Luis Alberto Lacalle

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