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El infierno tan inesperado

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Luciano Álvarez
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En abril de 1976 el PVP vivía el apogeo de su delirio. Este pequeño núcleo de militantes, que no sobrepasaban los cuatrocientos, estaba convencido de tener capacidades extraordinarias para derrotar a la dictadura uruguaya —"la única fuerza que puede plantearse la conformación de esa herramienta revolucionaria"— y un modelo teórico "que no tenía un punto de referencia material en la experiencia de ningún país del mundo". Para poner en marcha su proyecto disponían de diez millones de dólares (75 millones en valores actuales), de los que habían hecho uso de una pequeña parte en inversiones en Buenos Aires y unos veinticinco mil en una, por el momento, desapercibida campaña publicitaria de expectativa en Uruguay (Plan de Aparición). Estaban convencidos, además, de poseer un sofisticado y probado sistema de compartimentación y seguridad.

Pero, como Otálora, el personaje de El muerto, de J.L.Borges, ese PVP recién comprenderá, "antes de morir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, comprende, que le han permitido [avanzar en su grandioso proyecto], porque ya lo daban por muerto."

Las fuerzas de seguridad disponían de información desde 1974 (Operativo ROE). Ese tumor provocaría una irreversible metástasis en 1976. Seguramente hubo infiltrados; al menos dos traidores importantes y —lo más esperado y razonable— militantes que cederían ante la inhumana tortura y entregarían información.

En marzo comienza la primera razzia en Buenos Aires.

En la noche del 18 de marzo de 1976, Eduardo Chizzola, un cuadro menor del PVP, citó en un bar a Pilar Videverrigain, su esposa de la que se encontraba separado y con quien tenía una hija. Este es su testimonio: "Eduardo estaba desencajado, muy delgado y con un golpe feo en la frente. Llevaba el saco a cuadros que estrenó para nuestro casamiento. Me preguntó varias veces que hacía y cómo estaba la nena. Estaba mal. En un momento me dijo que lamentaba decirme que en muchas cosas yo había tenido razón. Estaba todo podrido, lleno de cobardes y traidores. Estaba entregado". Le advirtió sobre cierta persona y fue la última vez que lo vio.

Un mes después, el 26 de abril es asesinado junto a su compañera del momento, Telba Juárez. Unos días antes habían asesinado a otro miembro del partido, Ary Cabrera Prates.

El 11 de mayo, un viejo taller mecánico comienza ser operativo como centro de detención; será conocido como Automotores Orletti. El amo y señor es Aníbal Gordon, un correoso criminal cuyo prontuario policial contaba con numerosos delitos desde 1951. Había sido liberado en 1973 para ser uno de los líderes de la Triple A. A Orletti irían a parar la mayoría de los uruguayos detenidos durante su breve y terrible historia (mayo a noviembre de 1976).

Se trataba efectivamente de un taller, un barracón muy largo, de 8 por 30 metros dividido con trapos colgados del techo: de un lado había autos; del otro, los detenidos tirados sobre un piso de cemento mugriento de grasa, aserrín y aceite de autos. El ruido era infernal: la música a todo volumen, el tren que pasaba permanentemente, los gritos de los torturados y el gemir de otros. Había un retrete para treinta personas y un lavadero. "En la planta alta funcionaban una sala de interrogatorios, otra de torturas y una terraza donde se colgaba la ropa a secar". (Nunca más)

El primer huésped uruguayo será el principal dirigente del PVP: Gerardo Gatti, capturado el 9 de junio. Las versiones difieren: unas dicen que Pilar Nores, su asistente fue una traidora, otras, que ésta cedió ante los apremios. Lo cierto es que se convirtió en delatora de gran importancia por los documentos que entregó y fue recompensada. Más o menos por los mismos días la División de Ejército I en Montevideo recibe una llamada de Carlos Goessens, otra figura importante. También aquí las versiones difieren. Los militares dicen que su traición fue causada por el presunto intento de un compañero de abusar sexualmente de su pareja; Pilar Nores, que la esposa lo había traicionado con ese compañero. Hay otra versión, quizás más plausible o complementaria: Goessens sufría de leucemia y pidió tratamiento a cambio de colaboración. Lo cierto es que desapareció de Buenos Aires entre junio y septiembre y habría estado bajo tratamiento en el Hospital Militar. Cores confirma que "el karateca" Goessens fue decisivo para la destrucción del aparato del partido.

Apenas capturado Gatti, comenzaron a llegar los uruguayos del grupo de la OCOA (Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas) encabezado por José Nino Gavazzo, Jorge Silveira, Ernesto Ramas, Ricardo Medina, José Arab, Manuel Cordero y Gilberto Vázquez. Al menos desde abril de 1975 saben que hay 10 millones de dólares en la vuelta. Sólo cuatro días más tarde, el 13 de junio, traen a Orletti al viejo dirigente de la FAU Washington Pérez, el "Perro" Pérez, exiliado pero sin militancia, que se dedicaba a atender su quiosco de diarios y revistas. Su misión era hacer contactos para obtener dos millones de dólares a cambio de Gatti: le tomaron una foto con Gatti y un diario de la fecha. Durante un mes Pérez fue y vino cinco veces a Orletti. Difícil desentrañar si consiguió o no los dos millones, lo cierto es que por fin le dijeron: "Don Perro, no tenemos suerte, esto se liquidó", y lo llevaron ante otro viejo compañero: León Duarte. Ahora piden 500 mil dólares. En un instante Duarte logró susurrarle: "Andate porque estos son unos asesinos". Inmediatamente solicitó el refugio de las Naciones Unidas.

Mientras esto sucedía en Orletti, Elena Quinteros era detenida el 26 de junio, seguramente entregada por su aún esposo, José Félix Díaz, el tercero de los traidores, y dos días después se suscita el incidente en la embajada venezolana.

Ana Inés Quadros Herrera, dirigente de primera línea, fue capturada el 13 de julio, en una confitería. Tenía consigo una agenda con nombres y citas, pero logró tirarla antes de que la atrapasen, era un alivio, aparente. Cuando la subieron a la parte más alta de Automotores Orletti, donde iba a ser su peor sesión de torturas, el oficial Manuel Cordero le mostró, colgado en la pared, un organigrama completo del PVP. Sí, ya sabían casi todo, apenas le faltaba encontrar la plata.

Mientras tanto Gavazzo y los suyos tenían otro plan para los detenidos de Orletti. Sería el primer vuelo.

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