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La pulseada de ayer

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Apenas 158 días de gobierno y ya el Pit-Cnt le contrapuso al Dr. Tabaré Vázquez el mayor de los paros que haya alzado nunca contra una administración frenteamplista.

Apenas 158 días de gobierno y ya el Pit-Cnt le contrapuso al Dr. Tabaré Vázquez el mayor de los paros que haya alzado nunca contra una administración frenteamplista.

Reclamó contra los recortes presupuestales, contra los topes en los salarios públicos y privados y sobre todo contra el reconocimiento -musitado por el Ministerio de Economía- de que se acabaron las abundancias externas y, ya sin campañas electorales, hay que fijar pautas salariales que recorten los presupuestos y agujereen los cinturones.

“Cuando a los trabajadores nos va bien, al país le va bien” proclamó la Central en la publicidad que contrató en TV. Con la misma lógica, décadas atrás los patrones de fábricas atronaban “Industria activa, país próspero”, y su mensaje podía calcarse “Comercio fuerte, país que crece”… y así sucesivamente, reclamando cada sector primacía en atención y favores.

Suena lindo, pero no es original: desde siempre se ha hablado o reclamado en nombre de un grupo numeroso, adjudicándole representar a la totalidad. “Pars pro toto” -la parte por el todo- es un recurso gramatical -un tropo, enseñaron los griegos- que tiene más de dos mil años pero goza de excelente salud: en la última centuria, con los avances de las comunicaciones y la explosión de los íconos, ha pasado de figura literaria a método de planteo y lucha. Haciendo lobby o montando camionadas, los mensajes sectoriales se visten con ropa y apariencia de país entero.

Pero, por más que haya doctrinas que sacralicen a una sola clase social como reivindicadora y salvadora, un país -una nación, un pueblo, una ciudadanía- es más que la juntura de intereses contrapuestos y no cabe en un solo grupo social. Es un proyecto colectivo de respeto, con búsqueda permanente del interés general y el bien común. Es un esfuerzo institucional desde la libertad hacia la armonía en valores.

Por eso, resulta absurdo que el gobierno, para escapar a la condena sindical con que lo abofeteó el paro, se haya refugiado -como lo intentó antenoche el Ministro de Trabajo- en el argumento pueril de que esa es la democracia y cada cual sabe lo que hace. Porque el fondo del asunto es que, aunque todos sabemos que para que el mercado funcione, hace falta que en la calle haya poder de compra y no bolsillos vacíos, todos -y de veras, todos- debemos enterarnos de que si hoy nos acosan contracciones y ajustes es porque ayer se despilfarró la bonanza, se vació el patrimonio industrial y comercial del Estado y se privó de educación en serio a bolsones enteros que siguen marginados.

La pulseada de ayer se recorta sobre un paro médico de estas horas y una huelga docente para dentro de ocho días, una golpiza en Sirpa y la revelación de más atrocidades en la Colonia Etchepare, que fue modelo en tiempos de Isidro Mas de Ayala y es bochorno ahora.

De este cuadro no se saldrá agrandando las rebatiñas entre sectores ni reduciendo al Estado a mero punto de encuentro entre fuerzas sociales manipuladas por elencos digitados.

Se va a salir, sí, pero a condición de recordar que en la noche del 4 de agosto de 1789 la Revolución Francesa abolió las corporaciones del oscurantismo medieval y, desde la Ilustración, abrió la escena pública a la conciencia libre de los individuos, hecha de razón y sentimientos, lógica y romanticismo, rigor e imaginación, siembra y polémica.

Y si no retomamos esos caminos, que fueron los nuestros, sólo nos espera seguir chapaleando barro.

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Leonardo Guzmán

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