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Jorge Batlle ¡apercibido!

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La Convención colorada apercibió a una docena de dirigentes que apoyaron fórmulas departamentales extrapartidarias. Para ser coherente, tendría que amonestar a los cientos de miles de ciudadanos que, sintiéndose batllistas, hace años que votan otros lemas. No les darían las piernas.

La Convención colorada apercibió a una docena de dirigentes que apoyaron fórmulas departamentales extrapartidarias. Para ser coherente, tendría que amonestar a los cientos de miles de ciudadanos que, sintiéndose batllistas, hace años que votan otros lemas. No les darían las piernas.

En todas las crisis se evidencian afinidades electivas que saltan cualquier valla. La malhadada decisión ignoró que en la política grande, esa espontaneidad constituye una expresión vivificante y superior de libertad ciudadana. Merece respeto. No tranqueras cerradas ni ortopedia inmovilizadora. La admonición hizo noticia porque sus destinatarios son encabezados por Jorge Batlle, quien, con 88 años a cumplir este domingo, es mucho más que un ex gran Presidente. Por talento y energía, por sacrificio y generosidad republicana, por privilegio de una existencia que ha sabido convertir en insistencia, se ha erigido en un ejemplo de alma liberal para todas las generaciones. El apercibimiento, pues, ha pretendido zaherir a un gigante. ¡Y en qué momento! Recién estamos haciendo el primer balance de todo el daño material, moral y cultural que nos infirió el gobierno de los peores, que dignamente encabezó Mujica. Pues bien. En quienes hablan hoy en nombre del Partido Colorado no surgió mejor idea que censurar las preferencias mini-sectoriales de quien dejó en la Presidencia la estela inolvidable del coraje personal e intelectual con el que, en 2002, se negó a que el Uruguay se declarase en quiebra -“default”-, como con su ojo clínico recetaba Tabaré Vázquez.

En vez de ese bochorno, Batlle -con Atchugarry y Alfie a su costado- nos devolvió a la normalidad y al crecimiento en poco más de un año. El apercibido es ese Batlle: el mismo que, preso por los militares, salió sin rencores; el mismo que hoy otea el horizonte y siembra esperanzas desde verdades que proclama a los cuatro vientos, con el estro fecundo del hombre independiente.

Pues bien. A este país no lo va a salvar ninguna disciplina partidaria. Lo va a recuperar la indisciplina. Lo va a enaltecer la multitud de las conciencias rebeldes. No la aceptación de lo que resuelvan unos elencos transitorios que se hacen llamar “el sistema político”, olvidando que según la Constitución,“sistema” es el democrático-republicano y los funcionarios elegidos son tan solo portadores a plazo fijo de una energía que, por ser pública, nos es de todos.

Muy bien hizo el Dr. Batlle en reclamar que la Convención se ocupe de temas de fondo y no de persecutas. Es que antes que recuperar votos, le hace falta al Partido Colorado recobrar su identidad razonadora, capaz de alzar la libertad crítica y ponerla al servicio del interés general. Y le hace falta al país, que necesita recuperar las fuentes nutricias de una doctrina que supo realizar la revolución social en una sola generación, merced a que educaba para el ascenso y no para la caída. El Uruguay construyó una sensibilidad propia que, por respeto a la persona, nos impone siempre armonizar la libertad con la justicia. A pesar de errores, ese fue un enorme salto espiritual que protagonizó el Batllismo en diálogo con partidos, sindicatos y ciudadanos de a pie. Tal actitud -que es nuestro ADN- ha sido reemplazada por la idealización de lo bárbaro, la expansión de la incultura y el uso de pulseadas donde hacen falta razones. De eso debe ocuparse el Partido Colorado, en vez de sumarle a la derrota, el vacío.

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Leonardo Guzmán

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