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Pronto para perder

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Hace unos meses escribimos que el Frente estaba pronto para perder pero que aún la oposición no estaba preparada para ganar. La evolución de la campaña viene ratificando el agotamiento del oficialismo, de modo todavía más expresivo de lo esperado, al mismo tiempo que se ve crecer el brío y presencia de la oposición.

Hace unos meses escribimos que el Frente estaba pronto para perder pero que aún la oposición no estaba preparada para ganar. La evolución de la campaña viene ratificando el agotamiento del oficialismo, de modo todavía más expresivo de lo esperado, al mismo tiempo que se ve crecer el brío y presencia de la oposición.

Las últimas semanas muestran un Frente Amplio desconcertado y desencantado, dominado por un notorio enfrentamiento entre el Presidente y el Vice, que no es sino la eclosión de una diferencia ideológica que rotundamente les separa y que ya es insostenible. Esa confusión de ideas es la que ha motivado la candidatura de la Senadora Constanza Moreira, que toma en sus manos la llama sagrada y sale a la lucha al pie del viejo discurso antiimperialista y anticapitalista del Frente Amplio, el que los atrajo en la juventud a todos ellos, el que otrora les encendió de épica cuando se proclamaba que no había que pagar la deuda externa y romper con el Fondo Monetario Internacional.

Esta candidatura refleja lo que es notorio: que la mitad —por lo menos— del electorado frentista, acompaña al ex Presidente más por resignación que por convicción. Con toda claridad, la profesora Margarita Percovich —respetada ex legisladora— ha dicho que el Dr. Vázquez es “un candidato que no convoca a nada nuevo y que no logra entusiasmar ni a la militancia ni a los votantes indecisos”. Y agrega: “Cientos de miles de jóvenes estrenarán su credencial en 2014. ¿Cuán posible es que se sientan identificados con un hombre que tiene dudas sobre la estrategia en relación al consumo de drogas, o que vetó la posibilidad de atender la interrupción de los embarazos no deseados en el sistema de salud?”.

Con la misma claridad se ha expresado Alberto Couriel, economista de la primera hora del General Seregni y que sin reticencias ha condenado la “cuotificación” política de los cargos públicos, postergando a “personas calificadas”; la “falta de representatividad de los órganos partidarios”; el decaimiento de los comités de bases y hasta su imposibilidad personal, en nueve años de gobierno, de poder expresar en algún ámbito su visión de la economía del país. No hace falta decir que no son expresiones ocasionales de dirigentes marginales sino desahogos de gente madura, que hoy ya no se siente representada ni por el candidato ni por su dirigencia.

Más allá de estos desencantos partidarios, ha crecido en el país la preocupación por la subordinación que la coalición oficialista muestra frente a una organización sindical capaz de rodear el Palacio Legislativo e imponerle una ley de dudosa constitucionalidad a parlamentarios cuya opinión era contraria. La misma estructura corporativa es la que domina en la educación y ha llevado a que el propio Presidente expresara que ha “fracasado” y no ha podido cumplir su prioridad programática (“educación, educación, educación” dijo el primer día).

Ese tema educación, en los dos últimos años ha pasado al primer plano, junto al de la inseguridad. Y es lógico. Ya no es la clase media ilustrada la que se preocupa. También lo es la gente más modesta, especialmente lo escuchamos en las madres, que tienen claro que el futuro de sus hijos depende más que nunca de su preparación. Y allí es donde se desnuda el mayor de los fracasos de un gobierno frentista: el informe PISA comprueba que la brecha educativa entre los adolescentes de niveles socioeconómicos altos y bajos, es la mayor de la región. Dicho de otro modo, en el Uruguay de José Pedro Varela hay más distancia de educación entre un niño de hogar acomodado y otro de hogar pobre que en Perú o Brasil, que arrastran rezagos históricos en la educación popular (“El País”, 20 de marzo de 2014).

Ni hablar de lo que es la ética administrativa. Desde Bengoa hasta Pluna, un Frente Amplio que se envolvió en la bandera de la moral pública y, las más de las veces sin razón, atacó cruelmente a dirigentes de los partidos tradicionales, sufre esos episodios en que no hay razón que les absuelva. En lo interno, incluso, se llega al colmo de que el propio Vicepresidente de la República acusó al señor Sendic de “comprarle” con dinero un diputado.

Todo esto hoy se refleja hasta en las encuestas, a las que no sacralizamos pero que históricamente han sobrevaluado al Frente Amplio.

Ante esta caída, se advierte un avance de la oposición. Tanto el Partido Nacional como el Colorado muestran candidatos que se mueven con más solidez. El mundo nacionalista vive con mayor intensidad que nadie su “interna”, como es por otra parte tradicional. El ámbito colorado, siempre menos estentóreo, registra un nivel de actividad creciente y un discurso opositor más convincente; todo indica, además, que luego de las internas avanzará en su intención de voto, como es tradicional.

El país está necesitado de un cambio. Se ha desaprovechado la bonanza de estos nueve años. Por supuesto, la economía ha crecido, como ha ocurrido en toda Sudamérica sin excepciones. Los consumos populares también son mayores, pero ha reaparecido el impuesto inflacionario y allí se resumen los errores de una política que siguió inflando el gasto público sin mejorar las infraestructuras nacionales y no aprendió a enlazar salarios y productividad. Los precios golpean el 10% y solo la cosmética viene eludiendo el reconocimiento de la inocultable realidad de sueldos que comienzan a correr detrás de los precios.

Hace unos meses, se reconocía el favoritismo del Frente Amplio y del doctor Vázquez. Hoy, la elección está abierta y el viento haz virado.

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Julio María Sanguinetti

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