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Hay mucho en juego

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HERNÁN SORHUET GELÓS

Saber más implica tomar mayor conciencia de cuanto ignoramos. Es la paradoja que acompaña al intelecto humano. Cuánto ha aumentado nuestro conocimiento de la realidad que nos rodea. Sabemos que somos parte indisoluble del ambiente, y también que su estructura y funcionamiento siguen determinadas leyes y reglas.

El deterioro de la diversidad biológica y la extinción de especies dejaron de ser consecuencias aceptables del aumento de la población humana y el desarrollo, para transformarse en una preocupación real vinculada estrechamente con la supervivencia de la humanidad. Pero, como todo proceso que se da con cierto gradualismo, tiende a anestesiar nuestra conciencia y a limitar nuestra capacidad de reacción.

Una pregunta que surge una y otra vez es por qué es importante evitar la desaparición de especies. De hecho es un fenómeno que ha ocurrido siempre... y el mundo ha continuado y continúa.

En primer lugar hay que decir que las acciones humanas han acelerado de manera alarmante el proceso de extinción, fundamentalmente por la alteración de los ecosistemas a través de la aplicación de tecnologías de alto impacto ecológico (urbanización, deforestación, desecación de humedales, sobreexplotación de recursos faunísticos), y de procesos muy contaminantes.

En segundo lugar, el empobrecimiento de la diversidad biológica implica problemas prácticos, éticos y hasta estéticos. Cuando provocamos el descenso de poblaciones silvestres de animales y plantas o la extinción de especies, estamos deteriorando al ecosistema. Un sistema del cual dependemos de manera directa o indirecta. En otras palabras, es como si le quitáramos algunas piezas al automóvil. Sin ellas quizás siga funcionando, pero es evidente que ya no cumplirá todas las funciones que tenía cuando fue fabricado. De continuar ese proceso llegará un momento que dejará de funcionar.

Al mismo tiempo estamos perdiendo información. ¿Qué significa? Significa que por insignificante o desagradable que parezca una especie, es posible que contenga en sus genes, en sus componentes, información muy valiosa.

Cada especie constituye una reserva genética única e irrepetible. Puede contener la información necesaria para solucionar un problema importante, como por ejemplo, tener el principio activo que cure una enfermedad. Abundan los ejemplos en la farmacología, aunque sabemos que recién hemos descubierto una ínfima parte de lo que atesora la naturaleza.

Desde el punto de vista ético, es evidente que como seres vivos valoramos la vida como un bien en sí misma. Por lo tanto, la conservación de las especies es un principio ético importante a respetar.

En cuanto a la estética, la sensibilidad humana admira, disfruta y necesita de la belleza de la naturaleza para alcanzar significativos niveles de placer y paz espiritual. No es un tema menor a la hora de discutir sobre conservación, pues su presencia sin duda complementa el desarrollo y la estabilidad del individuo.

La conclusión es inquietante. Si son tantos los valores en juego, el saldo final de la conducta actual de los seres humanos en materia de extinción y degradación ambiental, marcará cuáles son nuestras propias posibilidades de supervivencia.

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