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Nuestra causa común

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La encíclica Laudato Si‘ está causando una necesaria y saludable discusión, sobre el complejo conjunto de temas científicos, técnicos, jurídicos y morales que convergen en la protección del medio ambiente. Incluyendo la cultura del consumo, la disposición de los residuos, la contaminación mental generada por la avalancha de información transmitida por medios electrónicos, la relación entre la economía y la política y la importancia de la educación.

La encíclica Laudato Si‘ está causando una necesaria y saludable discusión, sobre el complejo conjunto de temas científicos, técnicos, jurídicos y morales que convergen en la protección del medio ambiente. Incluyendo la cultura del consumo, la disposición de los residuos, la contaminación mental generada por la avalancha de información transmitida por medios electrónicos, la relación entre la economía y la política y la importancia de la educación.

El título de la Encíclica está tomado del Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís y define su tema central. En su primer parágrafo la Encíclica señala que “En ese hermoso cántico”, San Francisco, “nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: ‘Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba’”.

La Encíclica observa que el Papa Pablo VI presentó ya en 1971 a la problemática ecológica como una crisis, que es “una consecuencia dramática” de la actividad descontrolada del ser humano. Este, al explotar en forma inconsiderada la naturaleza, puede llegar a destruirla y terminar convirtiéndose en víctima de esa degradación.

Juan Pablo II advirtió en 1979 que el ser humano parece “no percibir otros significados de su ambiente natural, sino solamente aquellos que sirven a los fines de un uso inmediato y consumo” y en 1991 afirmó que “la destrucción del ambiente humano es algo muy serio, porque Dios no solo le encomendó el mundo al ser humano, sino que su propia vida es un don que debe ser protegido de diversas formas de degradación. Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”.

El punto fundamental de Laudato Si’ es que el ser humano es parte de un ecosistema infinitamente complejo, sobre el cual tiene menos control del que suele imaginarse, y que la tutela de ese bien común tiene una fuerte dimensión moral, ética.

Uno de los parágrafos clave de la Encíclica es donde reconoce que “El clima es un bien común, de todos y para todos”, que “Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático” y que “numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”.

El diagnóstico es severo pero la Encíclica encierra un mensaje optimista: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar”, y la “humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común”.

La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, a fin de año, será un buen experimento para comprobar si los gobiernos realmente tienen la voluntad de actuar eficazmente para tutelar nuestra “casa común”.

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Juan Oribe Stemmer

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