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El mundo tal cual es

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JUAN ORIBE STEMMER

Al asumir el poder, miembros del gobierno del presidente Vázquez opinaron que la circunstancia de que coincidiesen gobiernos progresistas en el Cono Sur abría la posibilidad para ambiciosos entendimientos y emprendimientos conjuntos. Era la idea de que, en las relaciones entre los países, las ideas políticas de los gobiernos de turno, necesariamente de corto plazo, se imponen a los intereses nacionales de largo plazo.

Los acontecimientos pronto demostraron la ingenuidad de aquella visión ideologizada de una realidad mucho más rica y compleja que se nutre en las raíces de la historia, la geografía y la propia naturaleza humana. Se olvidaron, o, quizás, desconocían, el principio fundamental de que los Estados no tienen aliados ni enemigos permanentes sino solamente intereses permanentes.

Lo dicho no significa desmerecer la noble ambición de una "patria grande", a que aludía Abelardo Ramos. Pero es necesario distinguir entre el mito, que puede ser muy compartible, y su utilización como legitimador al servicio de los intereses políticos de un determinado partido político o de un determinado país. En 1939, refiriéndose a una situación muy especial, Herrera escribió una frase que tiene una aplicación general: "No seamos inocentones y miremos menos a los labios fascinadores del artista o juglar, y más a las manos endiabladas, donde está toda su intención". Una advertencia que los países relativamente menos poderosos, como el Uruguay, deben tener bien presente.

A veces parecemos incapaces de reconocer la frontera que separa el luminoso mito del gris y muchas veces inclemente ámbito de la política internacional. Un ejemplo. El presidente paraguayo y el uruguayo participaron en el homenaje al difunto presidente argentino al inaugurarse la Casa Patria Grande "Presidente Néstor Kirchner" que funcionará como centro de estudios sobre la integración latinoamericana. Allí, el presidente paraguayo elogió a Kirchner como el "gran propulsor de la libertad, la justicia social, la inteligencia y la integración".

Nuestro presidente fue más discreto y exhortó a enfrentar "el parturiento desafío de liberar cabezas" y a afirmar la integración. Dijo que "ahora nos toca la parte más difícil de la liberación de la cabeza, de nuestros miedos, de nuestros infantilismos".

Lindas palabras. Pero, ¿qué significan exactamente? ¿Cuáles son esos "infantilismos"?

Se puede pensar que es una demostración de infantilismo ignorar deliberadamente las lecciones de la historia. Que es infantil pretender esconder las enormes grietas en las relaciones regionales con el tenue papel tapiz de los mitos, la verborragia y las invocaciones de buenos propósitos -frecuentemente traicionadas por las acciones concretas.

También sería infantil, retornando a la frase de Herrera, persistir en fijar la atención en la charla fascinadora de quienes invocan, desde la tribuna, a la patria grande, para luego, instalados en sus recoletos despachos, aplicar políticas que contradicen aquel ideal y que obedecen a sus muy comprensibles, pero egoístas, intereses nacionales o, incluso a prioridades de política electoral.

"Debemos asimilar las duras lecciones de nuestra reciente experiencia regional".

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